Gustavo Coronel
Lo
ocurrido ayer en la OEA no fue una clara victoria por nocaut para la
oposición venezolana pero si una clara derrota para el régimen chavista
que acogota a Venezuela. Ayer ese régimen estuvo contra las cuerdas,
tambaleante. Lo sucedido ayer puede definirse como parte importante del
proceso de estrangulamiento, por parte del mundo exterior, de un régimen
que ha llegado a la etapa de la implosión y que no tiene vuelta atrás.
La
derrota del régimen en la OEA estuvo ilustrada por tres eventos: (1),
la aprobación del Consejo permanente para escuchar el Informe de Luis
Almagro y su rechazo a la petición del régimen chavista de pedir la
renuncia a Almagro; (2), la lectura del Informe sobre el régimen
venezolano y sobre la tragedia del país, por parte de Luis Almagro, y,
(3), la destemplanza y patanería de Delcy Rodríguez, la canciller de
Maduro, un contraste notable con la compostura de Almagro. A esto
debemos añadir la presencia frente a la OEA de un nutrido grupo de
venezolanos, quienes fuimos a solidarizarnos con la posición del
secretario general Luis Almagro. Este grupo estaba compuesto por gente
mayoritariamente joven, muchas mujeres – como de costumbre - algunas
con sus niños al hombro, llenas de entusiasmo democrático. Me decepcionó
un poco ver solo a dos o tres de mis contemporáneos, aunque si tuve
el placer de ver a dos ilustres médicos venezolanos haciendo su parte.
Detrás de nosotros había una fila de unos 10 mercenarios contratados por
Bernardo Álvarez Herrera, de aspecto lamentable, gritando a favor de
Maduro. Este pobre lumpen se ganó sus dólares y luego se marchó. Vi a
una de sus integrantes, una pobre mujer, caminar con la pequeña bandera
venezolana que le habían dado hasta un pipote de basura cercano, donde
la botó para irse a su casa.
La
lectura del informe del Secretario General fue un acto sin precedentes
en la OEA. Por un largo rato la audiencia escuchó de boca de una de las
máximas autoridades de la organización una descripción detallada y
aterradora de la situación venezolana, sin que el régimen de Maduro
pudiera impedirlo. Puede decirse, sin exageración, que el régimen
maldito fue sentado en el banquillo de los acusados por decisión de la
región latinoamericana. Quienes se opusieron a oírlo, pero tuvieron que
oírlo, fueron los parásitos del ALBA: Bolivia, Nicaragua y Ecuador,
algunos paisillos del Caribe y una desprestigiada delegación de la
República Dominicana, país que ha servido de celestina a Zapatero y sus
compinches para tratar de engatusar a la oposición con un diálogo “a la
Maduro”, ver diagrama arriba.
La
larga lista de desafueros del régimen y de tragedias venezolanas
retumbó en las paredes del salón, mientras la pobre Delcy y el cada vez
más rotundo Bernardo Álvarez (ponte a dieta, chico) escuchaban el severo
enjuiciamiento sin poderlo evitar. Ese fue el momento en el cual la
correlación de fuerzas dentro de la OEA cambió claramente. Ese evento
abre las puertas para una intervención de la región en la sufrida
Venezuela, una intervención claramente contemplada en sus reglamentos,
ciertamente no una “injerencia”, como si ha sido la cubana en Venezuela,
hasta el extremo de que Maduro deba consultar con Raúl Castro hasta
para ir al WC.
Cualquier
intento de diálogo que pueda ser propuesto por la OEA seguramente no
será “a la Maduro”, sino con mediación realmente independiente y con
condiciones muy claras. Todavía creo que ese diálogo no se llevará a
cabo si no se establecen las condiciones de permitir el revocatorio este
año y de liberar los presos políticos. Y si llegara a concretarse, no
tendrá éxito porque los objetivos del régimen de permanecer en el poder y
arruinar al país en nombre de una ideología que se pudrió en la
Montaña, son totalmente rígidos e inaceptables para un país ya hastiado
de verlos.
Ayer en la OEA los países de América le apretaron las tuercas al agonizante narco-régimen venezolano.
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