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Una charla con el economista al que
Maduro quiere ver tras las rejas
El profesor de Harvard Ricardo Hausmann habla de la crisis
del vecino país, de Colombia y de Trump.
Ricardo Ávila
El Tiempo
Noviembre 12, 2016
http://www.eltiempo.com/economia/sectores/entrevista-con-ricardo-hausmann-sobrecrisis-
de-venezuela/16749229
Cuando a comienzos de noviembre Nicolás Maduro, en una
intervención televisada, acusó al economista Ricardo Hausmann de ser
el primer operador de una supuesta persecución financiera contra
Venezuela, las reacciones no se hicieron esperar. Decenas de
estudiantes y académicos expresaron su solidaridad con este
profesor, para quien el inquilino del Palacio de Miraflores pidió un
juicio, al igual que su requisición con “código rojo”, supuestamente por
medio de la Interpol.
No es la primera vez que el actual director del Centro para el Desarrollo
Internacional de la prestigiosa Universidad de Harvard tiene un
encontrón con la administración chavista, a la que responsabiliza de un
enorme descalabro que ha empobrecido a la que fuera una de las
naciones más ricas de América Latina. Desde hace rato, Hausmann
viene señalando las falencias de un régimen que cree que sus
dificultades tienen origen en una conspiración internacional.
Pero la verdad es que sus inquietudes intelectuales van mucho más
allá. Su costumbre de decir las cosas en forma directa incluye a Estados
Unidos y Colombia, como lo dejó en claro en la semana que termina
cuando pasó por Medellín para asistir a la reunión de la Asociación
Latinoamericana de Economistas, que tuvo lugar en la Universidad
Eafit. EL TIEMPO habló con él.
¿Cuál fue su reacción cuando supo de las declaraciones de Nicolás
Maduro en las que lo acusaba de enemigo del régimen?
Esta es la tercera vez que me ataca. La primera fue en septiembre de
2014, por publicar un escrito en el cual proponía la moratoria en los
pagos de la deuda externa. La segunda fue en octubre de 2015, cuando
grabó ilegalmente y publicó una llamada mía en la que hablaba de
pedir asistencia financiera al FMI. Y ahora, no sé de dónde, llegó esta
amenaza de hacerme un proceso judicial.
¿Qué tan seria considera esa amenaza?
En lo personal no me inquieta. La diferencia es que esta vez tiene a mi
cuñado Braulio Jatar preso desde el 3 de septiembre por divulgar el
cacerolazo contra Maduro ocurrido el día anterior en isla Margarita. Mi
preocupación no es por mí, sino por los más de 100 presos políticos
que viven hoy las mismas condiciones inhumanas de prisión que él
desea imponerme.
¿Por qué atacar a un académico?
Él cree que la razón por la cual a Venezuela no le prestan dinero es
resultado de un complot, sin tener en cuenta que la deuda pública
representa seis años de exportaciones, la proporción más alta del
mundo. Para Maduro tampoco tiene que ver que tengamos un déficit
fiscal gigantesco o una inflación de cuatro dígitos. Por eso se inventa
estas teorías de la conspiración, para echarles la culpa a los demás de
lo que es su responsabilidad.
¿Cómo se resumen los errores cometidos?
En toda sociedad las cosas que la gente necesita se consiguen porque
otra gente las produce o las provee. Venezuela acabó con esa
posibilidad a punta de controles. Esa forma de organizar la economía y
acabar con el aparato productivo no produjo grandes traumatismos
mientras era posible hacer importaciones.
En 2012, cuando el barril de petróleo estaba en un precio promedio de
104 dólares, el Gobierno estaba gastando como si estuviera a 200
dólares. El faltante se financió con crédito, pero esa puerta
eventualmente se cerró y después llegó la descolgada en las
cotizaciones del crudo.
¿Cuál fue la consecuencia?
Las importaciones se fueron a pique y hay un colapso de la producción
nacional. Como consecuencia, existe una verdadera crisis humanitaria
de la que no se sabe más por la represión a los medios. El hambre, la
escasez, la muerte de los niños en los hospitales pasan todos los días.
La gente sobrevive vendiendo activos, pero si uno sale de su carro y se
gasta el dinero, pues ya se queda sin qué más vender. Creo que la
situación económica se está deteriorando y se va a seguir deteriorando.
¿Qué elementos tendría una cirugía de fondo que permita empezar
a salir de la crisis?
Es necesario que a la sociedad se le restituyan sus derechos
económicos, se unifique la tasa de cambio, se quiten los controles, se
liberen los precios, se reestructure la deuda externa y se pida la ayuda
financiera internacional. Para evitar más muertos, eso debe incluir
ayuda humanitaria.
Cambiando de tema, ¿cómo analiza el triunfo de Donald Trump?
Lo que conocemos de su personalidad es que es alguien sumamente
ignorante sobre cómo es el mundo y que no sabe de temas
fundamentales de políticas públicas. Pensar que construyendo un muro
o denunciando los tratados comerciales se resuelve un problema habla
sobre su falta de conocimientos. Además, es alguien inseguro,
impulsivo y mentiroso. Con esas características, solo le queda incumplir
sus compromisos electorales, que son una locura tras otra, o los
cumple y genera el caos.
Eventualmente aprenderá, pero la curva de aprendizaje tendrá un costo
fenomenal.
¿Está preocupado?
Mucho. Y los mercados, también. Me inquieta que alguna de las
potencias quiera medirlo en una crisis, tal como hizo Kruschev con
Kennedy en 1961. Por eso considero que viene un periodo de
incertidumbre profunda para la economía mundial.
Pero Wall Street llegó a un máximo histórico el jueves...
Porque hay la idea de que el Banco de la Reserva Federal podría
posponer un aumento de sus tasas de interés, combinado con la
expectativa de un programa de mayor gasto público. Sin embargo, a
los movimientos de corto plazo no vale la pena prestarles tanta
atención.
¿Es esta una reacción contra la globalización?
Las personas actúan con base en creencias. Algo que han hecho los
populistas es convencer a la gente de algo que no es verdad, tal como
lo hizo Hitler en su momento. Por eso la reacción de los electorados no
es contra la globalización, sino en contra de una narrativa de la
globalización.
Las circunstancias externas oscurecen más las perspectivas de
América Latina...
Es verdad que nada de esto es bueno para la región. Érase una vez que
soñamos con un destino común de integración, y ahora el destino es la
construcción de un muro.
En medio de esa perspectiva, ¿cómo se ve Colombia?
Me llama la atención la poca importancia que ha tenido en la discusión
económica la preocupación sobre las exportaciones. Todos estamos
sorprendidos con el hecho de que, a pesar de que el dólar pasó de
1.900 a 3.000 pesos, las exportaciones colombianas no reaccionaron.
Eso quiere decir que hay problemas que se deben diagnosticar y
atacar. Pero no veo una agenda concentrada en eso.
¿En qué nos ve concentrados?
En asuntos más externos, como ser parte de la Ocde, algo que implica
un conjunto de tareas que son importantes para el país pero que no
son críticas, en su mayoría, para atender los problemas de este
momento.
Y el lío actual es que la economía tiene un gran déficit externo, por lo
cual las exportaciones son definitivas para poder generar una dinámica
positiva. Lamentablemente, veo poca disposición a mirar el asunto y
seguir ejemplos de otros que han podido avanzar mucho, comenzando
por Panamá, que experimenta un auge en materia de servicios. Su
aeropuerto es un modelo.
¿Qué opción tenemos?
Hay que diversificar. Y lo que hemos aprendido es que las sociedades
deben aprender a producir más cosas, y cuando uno no lo sabe
consigue gente que se mude a su país. Es más fácil mover las cabezas
que tienen el conocimiento que aprender desde cero.
¿A qué se refiere?
Voy a poner un ejemplo inobjetable. Nadie pone en duda que el auge
que tuvo Colombia en su producción petrolera se dio por la llegada
masiva de técnicos venezolanos que eran expertos en crudos pesados.
¿Hay que atraer talento?
Exactamente. Pero Colombia en materia de migración es casi un récord
global. Según datos del Banco Mundial, la proporción de gente nacida
en el exterior que hay en este país apenas llega al 0,2 por ciento del
total, que es uno de los índices más bajos del planeta. Eso equivale a
imponer un bloqueo al que aspiraría Donald Trump, que va a ser
presidente de una nación en la cual el 13 por ciento de sus habitantes
nacieron en otro sitio. Por cierto, en Canadá esa proporción es del 20 y
en Australia, del 27 por ciento.
Al mismo tiempo tenemos una diáspora importante...
Así es. El Banco Mundial dice que hay 2,5 millones de colombianos
viviendo fuera de su país y solamente 110.000 extranjeros en Colombia.
Es decir, la relación es de 20 a uno, que es absurda. Y en el caso
concreto de Venezuela, ese número llega a 650.000 colombianos, pero
aquí hay solo 35.000 venezolanos, que es casi la misma relación.
¿Cuál es la explicación?
Siempre se ha dicho que la gente no quiere venir por los temas de
violencia. Pero ahora estamos en una etapa en la que un gran número
de venezolanos quieren instalarse aquí, y no se les permite. Había la
visa Mercosur, que antes se entregaba con relativa flexibilidad y que
ahora la Cancillería eliminó, argumentando la falta de reciprocidad, lo
cual es absurdo pues, aparte de ser moralmente cuestionable, es
económicamente un error, pues atenta contra los intereses de
Colombia.
¿Por qué es un error?
Los estudios económicos más recientes muestran que la inmigración
no reduce los salarios y no aumenta el desempleo. De hecho, ocasiona
el efecto contrario porque los migrantes son complementos y no
sustitutos de los trabajadores locales. Tristemente, aquí la reacción de
la política pública es acentuar el cierre y expulsar venezolanos. Por eso
no es casualidad que Colombia no se diversifique.
El 52 por ciento de las compañías que se crean en Silicon Valley son de
extranjeros, la mitad de los profesores de Harvard somos extranjeros. Y
en Colombia, una de cada 400 personas lo es. Así no se puede
absorber el conocimiento y no se puede crear una sociedad moderna,
que sea heterogénea.
¿Está seguro de que los parámetros son más estrechos ahora?
Totalmente. He visto correos de Migración Colombia en los cuales el
argumento para rechazar una visa es la discrecionalidad. Eso quiere
decir que el motivo es porque a un funcionario se le dio la gana.
¿Y Colombia se está disparando en el pie?
Totalmente. Es un síntoma de una enfermedad que es la que está
detrás de la falta de diversidad social. Este país lo está pagando muy
caro porque la experiencia muestra que el ánimo de emprender es
mucho más elevado entre los inmigrantes que crean riqueza y
aprovechan oportunidades. Lo reitero, a Trump le encantaría tener una
política migratoria como la de Colombia.
¿De ese tamaño es la comparación?
Los colombianos no saben lo increíblemente cerrada que es su
sociedad. Ustedes no se dan cuenta del gigantesco costo colectivo que
eso implica.
Ricardo Hausmann (Caracas, 1956). Economista. Director del
Centro Internacional para el Desarrollo (CID) de la Universidad
de Harvard y profesor de Prácticas de Desarrollo Económico en
la Escuela Kennedy de Gobierno de la misma Universidad.
Profesor de la Cátedra George A. Cowan del Santa Fe
Institute. Sus investigaciones incluyen temas como el
crecimiento, transformaciones estructurales, volatilidad
macroeconómica, finanzas internacionales, entre otros. Fue
Ministro de Planificación en Venezuela, Economista Jefe del
BID. Es un reputado conferencista. Tiene una vasta producción
de libros, ensayos, trabajos de investigación y artículos que lo
reconocen como uno de los más talentosos economistas en el
ámbito internacional.
Ricardo Ávila Pinto (Bogotá). Economista por la Universidad
Javeriana con un Máster en Economía de la Universidad de
Pittsburgh (Estados Unidos). Es director del diario Portafolio y
subdirector del área de Opinión del diario El Tiempo, donde
también hace parte del Consejo Editorial.
A lo largo de su vida profesional ha ocupado diferentes cargos
en el sector público como la Consejería Económica y la
Secretaría Privada de la Presidencia de la República y el
viceministerio de Asuntos Económicos Internacionales de la
Cancillería durante el gobierno de César Gaviria. En el campo
multilateral, tuvo a su cargo la Jefatura de Gabinete en la
oficina del Secretario General de la Organización de los Estados
Americanos en Washington, y ha sido consultor del Banco
Interamericano de Desarrollo y de la Corporación Andina de
Fomento en varias oportunidades. Igualmente, es el autor
principal del libro "Celebrando el pasado, construyendo el
futuro", con el cual el BID celebró su aniversario número 50 y
que fue presentado en marzo de 2009.
Además, ha sido ganador del premio de periodismo Simón
Bolívar, y el de Profesor de Econometría en la Facultad de
Economía, y de Periodismo Económico en la Facultad de
Comunicación Social, de la Universidad Javeriana de Bogotá. Es
autor de los libros: ‘Más futuro que presente’ y ‘América Latina
y el efecto dominó’, publicados por Editorial Planeta.
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