Editorial de www.analítica.com
La
decisión no es más que otro de los rimbombantes alardes de un gobierno
que comenzó en diciembre de 1998 con un hermoso y emocionante discurso
desde el Ateneo de Caracas y desde entonces ni ha encontrado el rumbo ni
atina a verificar cuál es ese rumbo
Son muchos los altos
funcionarios del Gobierno, del Presidente, el Vicepresidente y el
Canciller para abajo además de dirigentes del partido oficial PSUV, que
se han prodigado en explicaciones sobre el absurdo retiro de Venezuela
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, incluyendo el argumento
increíble de que el país estaba desprotegido por el organismo.
La realidad es que salirse de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos es un acto simbólico pero
necio. El Gobierno de Venezuela sigue violando derechos humanos a la
vista de todos y al mismo tiempo sigue siendo observado por organismos
internacionales a los cuales el país sigue estando afiliado. Quienes se
sientan afectados podrán seguir recurriendo a esas organizaciones, y el
prestigio de Venezuela y muy especialmente de su Gobierno se mantienen
en caída libre.
Maduro y el chavismo ni siquiera
fortalecen popularidad en los ciudadanos, porque el tema internacional
sigue siendo remoto -menos hoy en día que hace unos años, pero todavía
lejano y poco relevante- para millones de hombres y mujeres que padecen
día tras día de la crisis terrible de los servicios públicos, que son
avasallados, robados y asesinados por la delincuencia que baja en las
cifras pretendidamente solemnes del Gobierno, pero no en las oscuras y
destrozadas calles del país, que sueñan un futuro mejor pero no logran
avistarlo.
La decisión no es más que otro
de los rimbombantes alardes de un gobierno que comenzó en diciembre de
1998 con un hermoso y emocionante discurso desde el Ateneo de Caracas y
desde entonces ni ha encontrado el rumbo ni atina a verificar cuál es
ese rumbo. Sólo ha podido seguir pautas de una tiranía feroz que ha
sabido mantenerse en el poder a base de represión y propaganda, pero ha
sido incapaz en 14 años de alimentar y hacer al menos sonreír a su
pueblo. Por eso a Cuba y a los Castro tampoco les gusta la Corte
Interamericana de Derechos Humanos.
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