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Asdrubal Aguiar
El embajador ante la OEA, Roy Chaderton, afirma que con la salida de Venezuela
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos se desmonta “el aparato de
desestabilización, de procesamiento selectivo y politizado del tema de los
derechos humanos”. Sostiene que no funcionó “para ocuparse, masivamente, como
debió haberlo hecho, de la violación de los derechos humanos durante la IV
República”.
Se trata, por lo visto, de las declaraciones de un incorregible
caradura. Sabe éste, pues sirve como director de política exterior durante el
gobierno de Herrera (1979-1983) luego de trabajarle a CAP I en Bélgica y Nueva
York (1974-1979), que en estos gobiernos es cuando apenas se ratifica el ingreso
de nuestro país a la Convención Americana de DD HH y entra en vigor. Y se
complace entonces al cooperar como diplomático en la elección del reconocido
jurista venezolano Pedro Nikken, juez de la primera Corte y su
presidente.
Por lo mismo, es al gobierno de Lusinchi (1984-1989) al que le
corresponde pasar por las “horcas caudinas” de la Convención, la Comisión y la
Corte Interamericanas, sitas en Washington y Costa Rica. Le meten el diente a la
masacre de El Amparo y Venezuela nunca amenaza con desconocerlas. Entre tanto
Chaderton, caradura, disfruta como embajador ante el Reino de
Noruega.
Llegado CAP II (1989-1993) le sirve con obsecuencia. Es su director
general de Política Internacional y luego embajador en Canadá, nada menos.
Mientras tanto dichos órganos supranacionales se ocupan de responsabilizar al
gobierno del que participa por El Caracazo y las muertes en el Retén de Catia; y
bajo instrucciones presidenciales, además, gestiona los votos en la Organización
de Estados Americanos (OEA) para que quien esto escribe sea electo juez de la
Corte de San José y suceda al fallecido constitucionalista Orlando Tovar
Tamayo.
Más tarde será CAP quien acuda a la Comisión que antes lo tiene bajo
la mira, para protegerse de un Poder Judicial que juzga de parcializado y le
derroca. Pero Chaderton sigue en ascenso. Actúa como vicecanciller con Caldera
II (1994-1999) y se muestra incómodo por la severidad de la propia Comisión en
el manejo de los casos que afectan a los gobiernos de Lusinchi y CAP II. Pero no
le incomoda la elección de don Alirio Abreu a la Corte, creador de nuestra
Justicia de Paz. Y cuando la Comisión le pide explicaciones a Caldera por el
caso personal de CAP o el de los banqueros prófugos, el caradura se atosiga,
pero para sus adentros.
Así las cosas, silencioso y distante como el “diente
roto” del cuento de Pedro Emilio Coll, logra se le premie como embajador en
Londres. Desde allí habla mal y mal, le cae el candidato Hugo Chávez, pues desde
su meliflua pose lo desprecia. Le mira como a un “pata en el suelo”.
Algo
ocurre entre ambos, no obstante, en 1998, bajo la neblina británica. Emerge la
traición contra sus amistades de la IV. Le filtra documentos de Estado al
exgolpista y escupe la confianza de quien le forma (Caldera I, 1969-1973)
destinándole a las embajadas de Polonia y Alemania.
Lo cierto es que la
República civil, desde mucho antes y en los períodos de Rómulo Betancourt
(1945-1948/1959-1963) adhiere a las reglas de la OEA sobre derechos humanos y
apoya a su órgano fundacional, la Comisión, que nos vigila desde entonces sin
concesiones, como exigencia de nuestro compromiso y coherencia con los
postulados de la democracia. Rómulo Gallegos será su primer presidente y lo
heredan, para honor de Venezuela, el jurista y antiguo magistrado de la Corte de
La Haya, Andrés Aguilar Mawdsley; el sociólogo y abogado Marco Tulio Bruni
Celli; y el constitucionalista Carlos Ayala Corao. Todos a uno admirados por
Chaderton, como se creía, quien con aguante digno de mejor causa ocultó su
personalidad hasta que la revolución lo saca del closet.
Chávez lo premia y
le encomienda ser su embajador en Colombia y ante las Farc. Sucesivamente le
nombra canciller de la República, embajador en Francia, en México, y en la OEA,
hasta que lo hace elegir diputado del marxista Psuv luego de haberse predicado
católico y copeyano durante casi 40 años. Y calla que la misma Comisión protege
a su ahora protector fallecido, el 11 de abril; quien al caso es llamado al
botón interamericano por tres situaciones emblemáticas durante su mandato: la
destitución ilegal de jueces y el uso de éstos para perseguir a disidentes; la
agresión a medios y periodistas; las ejecuciones extrajudiciales por la policía
y el horror de nuestras cárceles. Son apenas 14 las sentencias que tienen por
demandada a Venezuela, de las 261 dictadas por la Corte. Y es quizás, por ello,
que Chaderton apoya nuestro retiro de la Corte, por haber omitido
investigarlo. !Pobre Maduro, no sabe lo que le espera!
Publicado en Diario
Panorama
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