EN: Recibido por email
Gran Bretaña tiene la oportunidad de ubicarse a la vanguardia
de la próxima etapa del desarrollo europeo
Gordon Brown
El País
Junio 15, 2016
http://elpais.com/elpais/2016/06/14/opinion/1465924487_709854.html
¿Puede el Reino Unido reconciliarse con ser parte de Europa? A juzgar por los recientes titulares de los periódicos británicos relacionados con el referéndum del 23 de junio para mantener o no como miembro de Unión Europea, la respuesta parece ser un rotundo "no". Quienes están a favor de abandonar la UE han basado su campaña en el miedo a la inmigración fuera de control y a un torrente de supuestos peligros —que llegarían por barco o por bomba— para la forma de vida británica. Sus oponentes, que desean que el Reino Unido continúe siendo parte de Europa, destacan otro temor: la pérdida de empleos que dependen del comercio europeo. La retórica vacía de estas plataformas ha expuesto visiones conflictivas del mundo. Quienes están a favor de abandonar la UE conjuran el espíritu de Dunkerque en 1940: una nación que se yergue sola, inmune a las flotas y los ejércitos invasores, manteniendo siempre una feroz independencia frente a Europa. En teoría, la campaña a favor de permanecer representa a una Gran Bretaña diferente: con una mirada hacia el exterior, involucrada y orientada hacia lo internacional. Pero el Partido Conservador está terriblemente dividido sobre esta cuestión y muchos de sus voceros se han encogido bajo el fuego de los hostiles medios euroescépticos. En consecuencia, a menudo parecen promover una relación a medias con Europa: una Gran Bretaña semiseparada, en vez de completamente involucrada.
Aún no se ha propuesto una justificación positiva, progresista y basada en principios para la pertenencia británica en la UE. Los argumentos positivos son las flechas más afiladas en el carcaj de quienes desean que Gran Bretaña continúe en Europa. Para cubrir las necesidades y aspiraciones de los británicos en el siglo XXI debemos desprendernos del pasado, reconocer que el presente está definido por la globalización y que el futuro está lleno de oportunidades. Nuestra creciente interdependencia sugiere la necesidad de una mayor cooperación y coordinación internacional, y eso es precisamente lo que ofrece la UE. Debido a que los votantes a favor de abandonarla perciben la globalización como un riesgo, buscan protección y aislamiento y exigen que volvamos a tener el "control" en casa. Una encuesta reciente —aunque no necesariamente representativa— halló que el 43% de quienes están decididos a votar lo harían a favor de abandonar la UE para recuperar el control para el Reino Unido, incluso si su situación financiera empeorase a causa de ello. Solo el 23 % no lo hizo.
Se podría perdonar a un observador casual por pensar que es imposible forjar un consenso nacional posreferéndum para un futuro europeo, pero existe una manera de avanzar. Debemos comenzar por reconocer que en un mundo cada vez más integrado e interdependiente, cada país debe encontrar el equilibrio adecuado entre la autonomía nacional que desea y la cooperación internacional que necesita. Gran Bretaña no debiera tener que elegir entre dos absolutos: la autonomía total, que subestimaría la necesidad de cooperar con nuestros vecinos más cercanos, y la integración completa en un súper Estado europeo, que no tendría en cuenta la sostenida importancia de las identidades nacionales y la toma de decisiones a ese nivel. Una cuestión tras otra, existe una manera de avanzar que hará que tanto Gran Bretaña como Europa sean más competitivas, democráticas y responsables. Si podemos mostrar que es posible mejorar las oportunidades, la imparcialidad, la seguridad y la prevención en Europa —y que podemos estar orgullosos de ser líderes en la agenda de reformas de la UE— es posible que comience a surgir un consenso británico.
Consideremos la economía. Si equilibra la autonomía y la cooperación, Gran Bretaña podría crear 500.000 puestos de trabajo adicionales durante la próxima década. Debido a que no ha adoptado el euro, el Reino Unido mantuvo su autonomía para fijar las tasas de interés; pero la integración con el Mercado Común Europeo ha generado claras ganancias en términos de crecimiento y empleo. De manera similar, si Gran Bretaña fuera a liderar los esfuerzos para establecer un entorno de competencia equitativo para los sectores digital, energético y de servicios —especialmente los servicios financieros— podría garantizar una mayor competitividad para Europa en su conjunto. Las reformas económicas son solo el principio.
Gran Bretaña puede y debe promover una agenda que aborde las cuestiones de la eficiencia energética (a través de una unión energética y ambiental), la fiscalidad equitativa (mediante un plan que se ocupe de los paraísos fiscales) y la seguridad (con la obtención de más información de inteligencia transfronteriza y aumentando la vigilancia contra el terrorismo y la inmigración ilegal). El proyecto británico para reformar Europa debiera ser audaz y tener visión de futuro, reconociendo la dimensión social del mercado común y profundizando la colaboración paneuropea en la investigación científica. Si abrazamos la realidad de que podemos lograr más con la cooperación que con el aislamiento, ese proyecto podría convertirse en la agenda para que el Reino Unido ejerza la presidencia de la UE en 2017 y marcar el comienzo de una época de mayor participación transfronteriza. También podríamos aprovechar este momento de liderazgo para fomentar un enfoque más cooperativo para el desarrollo internacional y la resolución de conflictos, que incluya un moderno Plan Marshall impulsado por Europa para África del Norte y Oriente Medio. Gran Bretaña tiene la oportunidad de ubicarse a la vanguardia de la próxima etapa del desarrollo europeo.
Durante el último medio siglo posimperial, los británicos hemos luchado por encontrar un papel que se ajuste a nuestro sentido del destino. A través de la participación activa en Europa podemos mostrar que somos más que una mitad de la relación especial con América, más que un veintiochoavo de la alianza OTAN y mucho más que tan solo un miembro de una UE que no deja de crecer. El 23 de junio debemos demostrar que el futuro británico reside en liderar Europa, no en abandonarla.
Traducción al español por Leopoldo Gurman. Copyright: Project Syndicate, 2016. www.project-syndicate.org
James Gordon Brown (Glasgow, Escocia. 1951). Estudió educación elemental en el Kirkcaldy High School. De joven, en un accidente de rugby, quedó ciego de un ojo por desprendimiento de retina. En 1967 dio inicio a sus estudios de Historia en la Universidad de Edimburgo, donde comenzó su vida política, como presidente del club laborista.
Con apenas veintiún años y mientras estudiaba para su doctorado, lo eligieron como rector de la Universidad de Edimburgo, cargo que ocupó hasta 1975. Desde entonces trabajó como profesor universitario y periodista hasta 1983, cuando pasó a dedicarse de lleno a la política, al ingresar como diputado a la Cámara de los Comunes del parlamento británico. En 1986 publicó una biografía sobre el político laborista James Maxton.
Su ascenso dentro del laborismo también fue vertiginoso, llegando a ser portavoz de la oposición sobre Comercio e Industria (1989-92) y Hacienda (1992-97). Como ministro de Hacienda, el país tuvo el más largo período de crecimiento económico de los últimos dos siglos, a pesar de grandes obstáculos a nivel global, como la crisis financiera asiática, el estallido de la "burbuja punto com" y los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. En medio del caos mundial, la economía británica se caracterizó por una muy baja inflación -como promedio 2,5% anual desde que Brown llegó al cargo- y por los más bajos niveles de desempleo desde a mediados de los años 70. Muchos economistas consideraron que gran parte de esa sorprendente estabilidad se debe a su decisión, en la primavera de 1997, de proclamar la independencia del Banco de Inglaterra, que a partir de ese momento pudo establecer las tasas de interés sin interferencia del gobierno. Los críticos opinan que gran parte de su éxito se debe a que heredó una economía fuerte de los gobiernos conservadores de Margaret Thatchery John Major.
Gordon Brown anunció oficialmente en mayo de 2007 su
candidatura para suceder a Tony Blair como líder del Partido Laborista y Primer Ministro del Reino Unido. Hizo pública su intención poco después de que el propio Blair le diera su apoyo explícito para reemplazarlo al frente del Gobierno. El 24 de junio de 2007, en Manchester, Tony Blair entregó la jefatura a Brown; tres días antes de convertirse en Primer Ministro del Reino Unido de Inglaterra e Irlanda del Norte cuando fue nombrado primer ministro por la reina Isabel II. Dimitió como líder laborista el 10 de mayo de 2010 tras perder las elecciones generales. Un día después, presenta su dimisión como primer ministro.
No comments:
Post a Comment