Monday, November 9, 2015

Un país normal

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Un país normal


"El peronismo dividía al país en dos partes, formada, una, por los buenos argentinos, y otra por los malos, de derecha, de extrema izquierda,

de lo que fuera".
Jorge Edwards
La Segunda

El Mercurio

Octubre 30, 2015
http://opinion.lasegunda.com/redaccion/2015/10/un-pais-normal/

Las elecciones argentinas del domingo 25 de octubre fueron un cambio extraordinario, saludable, que dejará huella en todo el panorama de América Latina. Aun si Daniel Scioli ganara en la jornada final, el cambio ya se habrá producido. Hubo dos hechos fundamentales: el candidato del kirchnerismo fue obligado a pasar a segunda vuelta, a pesar de contar con todo el apoyo oficial, con todas las complicidades imaginables, y el peronismo perdió en su bastión tradicional, la provincia de Buenos Aires. Ahora bien, la derrota electoral del peronismo, evidente, indiscutible, es buena noticia en América, en España, en todo el mundo democrático.

Algunas voces interesadas declaran que el triunfo de Macri sería un acercamiento a la derecha. Es un enfoque tramposo, que trata de ayudar a Scioli de cualquier manera, en momentos en que el problema político de Scioli consiste, precisamente, en desmarcarse a toda costa del kirchnerismo. En otras palabras, hay un Scioli de después de las elecciones del 25 que demuestra la magnitud del cambio que ya se produjo.

En los días finales de la campaña, el equipo de Mauricio Macri demostró que comprendía el tema de fondo con claridad. No se trataba de acercarse a la derecha o a la izquierda. Se trataba de salir de una situación anormal, prolongada a lo largo de años, excluyente,

marcada por la más absoluta desconfianza frente a la libertad de expresión, a la de una democracia normal, moderna. Por eso Macri, con buena intuición, subrayó su intención de gobernar para todos los argentinos, sin excluir a nadie. Ahora da la impresión de que el electorado argentino comprendió bien el mensaje. Y si es así, Mauricio Macri debería ganar con claridad en la jornada del 22 de noviembre.

El fondo del asunto consiste, a mi juicio, en que el peronismo dividía al país en dos partes, formada, una, por los buenos argentinos, y otra por los malos, de derecha, de extrema izquierda, de lo que fuera. "No conozco más que dos partidos, el de los buenos y el de los malos ciudadanos", declaró en una oportunidad Maximiliano Robespierre. La consecuencia directa de esa visión fanática, divisoria, de la sociedad, fue la creación del Comité de Salud Pública, que calificaba a los ciudadanos y mandaba a los malos a la guillotina. Los movimientos sectarios de América Latina han seguido esa inspiración jacobina original, aunque no hayan tenido siempre la fuerza suficiente como para suprimir a sus enemigos. Pensemos en los "gusanos" de Fidel Castro, en los traidores y apestados del presidente Maduro, en los malos argentinos del peronismo de hace ya muchas décadas, en los "señores políticos" del pinochetismo. El error original de Salvador Allende, en Chile, quedó a la vista en una de sus primeras declaraciones como gobernante, cuando dijo, con notorio y peligroso simplismo, que no sería el presidente "de todos los chilenos". A partir de ahí, hubo un proceso dramático, de lógica implacable, en el que cada paso llevaba al abismo. Cualquiera que sea nuestra ideología o nuestra visión de las cosas, no podemos esquivar los desarrollos reales. "La inflación va a provocar la destrucción de la burguesía", le dijo un ministro de Allende al poeta Pablo Neruda. Fui testigo directo de ese curioso intercambio. "No", le contestó el poeta, con una especie de tranquila severidad, "la inflación nos va a destruir a nosotros".

El kirchnerismo había aprendido algunos temas y prefería manipular las estadísticas, con astucia simplona, pero la inflación crecía por

debajo de todo y producía sus efectos. A mí me parece positivo y extraordinario, ahora, después de tanto, que el sistema electoral argentino haya podido demostrar su eficacia. La voz de la calle, de la gente, de los argentinos de a pie, del campo y de la ciudad, se manifestó con claridad extraordinaria. Como si no creyera en la sensatez de las personas, en la orientación electoral perfectamente bien manifestada, en el obvio deseo de cambio, la presidente de las madres de la Plaza de Mayo hizo declaraciones tajantes, grotescas, que sólo sirvieron para dejar en evidencia su mediocridad política. Yo, debido a mis más que probables deformaciones literarias, me acuerdo en estos días de algunos argentinos ilustres, y entre ellos de Jorge Luis Borges. Una de las primeras medidas del gobierno de Juan Domingo Perón, en sus orígenes, consistió en trasladar a Borges desde la biblioteca pública en la que trabajaba, leía y escribía a jornada completa, a un gallinero municipal. Fue un traslado simbólico, revelador, que muchos no entendieron y que muchos todavía no entienden. Demostraba que estos movimientos americanos fundacionales, que pretenden suprimir el pasado en nombre de una supuesta justicia distributiva, producen, de hecho, formas de injusticia generalizada y de anticultura. Encontré a Mauricio Macri una vez, hace cuatro o cinco años, en su calidad de alcalde de Buenos Aires, en un homenaje a Borges realizado en la antigua biblioteca municipal del barrio de Boedo. Decidí que Macri, con o sin derecho a voto de mi parte, era mi candidato. Hasta ahora no he cambiado de idea. En la política, la simetría y la geometría son engañosas. Macri acerca a su país a la normalidad democrática. Y si Scioli ganara al final, no podría ser el mismo de antes de las elecciones del domingo 25 de octubre. De manera que hay progreso, a pesar de todo, y gracias a unas elecciones libres.
Jorge Edwards Valdés (Santiago de Chile, 1931). Abogado y Pedagogo (U de Chile). Postgrado en Ciencias Políticas (U. de Princeton). Diplomático de carrera ente 1957 y 1973, ocupa diferentes puestos: primer secretario en París (1962-1967), consejero en



Lima (1970), encargado de Negocios en La Habana (1970-1971), donde fue declarado persona non grata, por sus discrepancias con el autoritarismo de Castro. De allí su obra Persona non grata (1973). Ministro consejero en París (1971-1973). Tras el golpe de estado de Chile, en 1973 sale del Servicio Exterior y se marcha a Barcelona, donde trabaja como Director Editorial de Difusora Internacional y colabora como asesor en la Editorial Seix Barral. Funda, y posteriormente preside, el Comité de Defensa de la Libertad de Expresión, formado por escritores y periodistas. Entre 1994 y 1997 es embajador ante la Unesco en París, siendo miembro del Consejo Ejecutivo de la Unesco y Presidente del Comité de Convenciones y Recomendaciones (1995-1997), que se ocupa de los derechos humanos. Como escritor es autor de numerosas novelas, cuentos y ensayos. Destacan, entre otras obras, El peso de la noche, La mujer imaginaria, El origen del mundo, Gente de la ciudad, Las máscaras, Adios, poeta... Algunos de sus libros han sido traducidos a diversos idiomas. Colabora en diversos diarios europeos y latinoamericanos, como Le Monde, El País, Corriere della Sera, La Nación o Clarín, de Buenos Aires. Es miembro del consejo de redacción de las revistas Vuelta y Letras Libres de México y ha dictado cursos sobre temas latinoamericanos en diversas universidades norteamericanas (Chicago, Georgetown) y europeas (Universidad Complutense de Madrid, Universidad Pompeu Fabra de Barcelona). Desde 2012 hasta marzo de 2014 fue Embajador de Chile en Francia y en la UNESCO.


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