VÍCTOR SALMERÓN| EL UNIVERSAL
martes 1 de octubre de 2013 12:00 AM
El pasado miércoles, desde muy temprano, los asistentes del vicepresidente, Jorge Arreaza, notificaron a los periodistas que su jefe notificaría "anuncios económicos importantes". Luego se supo que solo habría una declaración desde la sede de la Vicepresidencia sin contestar ningún tipo de preguntas, como es de suponer en el caso de un general que libra una encarnizada "guerra económica".
Se esperaba entonces el inicio del desembarco, medidas de fuerza contra los capitalistas malvados, pero no fue así. Arreaza en tono solemne anunció un plan para que los empresarios puedan importar con menos trabas, entrega de dólares, ayuda para que las mercancías salgan más rápido de los puertos, en fin, acciones para hacerle la vida más fácil a la "burguesía importadora".
Incluso para que todos se explayen en las fiestas capitalistas afirmó que "estamos garantizando que durante los meses de noviembre y diciembre haya existencia de todos los productos navideños desde alimentos para hallacas, juguetes, nacimientos, árboles artificiales, la pintura".
Era la rendición, la muestra de que no hay tal guerra económica sino un país asfixiado por controles, burocracia y desequilibrios que disparan la inflación, frenan el crecimiento, generan escasez y amenazan con golpear severamente la calidad de vida.
Claro, había que continuar con el discurso que busca ganar tiempo, así que los anuncios para ayudar a los empresarios fueron leídos como el plan que el presidente, Nicolás Maduro, aprobó en la madrugada para enfrentar el tenebroso y silente saboteo económico.
El problema real es que el tiempo transcurre y no se toman medidas para atacar el desajuste. El tipo de cambio oficial está sobrevaluado 100%, el gasto del Gobierno supera en 15% del PIB al ingreso, el Banco Central imprime bolívares para financiar al Gobierno, la brecha entre el tipo de cambio oficial y el no oficial es de 600% y las reservas líquidas del BCV solo alcanzan para quince días de importaciones.
Nada se ha hecho para atender este cuadro. La olla podrida se destapará después de las elecciones de diciembre, si es que no explota antes.
Se esperaba entonces el inicio del desembarco, medidas de fuerza contra los capitalistas malvados, pero no fue así. Arreaza en tono solemne anunció un plan para que los empresarios puedan importar con menos trabas, entrega de dólares, ayuda para que las mercancías salgan más rápido de los puertos, en fin, acciones para hacerle la vida más fácil a la "burguesía importadora".
Incluso para que todos se explayen en las fiestas capitalistas afirmó que "estamos garantizando que durante los meses de noviembre y diciembre haya existencia de todos los productos navideños desde alimentos para hallacas, juguetes, nacimientos, árboles artificiales, la pintura".
Era la rendición, la muestra de que no hay tal guerra económica sino un país asfixiado por controles, burocracia y desequilibrios que disparan la inflación, frenan el crecimiento, generan escasez y amenazan con golpear severamente la calidad de vida.
Claro, había que continuar con el discurso que busca ganar tiempo, así que los anuncios para ayudar a los empresarios fueron leídos como el plan que el presidente, Nicolás Maduro, aprobó en la madrugada para enfrentar el tenebroso y silente saboteo económico.
El problema real es que el tiempo transcurre y no se toman medidas para atacar el desajuste. El tipo de cambio oficial está sobrevaluado 100%, el gasto del Gobierno supera en 15% del PIB al ingreso, el Banco Central imprime bolívares para financiar al Gobierno, la brecha entre el tipo de cambio oficial y el no oficial es de 600% y las reservas líquidas del BCV solo alcanzan para quince días de importaciones.
Nada se ha hecho para atender este cuadro. La olla podrida se destapará después de las elecciones de diciembre, si es que no explota antes.
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