JUAN MARTIN ECHEVERRÍA| EL UNIVERSAL
domingo 22 de septiembre de 2013 12:00 AM
La estrategia de generar un escenario de inestabilidad, con el objeto de arrinconar a la oposición, reducir la información de prensa, radio y televisión y difundir una sola versión de los hechos, que es la verdad oficial, es un riesgo inmenso. A la larga la realidad se impone, al aparecer por los intersticios del muro de la intolerancia y la criminalización de opositores líderes sindicales y estudiantes, ya que siempre surgirán espacios para expresar lo que está ocurriendo. Al régimen se le cayó el techo encima y el balance del difunto tiene un porcentaje de activos y una cantidad de pasivos que son notorios, a lo largo y ancho de la geografía del país.
Se le ofreció a la población cambios espectaculares y con el subsidio de los altos precios del petróleo se crearon misiones, se regaló hacia afuera y hacia adentro y se provocó una desmotivación, donde muchos se plantearon que les correspondía una parte del botín de los hidrocarburos. En dos platos, se aferran a la ideología, pero surge en el horizonte una inmensa maraña de improvisación y corrupción.
Las autoridades deben ponerse en la piel de un consumidor que sufre las colas en Pdval, Mercal o supermercados, donde la escasez de productos en determinados rubros alimenticios es crítica y la diferencia entre el dólar oficial y el paralelo hace que haya que replantearse el modelo político y económico, tratando de sumar y no restar, de incorporar a la totalidad de los ciudadanos en la lucha contra la inflación, partiendo de la solidaridad y apoyo que debe prestársele a la pequeña y mediana empresa criolla. La hoja de ruta debe crear empleo, por encima de los intereses de otras latitudes, suministrar los dólares indispensables para los insumos y garantizar el suministro de productos básicos que nos aseguren una calidad de vida, para concentrarnos no en la búsqueda incesante de alimentos, sino en el trabajo productivo y la convivencia.
El salario mínimo no alcanza para comprar la canasta alimentaria familiar, la salida no puede ser la destrucción de la producción nacional y esta exagerada dependencia de las importaciones, más bien habría que hacer un giro estratégico de significación para reducir la ineficiencia. La más reciente encuesta IVAD señala que el 67,5% de los consultados tiene una percepción negativa sobre la situación económica, sin embargo el régimen no quiere pagar el precio político de abandonar el socialismo del siglo XXI, cuando llegó el momento de reducir las alcabalas en Cadivi, los puertos y las guías en el transporte de alimentos. Si el Gobierno responsabiliza a quien le está sacando las patas del barro se hundirá más, estamos de acuerdo con las fiscalizaciones realizadas en forma racional, pero no que su consecuencia sea acentuar la escasez. Nos explicamos: si el Indepabis revisa un galpón, cuyo contenido es para día y medio de suministros, no puede calificarlo de acaparamiento, falta una dosis extraordinaria de sentido común, trabajo en equipo y ganas de resolver. No hay conspiración económica, sino que la realidad aplasta al régimen.
Se le ofreció a la población cambios espectaculares y con el subsidio de los altos precios del petróleo se crearon misiones, se regaló hacia afuera y hacia adentro y se provocó una desmotivación, donde muchos se plantearon que les correspondía una parte del botín de los hidrocarburos. En dos platos, se aferran a la ideología, pero surge en el horizonte una inmensa maraña de improvisación y corrupción.
Las autoridades deben ponerse en la piel de un consumidor que sufre las colas en Pdval, Mercal o supermercados, donde la escasez de productos en determinados rubros alimenticios es crítica y la diferencia entre el dólar oficial y el paralelo hace que haya que replantearse el modelo político y económico, tratando de sumar y no restar, de incorporar a la totalidad de los ciudadanos en la lucha contra la inflación, partiendo de la solidaridad y apoyo que debe prestársele a la pequeña y mediana empresa criolla. La hoja de ruta debe crear empleo, por encima de los intereses de otras latitudes, suministrar los dólares indispensables para los insumos y garantizar el suministro de productos básicos que nos aseguren una calidad de vida, para concentrarnos no en la búsqueda incesante de alimentos, sino en el trabajo productivo y la convivencia.
El salario mínimo no alcanza para comprar la canasta alimentaria familiar, la salida no puede ser la destrucción de la producción nacional y esta exagerada dependencia de las importaciones, más bien habría que hacer un giro estratégico de significación para reducir la ineficiencia. La más reciente encuesta IVAD señala que el 67,5% de los consultados tiene una percepción negativa sobre la situación económica, sin embargo el régimen no quiere pagar el precio político de abandonar el socialismo del siglo XXI, cuando llegó el momento de reducir las alcabalas en Cadivi, los puertos y las guías en el transporte de alimentos. Si el Gobierno responsabiliza a quien le está sacando las patas del barro se hundirá más, estamos de acuerdo con las fiscalizaciones realizadas en forma racional, pero no que su consecuencia sea acentuar la escasez. Nos explicamos: si el Indepabis revisa un galpón, cuyo contenido es para día y medio de suministros, no puede calificarlo de acaparamiento, falta una dosis extraordinaria de sentido común, trabajo en equipo y ganas de resolver. No hay conspiración económica, sino que la realidad aplasta al régimen.
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