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Philip Freeman Project Syndicate Marzo 30, 2016
https://www.project-syndicate.org/commentary/donald-trump-of-ancient-rome-by-philip-freeman-2016-04/spanis
El populismo tiene una larga y colorida trayectoria en la política estadounidense, desde figuras como Huey Long por la izquierda y George Wallace por la derecha hasta, más recientemente, Ross Perot en 1992 y Donald Trump en la actualidad. Pero sus raíces se hunden mucho más profundamente en el tiempo: por más de dos milenios hasta el inicio del fin de la República Romana. Durante gran parte de su historia, la República Romana fue gobernada por las tradicionales familias políticas y agentes de poder confiables que sabían cómo mantener a las masas a raya. Había elecciones, pero estaban diseñadas deliberadamente que las clases dirigentes obtuvieran la mayor parte del voto popular. Si la aristocracia romana, que votaba primero, elegía a un hombre para un cargo, los funcionarios a menudo ni siquiera se molestaban en contar los votos de las clases inferiores. En algunas ocasiones, había levantamientos de arrieros de burros, granjeros y taberneros disgustados, que presionaban a sus gobernantes para aliviar sus deudas y hacerse escuchar realmente en el gobierno, pero esas revueltas eran rápidamente sofocadas con promesas de un mejor porvenir y contratando a unos pocos gladiadores fuera de servicio para convencer con palizas a los más problemáticos. A fines del Siglo II aC, los aristocráticos hermanos Graco trataron de impulsar una revolución política desde adentro, pero solo lograron que la nobleza conservadora los asesinara.
El hombre que finalmente hizo caer al sistema era un noble rico y ambicioso llamado Publio Clodio Pulcro, un demagogo populista que se negó a seguir las reglas. Clodio siempre había sido excéntrico e impredecible, de una manera que escandalizaba y divertía al populacho romano. De joven había incitado un motín entre las tropas de su cuñado, y después, cuando fue capturado por piratas, se ofendió profundamente por el ínfimo rescate que aceptaron por su liberación. Nada era sagrado para Clodio. Cuanto más audaz se tornaba su comportamiento, más lo amaba el público por él. En Roma, por ejemplo, Clodio —un renombrado donjuán— cometió el sacrilegio de vestirse de mujer e infiltrarse en el festival religioso femenino de la diosa Bona Dea, para seducir a Pompeya, la esposa de Julio César.
El escándalo llevó a César a divorciarse de Pompeya y dio lugar a la famosa ocurrencia de que la esposa del César debía estar fuera de toda sospecha. Después de escapar al castigo gracias a un gran equipo legal y repartir generosos sobornos, Clodio se dedicó a la política para ganarse el respeto de la clase dirigente, que rápidamente lo descartó como un bufón. Pero los críticos de Clodio no entendieron que era inteligente, determinado y estaba muy en contacto con las frustraciones de la gente común. Después de su revés con la élite, Clodio comenzó romper todas las reglas en su búsqueda de poder. Renunció a su condición de noble y se unió oficialmente a la plebe, posicionándose como líder de las furiosas clases trabajadoras romanas. Con su encanto natural, una ardiente retórica y un agudo sentido para enfrentar a los políticos del establishment unos contra otros, embistió a través de la legislación y estableció la primera dádiva regular de granos en la historia occidental. Esto le proporcionó una enorme cantidad de seguidores entre la gente común, especialmente quienes habían perdido sus empleos debido a los recientes cambios económicos. Se convirtió en el rey de las calles romanas y desató un levantamiento populista nunca antes visto en la República.
Las clases dominantes romanas no tenían idea de cómo controlar a Clodio, a quien continuaron despreciando. Si la República iba a ser destruida, se lamentaba Cicerón —famoso orador y político del establishment—, al menos que caiga a manos de un verdadero hombre. En venganza, Clodio urdió el exilio de Cicerón y preparó sus planes para llegar a la cima de la pirámide política. Durante su campaña para convertirse en pretor, un magistrado cuyo rango estaba apenas por debajo de los cónsules romanos que dirigían la República, hubo que posponer dos veces las elecciones debido a luchas en las calles entre sus seguidores y una facción de su enemigo, Annio Milón. Cuando Clodio se encontró con Milón en la Vía Apia, se desató una batalla entre sus guardias y Clodio resultó gravemente herido. Considerando que un rival muerto constituía una amenaza menor que uno vivo y enojado, Milón ordenó a sus hombres que acabaran con él. Pero aunque Clodio murió, las fuerzas populistas que desató se mantuvieron muy vivas y rápidamente encontraron nuevos paladines, especialmente César. Las clases dominantes observaban aturdidas e impotentes mientras el control del estado que habían dirigido durante siglos se les escapaba de las manos.
En el 49 aC, César cruzó el Rubicón y sumió a Roma en una guerra civil. Al asesinato de César en los idus de marzo le siguió una revuelta que destruyó, de una vez y para siempre, el poder de las clases dominantes. Así emergió un imperio autocrático... y la República Romana se desvaneció para siempre.
Traducción al español por Leopoldo Gurman.
Philip Freeman es profesor Qualley de las obras clásicas en el Luther College en Decorah, Iowa, y ex profesor de clásicos en la Universidad de Washington en St. Louis. Fue seleccionado como investigador visitante en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton para enero de 2012. Obtuvo el primer doctorado conjunta en los clásicos y los estudios celtas de la Universidad de Harvard, y ha sido profesor visitante en la Escuela de Harvard Divinidad, la Academia Americana en Roma, y el Centro de Estudios helénicos en Washington, DC. El autor de varios libros anteriores, incluidas Alejandro Magno, San Patrick de Irlanda y de Julio César, que vive con su familia en Decorah, Iowa.
Visítelo en PhilipFreemanBooks.com.
philip.freeman@luther.edu
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