Sunday, September 1, 2013

El retorno del fantasma de Irak

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Eduardo Suárez

El Mundo

Agosto 30, 2013


http://www.elmundo.es/elmundo/2013/08/30/internacional/1377832012.html


Unas horas antes del inicio de la invasión de Irak,
Tony Blair sometió la intervención de Reino Unido en la guerra al criterio de los diputados británicos y ganó la votación con la oposición de la izquierda laborista pero con el respaldo de 412 miembros del Parlamento: 140 más de los que apoyaron este jueves la moción sobre Siria de su sucesor conservador.

Entonces
David Cameron era un joven diputado tory al que le quedaban dos años para lograr el liderazgo del partido. Acababa de nacer el hijo cuya muerte lloraría antes de ser elegido primer ministro y aquel día de marzo llegó a los Comunes decidido a escuchar los argumentos que Blair presentaba sobre Irak.

Al igual que muchos de sus colegas conservadores,
Cameron votó a favor de la invasión y su voto le persiguió durante años como la prueba de su condición de admirador de Blair y político poco de fiar. Pero aquel episodio ha moldeado su gestión de la crisis generada por el ataque químico de Siria, que ha desembocado en el humillante rechazo de una moción que había suavizado de antemano para contentar a la oposición.

El fantasma de Irak ha envenenado el debate sobre Siria.

Y no sólo en el Reino Unido sino en la ONU, en Oriente Próximo y en la Casa Blanca, cuyo inquilino construyó su perfil como aspirante a la presidencia sobre su oposición a la guerra contra Sadam.

Lo primero que cabe decir es que Siria no es Irak por muchos motivos. Sus armas químicas no son una entelequia de los servicios de espionaje sino una herramienta mortífera en un conflicto en el que la Casa Blanca siempre se ha resistido a intervenir. Al contrario que su predecesor, Obama nunca se ha planteado una invasión terrestre. Ni siquiera una zona de exclusión aérea al

estilo de Libia para arropar a unos rebeldes en los que el presidente no confía por sus facciones islamistas y su desorganización.

Y sin embargo el fantasma de Irak sigue pesando en el modus operandi de la Casa Blanca, que ha hecho lo posible por abordar el problema planteado por el ataque químico de Guta enfatizando las consultas con sus aliados y sentando las bases para una operación multilateral. Obama ha conversado estos días con los primeros ministros de Australia, Canadá y el Reino Unido, con la canciller Ángela Merkel y con el presidente francés François Hollande. Pero ninguno ha llegado lo suficientemente lejos como para aportar tropas al ataque. Quizá porque desconfían de las conclusiones del informe que podría demostrar el uso de armas químicas y cuya versión expurgada se dispone a presentar Estados Unidos hoy.

La credibilidad del espionaje estadounidense es otro de los daños colaterales de la invasión de Irak. Sólo así cabe explicar el malestar de los 140 congresistas estadounidenses que han reclamado a Obama una votación para dar luz verde al ataque contra Siria y la decisión de los 285 diputados británicos que han votado en contra de la intervención.

Conservadores y laboristas británicos desconfían de la argumentación jurídica que justifica un ataque sin Naciones Unidas y del informe que asegura que el régimen sirio ha usado armas químicas hasta 14 veces en apenas un año. Unos reparos cuyo origen cabe encontrarlo en los manejos del fiscal general británico Lord Goldsmith hace una década y en el dossier de inteligencia que Downing Street cocinó unos días antes de lanzar el ataque a Bagdad.


La influencia de Teherán



El precedente de Irak pesa también sobre los gobiernos de países como Israel o Turquía, temerosos de los problemas que un ataque como el que plantea Obama puede tener para la estabilidad de la región. Los tratados obligan a Estados Unidos a defender a ambos países en caso de cualquier represalia de Damasco. Pero el principal temor de sus gobiernos es la influencia creciente del régimen iraní.

Teherán observa la reacción del Gobierno de Estados Unidos con la vista puesta en su programa nuclear. Es consciente de que Obama interviene a regañadientes en Siria. Pero sus líderes quieren saber hasta qué punto es capaz de implicarse en la región.

Se trata de conocer el valor de las palabras de Obama, cuyas

líneas rojas incluyen el uso de armas químicas en Siria pero también el desarrollo del arma nuclear del régimen iraní, cuyo nuevo presidente acaba de lanzar una propuesta de diálogo que la Casa Blanca por ahora sigue sin responder.

En ningún lugar está tan presente el espectro de la guerra de hace 10 años como en Irak, en cuyas calles crece la violencia sectaria y cuyo Gobierno es cada vez más deudor de la influencia iraní. Una deriva en la que algunos expertos quieren ver el inicio de un conflicto regional entre chiíes y suníes o una pugna estratégica entre Irán y Arabia Saudí.

Obama aspira a que el ataque a Siria sea "limitado y a medida", centrado en lanzar un mensaje al régimen y no en derrocar a Asad. Pero tanto los congresistas como la opinión pública estadounidense desconfían de sus palabras por miedo a que el bombardeo sea el inicio de otra intervención indefinida en una región donde el presidente se había comprometido a abordar un repliegue estratégico antes de su reelección.

Si el presidente no ha actuado antes en Siria pese a la insistencia de turcos y saudíes, es por su

desconfianza hacia los rebeldes y por su temor a gestionar una posguerra tan desastrosa como la iraquí. Su intención inicial en este segundo mandato nunca fue embarcar a Estados Unidos en aventuras bélicas en el extranjero sino dedicar todos sus recursos a iniciativas domésticas como la reforma migratoria o el despegue económico después de la gran recesión. Ahora deberá enfrentarse en el peor momento posible al problema que ha esquivado durante dos años y deberá hacerlo solo por el fantasma de Irak.

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