El pasado día 8 de enero fue publicada en Alemania, por primera vez en siete décadas, una nueva edición de Mi lucha, el libro que Adolf Hitler produjo en 1924 durante su encarcelamiento en la prisión de Landsberg. Desde luego, en ese país habían circulado todos estos años numerosos ejemplares de las ediciones en lengua original deMi lucha, realizadas hasta 1945, y el libro ha sido accesible en diversos idiomas al menos desde 1930, fecha en que Hitler vendió sus derechos para una traducción al inglés.
Antes de comentar la nueva edición y referirme a los contenidos del libro, deseo mencionar el tema de la censura que el gobierno de Baviera, entidad que poseía hasta el 1° de enero del año en curso los derechos sobre la obra en alemán, aplicó sobre una nueva publicación del libro. Convengo que se trata de un documento histórico particular, debido a la trayectoria de su autor y a la maldad y destrucción que Hitler generó a lo largo de su carrera. Entiendo igualmente que estaba en juego un problema de naturaleza más bien simbólica, pues como dije antes el libro podía ser leído por quien tuviese suficiente interés en hacerlo, en papel o Internet. Sin embargo la prohibición soterrada de un libro, si bien se trata de uno tan lleno de odio como Mi lucha, no me parece ni aceptable desde el punto de vista principista ni aconsejable en la práctica, pues generalmente se logra un efecto contrario al deseado. Bien sabemos que lo prohibido con frecuencia estimula la curiosidad y la tentación.
La nueva edición alemana que salió a la venta el pasado día 8 de enero consta de 2 gruesos tomos y alcanza casi 2.000 páginas, de las cuales estimo, según los reportes de la prensa, que menos de un tercio incorporan el texto dictado por Hitler a Rudolf Hess en la cárcel. El resto de los tomos se compone de notas y comentarios realizados por diversos analistas, que procuran explicar, aclarar, corregir cuando es necesario, señalar falsificaciones u omisiones del relato y poner en contexto las afirmaciones del jefe nazi. Fueron publicados 4.000 ejemplares de ambos tomos que se agotaron rápidamente (se habían acumulado 15.000 pedidos), al precio de 59 euros. Leí que pronto apareció una oferta de los dos tomos en Amazon por 10.000 euros. Ignoro si alguien los ha pagado.
Pocos leyeron Mi lucha antes del 30 de enero de 1933, fecha del ascenso al poder por parte de Hitler. Tal parece que mientras los nazis mantuvieron el control totalitario en Alemania, el Estado se encargaba de obsequiar un ejemplar de Mi lucha a las parejas el día de su boda. No creo que muchas se hayan llevado consigo el volumen a su luna de miel, y las que tuvieron la temeridad de cargar con el pesado libro hasta sus lugares de esparcimiento, seguramente estuvieron demasiado ocupadas para dedicarse a esas páginas. En realidad, Mi lucha es una obra de difícil lectura, desordenada, carente de verdadera estructura conceptual o narrativa y repleta de distorsiones, mentiras y medias verdades, entre otros aspectos en lo referente a la existencia personal de Hitler antes de la Primera Guerra Mundial. A la vez, no obstante, constituye un texto de interés histórico para entender al personaje, sus convicciones, proyectos, delirios y patologías.
En tal sentido, el libro de Hitler es una fuente que contiene claves acerca de la conducta del autor, en el marco de la historia de su tiempo. Lo que concede un interés adicional a Mi lucha es que en esta obra Hitler anunciaba lo que pretendía lograr. El libro no es básicamente un relato retrospectivo, a la manera de las extraordinariasMemorias de Guerra que De Gaulle escribió luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, o de las obras de Churchill que narran las dos guerras mundiales y su participación en las mismas, o de las no menos informativas, bien escritas y organizadas memorias de Henry Kissinger. A diferencia de estos libros, Mi lucha es una obra programática, una especie de plan de acción de 300 páginas. Hitler narró sus orígenes, su vida como un vagabundo en Munich y Viena, su papel como soldado y las incidencias de su ingreso en la lucha política, hasta el intento de golpe de Estado de 1923 que le condujo a la cárcel. Pero Hitler no se limitó a contar a su manera el pasado; desarrolló además sus ambiciosos y terribles proyectos, exponiendo sus odios y articulando sus designios frente a los que veía como enemigos de Alemania.
En este orden de ideas, creo que Mi lucha presenta cinco planos principales de interés histórico. El primero, como fuente para entender de qué modo se concebía Hitler a sí mismo, colocado como estaba en 1924 ante un pasado oscuro y un porvenir que intentaba visualizar. El segundo, como material útil para evaluar las patologías del personaje, de manera destacada el virulento e irracional antisemitismo que permea la obra y que muestran a Hitler como un personaje absolutamente dominado por pasiones destructivas. En tercer lugar, por el análisis que el autor lleva a cabo acerca del curso de la Primera Guerra Mundial, las causas de la derrota alemana y las conclusiones a extraer de ese fracaso, para evitar más tarde igual destino. En cuarto lugar, por lo que Hitler dice de sus percepciones y planes dentro del nuevo marco geopolítico europeo y mundial, y de sus concepciones estratégicas. Y finalmente, en quinto lugar, por las especulaciones de Hitler acerca de las nuevas realidades que estaban creando la tecnología militar y las nuevas fórmulas e instrumentos de la propaganda política, dirigida esta última a estimular las fuerzas propias y fortalecer la causa alemana, y golpear, debilitar y engañar a los adversarios políticos tanto internos como internacionales.
¿Me resultó de utilidad, en su momento, leer Mi lucha para el proceso de elaboración de mis propios estudios sobre Hitler? Sí, ciertamente. Como dije antes, el libro es una fuente histórica de relevancia en algunos planos, siempre que se aborde el libro con lucidez crítica. Eso procuré hacer en esos ensayos, que el lector puede consultar en el sitio web www.anibalromero.net. Las personas interesadas observarán que una pregunta que subyace mis esfuerzos para investigar a Hitler se refiere al papel del individuo en la historia. No dudo que aun sin Hitler Alemania probablemente hubiese detonado una Segunda Guerra Mundial, dadas las circunstancias geopolíticas de la Europa de ese tiempo. A la vez, no obstante, dicha guerra habría sido casi con seguridad muy distinta, en particular en lo que tiene que ver con la atroz y desastrosa política nazi de exterminio contra el pueblo judío.
Los venezolanos de hoy conocemos –salvando todas las indispensables distancias– la maldad y el daño que es capaz de desatar un individuo, a pesar de sus evidentes limitaciones y patologías, pero dotado de la fuerza interior, la ambición, la perseverancia y el carisma para embrujar y embaucar con sus delirios a grandes masas de hombres y mujeres. Ello puede ocurrir tanto en el caso de pueblos cultos y avanzados, como el alemán de la primera parte del siglo pasado, así como en el de una colectividad que como la nuestra en Venezuela, se balanceaba precariamente entre el atraso y el progreso hacia finales del siglo XX y comienzos del XXI.
El individuo es poco sin su contexto; sin embargo, en determinadas circunstancias, un individuo poseído por el necesario radicalismo es capaz de transformar su entorno más allá de lo imaginable.
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