RAFAEL BELLO ROSAL| EL UNIVERSAL
lunes 23 de septiembre de 2013 12:00 AM
Muchos de ustedes conocerán la parábola de la rana hervida, pero me permitiré refrescarla para quienes no la conocen. Se trata de un experimento muy sencillo: si usted mete una rana en una olla con agua hirviendo, la rana saltará inmediatamente; si por el contrario, lo hace en una olla con agua fría, ésta se quedará cómodamente y usted podrá ir aumentando la temperatura del agua poco a poco hasta que hierva, pasado unos minutos la rana morirá sin darse cuenta.
Esta parábola refleja nuestra situación como país; con un promedio de 100 muertes semanales, una inflación que supera el 30%, un clima de inestabilidad política constante, un sector empresarial deteriorado y sin posibilidad de generar empleos, unos niveles de escasez inimaginables, con el secuestro de las instituciones y un sistema electoral que hace el mejor esfuerzo para hacerle sentir a sus ciudadanos que su expresión es tergiversada en el camino. Con esa descripción, cualquier país estaría a punto de un colapso social, con gente colmando las calles con protestas y los ojos del mundo volteados hacia su situación.
Pero en nuestro caso la reacción es distinta. La pasividad, la indiferencia y el oportunismo han hecho que volteemos la cara, cerremos los ojos o nos pongamos lentes oscuros para disfrazar nuestra realidad y evadir la responsabilidad que tenemos como ciudadanos. Entender que el presente de este país depende de nosotros y no del próximo proceso electoral es sin duda un paso que debemos dar, lo más rápido posible, si es que queremos detener nuestro descenso frenético en este abismo. Nos tocará entender que ya no seremos rescatados por el imperio, que construir una opción que aglutine una mayoría no será posible si seguimos viéndonos el ombligo, defendiendo nuestros miopes intereses personales... En fin, si seguimos haciendo lo mismo.
En poco menos de 3 meses estaremos nuevamente frente a las urnas y al parecer, hemos estado cómodamente flotando en una olla con agua fría mientras el Gobierno le sube la temperatura y nosotros sencillamente nos acostumbramos. Todo apunta a que muy pronto herviremos, si no es que ya lo hicimos. Muy triste, pero nos estamos convirtiendo en un país de "ranas hervidas".
Esta parábola refleja nuestra situación como país; con un promedio de 100 muertes semanales, una inflación que supera el 30%, un clima de inestabilidad política constante, un sector empresarial deteriorado y sin posibilidad de generar empleos, unos niveles de escasez inimaginables, con el secuestro de las instituciones y un sistema electoral que hace el mejor esfuerzo para hacerle sentir a sus ciudadanos que su expresión es tergiversada en el camino. Con esa descripción, cualquier país estaría a punto de un colapso social, con gente colmando las calles con protestas y los ojos del mundo volteados hacia su situación.
Pero en nuestro caso la reacción es distinta. La pasividad, la indiferencia y el oportunismo han hecho que volteemos la cara, cerremos los ojos o nos pongamos lentes oscuros para disfrazar nuestra realidad y evadir la responsabilidad que tenemos como ciudadanos. Entender que el presente de este país depende de nosotros y no del próximo proceso electoral es sin duda un paso que debemos dar, lo más rápido posible, si es que queremos detener nuestro descenso frenético en este abismo. Nos tocará entender que ya no seremos rescatados por el imperio, que construir una opción que aglutine una mayoría no será posible si seguimos viéndonos el ombligo, defendiendo nuestros miopes intereses personales... En fin, si seguimos haciendo lo mismo.
En poco menos de 3 meses estaremos nuevamente frente a las urnas y al parecer, hemos estado cómodamente flotando en una olla con agua fría mientras el Gobierno le sube la temperatura y nosotros sencillamente nos acostumbramos. Todo apunta a que muy pronto herviremos, si no es que ya lo hicimos. Muy triste, pero nos estamos convirtiendo en un país de "ranas hervidas".
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