Armando Durán
El gobierno de Nicolás Maduro cantó victoria. La oposición venezolana hizo otro tanto. Lo cierto es que el jueves pasado, en Washington, no ocurrió ni lo uno ni lo otro.
Estaba previsto que la canciller, Delcy Rodríguez, reiterara su propuesta de cancelar la sesión extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA del pasado jueves 23 de junio. Su pretensión fue rechazada por 20 votos contra 12 y 2 abstenciones. Sin duda, un tanto para la oposición venezolana. Por otra parte, sin embargo, los gobiernos de la región escucharon a Luis Almagro hablar de su informe sobre Venezuela, pero decidieron no someter a votación su solicitud de invocar la Carta Democrática Interamericana. Todos expresaron, en cambio, su respaldo a la iniciativa de diálogo gobierno-oposición impulsado por Unasur con la mediación de los ex presidentes José Luis Zapatero, Lionel Fernández y Martín Torrijos. También sin duda, un tanto, pero también sin duda, mucho más decisivo, a favor del gobierno Maduro.
La conclusión del encuentro regional no ha sido, pues, nada auspiciosa para la causa de la restauración democrática en Venezuela. En términos reales, la estrategia de Maduro, puesta en marcha el 28 de mayo en República Dominicana, finalmente se impuso. Poco importa que ya nadie pueda negar la naturaleza de la crisis venezolana, su auténtica causa y sus penosas consecuencias. Lo que en verdad cuenta es que, en su sesión extraordinaria del pasado jueves, los Estados miembros de la OEA le despejaron el camino al diálogo gobierno-oposición en la versión diseñada por Unsasur con la mediación de los ex presidentes José Luis Rodríguez Zapatero, Lionel Fernández y Martín Torrijos, a la que estos días se ha añadido la participación de Thomas Shannon, influyente subsecretario de Estado para Asuntos Políticos de Estados Unidos, con la evidente intención de salvar a Maduro de una defenestración constitucional anticipada. Desde la perspectiva unánime de la región, este diálogo es la única fórmula factible de encontrarle a la crisis venezolana una solución pacífica, democrática y constitucional.
El primer y frustrado capítulo de esta novela por entregas tuvo lugar el último fin de semana del mes de mayo en República Dominicana. Su turbio propósito era reemplazar la iniciativa Almagro y la opción del revocatorio por la ilusión de llegar en paz a una salida de Maduro negociada con el gobierno. La indignación causada en la opinión pública por la filtración de la clandestina artimaña aquel viernes 28 de mayo obligó a los “cooperantes” de la oposición a rechazar públicamente la continuación del diálogo, pero solo públicamente. Resurgió entonces la esperanza de Almagro, pero por muy pocos días. El peso de la alianza Venezuela-Cuba, respaldada por un Washington cada día más cerca de La Habana, y ante la súbita reanimación del diálogo gobierno-oposición, determinó que a pesar de los tantos parciales a favor y en contra de ambas partes, esta sesión extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA enterró la posibilidad que quedaba de acorralar políticamente a Maduro y poner su pronta salida del Palacio de Miraflores al alcance de la voluntad soberana de la inmensa mayoría de los venezolanos.
Al terminar esta frustrante sesión, Henry Ramos Allup advirtió a las puertas de la sede de la OEA en Washington, que “el debate no termina aquí”. Pero él y otros muchos actores del drama saben que no es así. Comenzando por Enrique Márquez, su segundo en la Asamblea Nacional y secretario general de UNT, quien nada casualmente, el domingo 19 de junio, coincidió con él al declarar para el diario español El País, y repitió ahora, que hay otros mecanismos, distintos al revocatorio pero igual de válidos para salir de Maduro y cambiar de gobierno. El principal de ellos, por supuesto, el diálogo directo con el gobierno, así sea en la versión Maduro-Samper-Rodríguez Zapatero, sobre todo si cuenta con la inestimable y sigilosa colaboración de Timoteo Zambrano, diputado de UNT y, desde hace muchos años, hombre de confianza en materia internacional de Ramos Allup.
Esto es todo, por ahora. Muerta la iniciativa Almagro, incierto el revocatorio, vivan el diálogo y Rodríguez Zapatero.
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