RICARDO GIL OTAIZA| EL UNIVERSAL
viernes 27 de septiembre de 2013 12:00 AM
Acabo de leer un tweet que me llegó de un diario nacional, cuyo contenido me hizo entrar en reflexiones de carácter filosófico y desviarme del tema que pensaba escribir. Esto dice el texto: "Diosdado Cabello: La política revolucionaria tiene un alto nivel de ética". De inmediato saltó a mi memoria unas palabras básicas, elementales, que alguna vez leyera en el libro Ética para Amador (1991), de Fernando Savater, que a mi entender dice de manera sencilla y al alcance de todos (sobre todo de los jóvenes, a quienes está dirigido este texto convertido ya en un clásico) lo que implica el vocablo "ética" para este celebérrimo autor ibérico: "De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman ética". Más de veinte años después, el mismo Savater en su libro Ética de urgencia (2012), afina un tanto más la sensibilidad y nos habla a los hombres maduros de hoy (ya no los jóvenes lectores de su libro de ayer), y nos dice cosas como esta: "La reflexión ética pretende ayudarnos a entender cómo podemos ayudarnos los unos a los otros a convivir mejor, a disfrutar de la mejor vida posible". Más adelante agrega contundente: "La tarea democrática no es corregir la naturaleza humana, ni su inclinación a las trampas, sino crear una sociedad que nos asegure que los comportamientos antisociales no van a quedarse sin castigo". No difiere mucho Savater de lo que solía expresar mi abuela (que no era filósofa, pero sí una matrona): "Hay vivir y saber vivir".
Me llama poderosamente la atención la manera cómo los políticos batuquean la ética a su conveniencia, sin importarles lo que subyace en el fondo de las ideas y de los conceptos. Suelen enarbolar la bandera de lo moral como mero artilugio, erigiéndose así en voceros de vocablos que en sus labios lucen irónicos, sarcásticos y hasta burlones, sin detenerse por un instante a reflexionar si con tales intervenciones le dan soporte a sus expresiones (a veces meras lucubraciones), o si sólo les sirven para darle de vez en cuando fresco al aliento, o salir de la consabida modorra mental.
En el famoso texto Hacia una ética mundial. Declaración del parlamento de las religiones del mundo, editada por el teólogo alemán Hans Küng (de la misma escuela de Benedicto XVI, aunque opuesto a seguir los lineamientos vaticanos), y Kart-Josef Kuschel, ambos catedráticos de la Universidad de Tubinga, nos plantea ir más allá de la ética como lista de valores que todos asociamos con el bien y con la vida (la cartilla que solemos guindar en pendones), pero que jamás internalizamos y nunca ponemos en práctica. En su lugar, los religiosos nos proponen el vocablo griego ethos, que sin bien desde el punto de vista etimológico vendría a ser equivalente al vocablo "ética", supone ir más allá de la simple declaración de principios y de valores, para adentrase en el campo de su puesta en práctica en nuestras vidas como aquello que subyace en nosotros y que se traduce en un comportamiento profundamente consustanciado con la propia esencia del Ser en plena correspondencia con los otros. Sobre la base de esta argumentación, hacen distinción entre la ética y la moral, para aclarar que "Ética alude a la primordial actitud ética de los hombres, mientras que Moral se remite a la doctrina filosófica o teológica de las actitudes, valores y normas de contenido ético". En suma, nos proponen un vocablo compuesto Welethos (alemán y griego), que traducido al español quiere decir "ética mundial".
Entre tantas consideraciones esbozadas por los representantes de todas las religiones del mundo en este histórico documento, hay un párrafo que merece ser citado por elocuente y universal: "Cuando los políticos mienten abiertamente a su pueblo, cuando son culpables de la manipulación de la verdad, de la corrupción o de una desmedida política de abuso del poder tanto en el interior como en el exterior, pierden su credibilidad y no merecen más que perder sus cargos y sus electores". Cuando leo la palabra ética en un contexto como el citado al comienzo de este artículo, por parte de un político tan "emblemático", no puedo hacer otra cosa sino asquearme hasta la náusea al contrastar los casi tres lustros de supuesta "revolución", con la honda significación de un hecho filosófico, que busca desentrañar el "saber vivir" (como queda dicho) y los resultados hasta ahora obtenidos.
Más que la mera declaración de una ética oficiosa (y oficialista), transformada en letra muerta en todos los órdenes de la vida de este pueblo, requerimos de un ethos, que nos permita de veras solazarnos en una praxis política traducida en respeto, en tolerancia y en la búsqueda incesante de la verdad. Y no como aquí ocurre: en la mentira, en el abuso, en el odio y en la destrucción. ¡Qué grandes quedan a veces las palabras en boca de unos cuantos! Los tweets aguantan todo.
Me llama poderosamente la atención la manera cómo los políticos batuquean la ética a su conveniencia, sin importarles lo que subyace en el fondo de las ideas y de los conceptos. Suelen enarbolar la bandera de lo moral como mero artilugio, erigiéndose así en voceros de vocablos que en sus labios lucen irónicos, sarcásticos y hasta burlones, sin detenerse por un instante a reflexionar si con tales intervenciones le dan soporte a sus expresiones (a veces meras lucubraciones), o si sólo les sirven para darle de vez en cuando fresco al aliento, o salir de la consabida modorra mental.
En el famoso texto Hacia una ética mundial. Declaración del parlamento de las religiones del mundo, editada por el teólogo alemán Hans Küng (de la misma escuela de Benedicto XVI, aunque opuesto a seguir los lineamientos vaticanos), y Kart-Josef Kuschel, ambos catedráticos de la Universidad de Tubinga, nos plantea ir más allá de la ética como lista de valores que todos asociamos con el bien y con la vida (la cartilla que solemos guindar en pendones), pero que jamás internalizamos y nunca ponemos en práctica. En su lugar, los religiosos nos proponen el vocablo griego ethos, que sin bien desde el punto de vista etimológico vendría a ser equivalente al vocablo "ética", supone ir más allá de la simple declaración de principios y de valores, para adentrase en el campo de su puesta en práctica en nuestras vidas como aquello que subyace en nosotros y que se traduce en un comportamiento profundamente consustanciado con la propia esencia del Ser en plena correspondencia con los otros. Sobre la base de esta argumentación, hacen distinción entre la ética y la moral, para aclarar que "Ética alude a la primordial actitud ética de los hombres, mientras que Moral se remite a la doctrina filosófica o teológica de las actitudes, valores y normas de contenido ético". En suma, nos proponen un vocablo compuesto Welethos (alemán y griego), que traducido al español quiere decir "ética mundial".
Entre tantas consideraciones esbozadas por los representantes de todas las religiones del mundo en este histórico documento, hay un párrafo que merece ser citado por elocuente y universal: "Cuando los políticos mienten abiertamente a su pueblo, cuando son culpables de la manipulación de la verdad, de la corrupción o de una desmedida política de abuso del poder tanto en el interior como en el exterior, pierden su credibilidad y no merecen más que perder sus cargos y sus electores". Cuando leo la palabra ética en un contexto como el citado al comienzo de este artículo, por parte de un político tan "emblemático", no puedo hacer otra cosa sino asquearme hasta la náusea al contrastar los casi tres lustros de supuesta "revolución", con la honda significación de un hecho filosófico, que busca desentrañar el "saber vivir" (como queda dicho) y los resultados hasta ahora obtenidos.
Más que la mera declaración de una ética oficiosa (y oficialista), transformada en letra muerta en todos los órdenes de la vida de este pueblo, requerimos de un ethos, que nos permita de veras solazarnos en una praxis política traducida en respeto, en tolerancia y en la búsqueda incesante de la verdad. Y no como aquí ocurre: en la mentira, en el abuso, en el odio y en la destrucción. ¡Qué grandes quedan a veces las palabras en boca de unos cuantos! Los tweets aguantan todo.
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