Editorial El Nacional
Al parecer esta telenovela de la decadencia y muerte del socialismo del siglo XXI permite todavía hoy varios capítulos adicionales. Aparecen nuevos protagonistas traídos del olvido y otras malvadas, como la carcelera Iris Varela, que estaban escurriendo el bulto a la crisis pero es empujada al centro de la acción por la muerte de unos de sus presuntos asesores, alias el Conejo, que en vez de comer zanahoria se dedicaba a repartir polvo blanquísimo y de alta pureza entre los consumidores de la isla de Margarita y allende los mares.
El Conejo puso en evidencia que la política carcelaria bolivariana no era más que un camuflaje de los tantos (o tontos) engaños que ha parido este régimen desde sus inicios, cuando la lengua incansable de Chávez todo lo prometía y todo lo destruía, con la misma velocidad que empleaba para meter mano en la riqueza petrolera que los precios altos del petróleo colocaban a su disposición.
Pero la fiesta no ha terminado y los rezagados todavía exploran las bolsas de hielo para servirse un último trago. Y, por supuesto, tienen la certeza de que será el último antes de la hambruna que los organismos internacionales pronosticaron en el transcurso de estos años y que hoy se dispone a tocar a la puerta. Dicen que guerra avisada no mata soldado, así que esta que se nos viene encima muy posiblemente no matará a los militares sino a civiles que morirán por hambre, a gente del pueblo, a los ancianos y los niños en primer lugar.
Por fortuna, estamos a tiempo de prepararnos para lo que viene, aunque no vamos a lograr en tan poco tiempo esquivar el encontronazo con la realidad económica. Se hace difícil para los venezolanos confiar en quienes desde el poder han provocado la más inaudita e irracional quiebra de un país rico. Gente que ha demostrado hasta la saciedad su ineptitud para gobernar a Venezuela, gente cuya moral es inexistente aunque alguna vez hicieron falsa gala de ello, gente que se acostumbró a robar los dineros destinados a mejorar las condiciones de vida de los más necesitados; gente que no les importó un ápice llenar su vida de lujos y riquezas mal habidas, de corromper a su entorno familiar y ligarlos a la inmensa red de corrupción que hoy provoca, por su extensión y su crecimiento desbocado, la vergonzosa quiebra de valores que se ha instalado entre las familia y los jóvenes. Por desgracia, costará Dios y su ayuda limpiar de alimañas esta casa que es de todos.
El señor Nicolás Maduro piensa arremeter contra la Asamblea Nacional porque no se somete a sus órdenes. Olvida que la Asamblea está integrada por diputados que ganaron sus curules por amplísima ventaja, que su política y su partido fueron derrotados vergonzosamente porque los votantes ya no soportan su desastrosa y deshonesta forma de gobernar.
Ayer, casualmente, Transparencia Internacional informó que en materia de corrupción "Venezuela es el país peor evaluado en América Latina. Peor aún, socios del país cayeron, como Brasil al puesto 76, China al 83 y Rusia al 119".
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