Friday, October 4, 2013

El robo de un camión

En: Recibido por email
 
Eduardo Fernández 

Ocurrió hace algunos días. Un camión cargado de carne, importada de Colombia, chocó contra un elevado en la urbanización Los Ruices, de Caracas. El conductor agonizaba al frente del volante y, mientras tanto, se desató un espectáculo dantesco: el saqueo de la mercancía. Nadie reparó en las condiciones del chofer herido de muerte. Más importante era participar en el pillaje

 

Ocurrió hace algunos días. Un camión cargado de carne, importada de Colombia, chocó contra un elevado en la urbanización Los Ruices, de Caracas. El conductor agonizaba al frente del volante y, mientras tanto, se desató un espectáculo dantesco: el saqueo de la mercancía. Nadie reparó en las condiciones del chofer herido de muerte. Más importante era participar en el pillaje.


Testigos presenciales me han comentado que no se trataba de lo que se ha llamado "hurto famélico"; es decir, el robo que se produce por la desesperación del hambre y de la necesidad. No. En este caso se trataba de motorizados, conductores y pasajeros de vehículos que no parecían al borde de la miseria ni mucho menos. Era una ocasión para el robo y el desenfreno; además, hecho con desparpajo y complicidad colectiva.


Ante semejante espectáculo, tenemos que preguntarnos: ¿qué nos está pasando?, ¿qué nos está ocurriendo como individuos, como ciudadanos, como miembros de una sociedad que se supone civilizada? Es la pérdida absoluta de valores fundamentales para la convivencia humana. Es la disposición a pasar por encima de todos los principios cuando se presenta la ocasión de robar, de saquear, de desconocer las normas de solidaridad humana, de misericordia y de amor al prójimo.


¿Dónde queda el concepto de integridad personal? ¿Dónde queda el mandamiento que nos ordena no robar? ¿Qué ha pasado con lo que antes nos enseñaban en la familia, en la escuela, en la iglesia, en el ejemplo de nuestros mayores? No puedo dejar de pensar en la fiesta montada por alguno de los saqueadores, con tremenda parrilla, en la que además se celebre como una gracia el robo de un pedazo de carne y la oportunidad caída del cielo que se presentó para hacerlo.


"Algo está podrido en el estado de Dinamarca", dice Shakespeare en Hamlet. Con profundo dolor, tengo que decir: "Algo está podrido en el estado de Venezuela" cuando somos testigos indiferentes ante un acto tan salvaje y tan bárbaro. Además, no es la primera vez que ocurre. Sabemos el horror que significa accidentarse en cualquier autopista o carretera venezolana.


Lo que ocurrió en Los Ruices puede ser premonitorio. Venezuela está en la antesala de tiempos muy conflictivos. ¿Y el Gobierno? ¡Bien, gracias! ¿Y el resto de la sociedad? ¡Bien, gracias! 

 

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