Thursday, June 30, 2016

Inocente Carreño: La vida ha sido generosa conmigo

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La fiesta comenzará desde temprano hoy en la quinta Marinolca. Polos, valses, jotas y galerones desfilarán entre las voces de los amigos más cercanos, acompañados por los acordes del piano. Son 95 años. Y el maestro Inocente Carreño los celebrará entonando 28 décimas que compuso especialmente para este día.
“Tengo la suerte de estar en buen estado físico y mental. Mi casa es pequeña, con un silencio privilegiado. Me levanto todos los días a las 5:00 am y hago mis respiraciones con el aire que viene del Ávila. La vida ha sido generosa conmigo”.  
Cientos de partituras descansan desordenadas sobre la cola del piano negro de su casa. La mayoría de sus obras no han sido interpretadas hasta el momento. El maestro Carreño, sin embargo, no ha dejado de componer. Reconoce que ahora solo escribe suites cortas para violín y piano, obras para corales y canciones con aires margariteños. “Mi música no la tocan, no la cantan. No sé si son difíciles, tengo más de 200 piezas para coros. Será cuando me muera. Por cierto, también tengo un Réquiem”, señala como quien hace un ejercicio de memoria.
Su inspiración creativa siempre ha estado atada al sonido del mar de su Porlamar natal. Por algo fue elegido por el maestro Vicente Emilio Sojo para integrar su cátedra de composición nacionalista en la Escuela de Santa Capilla. Evencio Castellanos, José Clemente Laya, Antonio Estévez, Blanca Estrella de Méscoli, Gonzalo Castellanos, Ángel Sauce y Alirio Díaz son parte de esa camada que haría historia musical en Venezuela. Carreño es el único que sobrevive de esas primeras promociones que se graduaron en Santa Capilla.
“Llegué a Caracas en 1932. Radio Caracas tenía dos años al aire, de Pajaritos a Palma. Comencé como aficionado, cantando, tocando la trompeta y la guitarra con el trío Las Hermanitas Carreño, mis hermanas menores. Empecé a componer y tuve la suerte de que me recomendaron con el maestro Sojo”.
—¿Por qué decidió venirse a Caracas?
—Mi hermano (Francisco Carreño) me fue a buscar. A los cinco años había quedado a cargo de mi abuela, una señora de campo, inteligente y de carácter severo. Mi casa no tenía luz eléctrica, no teníamos agua. A los nueve años me metieron en la banda del pueblo. Ahí aprendí a tocar la trompeta, en la retreta. Pero cuando llegué a Caracas dejé de estudiar música. Vivíamos en Agua Salud, nuestra situación era muy pobre, acompañaba a mi hermano a trabajar en zapatería. Ganábamos 8 bolívares diarios. Pasó el tiempo y formé el Trío Caribe, con el cual viajé por Venezuela. Pero me tuve que dejar de esos afanes cuando comencé con el maestro Sojo. No dejaba que matáramos tigres.
—¿Cómo recuerda esas clases de composición?
—Me dejó conocimientos y la preparación para poder realizar una obra musical bastante amplia. Su vida austera me enseñó a amar a la soledad como a una fiel compañera. Por él aprendí a disfrutar de la belleza de la poesía y del afán incontenible de leer. Me enseñó que nunca debía apartarme de la raíz del pueblo donde nací. Mi hijo, que vive en Francia, se llama Inocente Emilio para que sonara como Vicente Emilio.
—¿Cuántas obras ha escrito?
—Son muchas, no las tengo catalogadas. En estos días copiaron una que le compuse a Gonzalo Castellanos en 1949, un “Ave María” para cuando se casó.
Al maestro Carreño le gustaría conversar con Ilan Chester para que grabe alguna de sus composiciones: “Canta muy bien y toca excelente el piano. Me gustaría contactarlo para hacer un disco”.
Su obra más conocida hasta el momento es la Glosa sinfónica margariteña. La partitura original, que terminó de componer el 8 de septiembre de 1954 (Día de la Virgen del Valle), reposa en su biblioteca y fue recientemente interpretada por la Orquesta Inocente Carreño, que el sistema de orquestas fundó en su nombre. Está feliz por ese homenaje, que le permitió levantar la batuta de nuevo el pasado 1° de noviembre frente a 120 niños y jóvenes de diversos núcleos. “Dirigí 3 marchas, que no son militares. Me emociona que un grupo de jóvenes músicos toque mis obras. Quedarán ahí para ellos”.
—¿Maestro, le preocupa la muerte?
—No. Me da tristeza no seguir viviendo. Pero sé que estoy cerca del final.

Compositor con alma de periodista
La Escuela de Composición de Santa Capilla del maestro Vicente Emilio Sojo formó a una generación con la premisa de darle importancia a la música tradicional venezolana. Según la docente y musicóloga Mariantonia Palacios, Sojo se encargó de darle otra dimensión a la música folklórica que había conocido en su infancia. "El maestro Inocente se forma bajo ese manto, con la herencia de su abuela, de su mamá, lo que coloca en la Glosa sinfónica margariteñaque tiene varios temas de la isla. Sus piezas para piano tienen influencias de su niñez. Carreño tiene toneladas de partituras y solo le tocan Margariteña y Mañanita pueblerina, el resto de su obra no la interpretan”.   
De no haber sido músico, a Inocente Carreño le hubiese gustado ser periodista. Ha escrito dos libros. En el primero recopila sus recuerdos de Margarita. El otro es un anecdotario de su vida, en el que cuenta los aires margariteños que aprendió con su abuela y cierra con el poema “No habrá luto ni lágrimas de duelo”. El primer verso es una suerte de despedida:
Cada paso en la ruta de la vida
acelera el arribo de mi ocaso,
y es por eso que vivo siempre al raso
esperando sonriente la partida

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