Haciendo gala de sus dotes de orador, el senador de origen cubano Marco Rubio ha proyectado una imagen de conservador pragmático y representante del futuro del liderazgo republicano, que espera lo catapulte a la Casa Blanca como el primer presidente latino de Estados Unidos.
Orgulloso de su historia de hijo de inmigrantes pobres que logró el sueño americano, el político de 44 años llega, según encuestas, en la tercera posición a las primarias en el estado de Iowa del lunes, que abren el proceso de nominación del candidato presidencial para las elecciones de noviembre.
En Iowa, Rubio marcha bien por detrás del grandilocuente millonario Donald Trump y el ultraconservador Ted Cruz, otro senador de origen cubano, pero ha ido ganando terreno en New Hampshire, segunda escala de las primarias, donde busca un triunfo que le dé el empujón que necesita para saltar a la cabeza de los republicanos.
Este católico, esposo de una mujer de origen colombiano y padre de cuatro hijos, es conocido por su sonrisa y sus excepcionales talentos de comunicador, que ha empleado para mostrar un dominio en temas de seguridad nacional y política exterior, en su intento por seducir a los conservadores.
Rubio ha buscado un equilibrio delicado en las primarias, ubicándose entre la retórica ideológica de Cruz y el discurso moderado de su antiguo mentor, Jeb Bush, preferido por la clase dirigente del partido pero con una campaña que se ha desinflado.
– Anticastrista –
– Anticastrista –
Rubio nació en Miami, Florida (sureste), en 1971 en el seno de una familia cubana, que llegó 15 años antes para escapar de la pobreza. Después de la llegada al poder de Fidel Castro en 1959, su familia decidió que no regresaría nunca a la isla, por lo que Rubio no la conoce.
Esa es una historia familiar que él cuenta invariablemente, discurso tras discurso. “Yo soy hijo de inmigrantes, exiliados de un país con problemas. Ellos me dieron todo lo que pudieron, escribió en su autobiografía, “Un hijo estadounidense”, publicada en 2012.
Hijo de un camarero y una empleada doméstica, el anticastrista Marco Rubio creció entre la comunidad cubana de Miami, aunque pasó un período de cinco años en Las Vegas, donde su familia se convirtió temporalmente a la fe mormona, antes de regresar al catolicismo.
Muy influenciado por su abuelo cubano, desarrolló una gran pasión por la política.
Los estadounidenses lo descubrieron en 2010 con su elección fulgurante al Senado contra el favorito del “establishment” republicano, sobre la ola del Tea Party. Desde ese momento ha sido mencionado en ocasiones como un posible primer presidente hispano.
Sólo dos años después de obtener su título de abogado, en 1998 fue elegido para el Consejo de la ciudad de West Miami. Un año más tarde, a la Cámara de Representantes de Florida, que presidió desde 2006 hasta 2008, mientras Jeb Bush era el gobernador del estado.
– Un conservador no tradicional –
Rubio rompe el cliché del conservador tradicional. Va a misa con su esposa Jeanette y sus hijos, pero desde su adolescencia escucha el rap de Grandmaster Flash. Es bilingüe inglés-español, una gran ventaja para el Partido Republicano, abandonado por los votantes hispanos.
Cuando llegó a Washington, los conservadores traumatizados por la elección de Barack Obama creyeron haber encontrado a su salvador. Sin embargo, su índice de aprobación cayó en picada en 2013, cuando promovió sin éxito una reforma ambiciosa de las leyes de inmigración, que incluía la regularización masiva de inmigrantes indocumentados.
El senador desde entonces ha logrado remontar la cuesta. Ha multiplicado las propuestas de ley para probar que además de sus talentos de comunicación también puede encarnar una renovación ideológica, defendiendo al mismo tiempo los valores tradicionales.
“Debemos admitir que la sociedad se está desmoronando y que demasiados estadounidenses no tienen valores como el trabajo, el sacrificio, el autocontrol”, dijo en una entrevista con la AFP en 2013.
También se interesa por los asuntos internacionales.
Más intervencionista que aislacionista, cree que las crisis obligan a Estados Unidos a tener una mayor participación en los asuntos mundiales. Una visión que lo llevó a clasificar a Cuba en la misma categoría que Irán y Siria, y liderar la oposición contra Barack Obama respecto al levantamiento del embargo comercial a la isla. AFP
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