Editorial El Nacional
Ante situaciones pronunciadas de crisis, como la que actualmente padece Venezuela, se hace precisa la respuesta de la sociedad. Cuando un régimen se pone las orejeras, la gente debe gritar para que la escuchen. Cuando el desgobierno se vuelve ciego, hay que inventar un método braille que lo ponga a ver. Mientras son más agobiantes las situaciones que se experimentan, se requiere una reacción de los destinatarios, pero una que no deje dudas del malestar generalizado por una incomodidad que se ha convertido en tormento colectivo.
De allí la justificación de la Toma de Caracas que protagonizará hoy la sociedad civil y a la cual invitamos desde nuestras páginas. Deseamos que las casas de la capital queden vacías porque sus habitantes se echaron a la calle. Esperamos que desde todos los rincones del país vengan más acompañantes, que los caminos se llenen de gente esperanzada y valiente.
Auguramos una manifestación clamorosa, que mostrará sin ninguna duda la reacción que merece una administración incompetente y corrupta frente a la cual no queda otro camino que el rechazo. Necesitamos que nos vean desde otras latitudes como un solo bloque, que no quiere saber nada de una pretendida revolución que solo ha causado sufrimientos y pesares infinitos. Lo que aquí se siente, parecido a la náusea, debe observarse en el resto del mundo. Por eso desde El Nacional nos unimos con entusiasmo patriótico a la marcha y también invitamos a marchar.
Pero a marchar en paz. La sociedad que ha ofrecido recientemente muestras de madurez, testimonios de enaltecedor civismo y evidencias de bíblica paciencia, no debe salirse, ni siquiera por un instante, ni siquiera a través de un gesto mínimo, del cauce de la legalidad.
La manifestación será exitosa en la medida en que sus integrantes se presenten como partes activas de un plan cuyo propósito no es la agitación simple, ni las búsquedas subversivas. Si nos hemos apegado al libreto de la concordia y de la cohabitación republicana, no existen motivos para abandonar sus páginas. Todo lo contrario, la continuidad de las conductas ajustadas a la cohabitación democrática es la garantía del éxito.
Ante el caudal de gente que hoy se espera en Caracas, el gobierno ha desembuchado el grito de la violencia y ha amenazado con la proximidad de la represión. Movido por el pánico, ha querido exhibir el filo de la espada contra la fórmula del desempeño legítimo que va a llevar a cabo la ciudadanía.
En las cercanías del barranco, los cabecillas del chavismo quieren llevarse a la multitud en una bajada que parece estrepitosa e inminente. Ante esa coyuntura que puede conducir a metas terribles, a salidas contraproducentes y aún sangrientas, la multitud debe, una vez más, mostrar las cartas que juega, que son las del orden constitucional.
El Nacional estará hoy como parte de esa multitud, en espera de los frutos que deben producirse sin que nada manche el sendero anhelado de un cambio caracterizado por la racionalidad.
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