Manuel Felipe Sierra
6 Septiembre, 2013
A seis meses del fallecimiento de Hugo Chávez, caben algunas observaciones: 1) Si bien el mandatario en diciembre de 2012 había dejado una hoja de ruta en caso de su fallecimiento que incluía la candidatura de Nicolás Maduro, ésta fue alterada con la decisión del TSJ, que obvió la Constitución en el sentido de encargar al presidente de la AN para el manejo del tránsito hacia nuevas elecciones y dejó a Maduro como vicepresidente y candidato.
3) Maduro fue juramentado bajo la sombra de la ilegitimidad e inició un mandato lleno de interrogantes. A estas alturas, gracias a una acción diplomática amparada en el legado de Chávez, ha logrado el reconocimiento internacional y, en lo interior, el llamado “Gobierno de calle”, y algunas medidas en económicas y otros anuncios han logrado posicionarlo de tal manera que la impugnación opositora ha perdido fuerza y cedido ante la expectativa de las elecciones municipales.
4) Si bien Maduro apela al discurso radical del chavismo originario para galvanizar las tendencias que conviven en su seno, está obligado a un viraje en la política económica como única manera de evitar un creciente y generalizado malestar. Salvo algunos gestos retóricos, todo indica que ello no ocurrirá. Por el contrario, su reacción ante el “golpe eléctrico” y el guión cubano del “magnicidio” indican que no asume las nuevas circunstancias.
5) La MUD concentra sus esfuerzos en las elecciones del 8-D, pero en este caso una victoria en votos como ocurrió en los comicios parlamentarios de 2010 aunque no se traduzca en el número de alcaldías le permitiría persistir en la acumulación de fuerzas, una política que ha sido correcta, pero que ahora enfrenta el reto de una situación compleja que puede desatar dinámicas impredecibles. Mientras tanto, sus voceros repiten la denuncia sin presentar ofertas alternativas y sin demostrar mayor vinculación con la conflictividad social. Uno y otro bando actúan como si Chávez no hubiese muerto hace seis meses.
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