Vladimiro Mujica
Ya quedan pocas dudas sobre la naturaleza de la decisión del gobierno venezolano contra su propio pueblo: desconocer la voluntad popular de cambio que se expresó en las elecciones del 6D a la Asamblea Nacional. Las implicaciones de esta conducta de la oligarquía chavista en el poder son profundas y complejas, porque no solamente se viola el espíritu y la letra de la ley sino que, en la práctica, se están bloqueando todas las salidas para que Venezuela salga de este bache histórico pacífica y constitucionalmente.
La decisión de obstaculizar, por la vía de un TSJ atrincherado contra la democracia, las decisiones de la AN no puede interpretarse sino como una emboscada a la esencia misma de la Constitución. De manera deliberada se está conduciendo al país hacia un enfrentamiento cuya única justificación parece ser la voluntad de un grupo ebrio de arrogancia dispuesto a pagar cualquier precio por mantenerse en el poder. La revolución bolivariana y el socialismo del siglo XXI están amenazados de muerte como proyectos históricos por los propios errores y la corrupción de su liderazgo. Lo único que va quedando con vida es el aferrarse al poder con uñas y dientes, aún a expensas de la paz de la República y jugando con la salud y la seguridad del pueblo del cual, con un cinismo sin límites, la oligarquía chavista se sigue expresando como si todavía fuera su centro de preocupación.
Es la hora de que hablen y actúen quienes tienen que hacerlo para salvar a Venezuela de lo que ya no solamente se anuncia como una catástrofe humanitaria sino como el comienzo del camino que termina en el estigma de convertirnos en una nación fracasada: incapaz de pagar sus deudas internacionales; imposibilitada de garantizar los espacios mínimos de convivencia de sus ciudadanos; impedida de atender las necesidades elementales de su población en materia sanitaria, educativa y de seguridad. La situación de las finanzas públicas y el desastre de nuestra principal industria, y casi la única que va quedando, generado por años de mala gerencia y corrupción auguran un escenario de hiperinflación y bancarrota que no pueden ser ignorados.
Del lado de la oposición democrática queda pendiente por resolver una ecuación muy importante. De los tres pilares de la acción opositora: la AN, la MUD, y la movilización ciudadana, la última sigue siendo severamente minusválida comparada con las dos primeras. A pesar de los monumentales avances alcanzados bajo la dirección de la MUD, no se ha logrado integrar la protesta de la gente y la sociedad civil a la acción política opositora. Esto se une a un desánimo creciente por lo que se percibe como un callejón sin salida frente a la arrogancia sin límites del gobierno por desconocer la voluntad popular en la AN y la multiplicidad de opciones que maneja el liderazgo opositor para resolver la crisis de gobernabilidad generada por el gobierno. Nada puede sustituir a estas alturas el integrar a la gente a la decisión opositora, cualquiera que esta sea y el lograr restituir su fortaleza a la MUD. Buena parte del liderazgo de esta se trasladó a la AN y ambas organizaciones cumplen roles muy distintos.
Del lado internacional, es innegable que se han producido importantes avances en lograr la condena y el aislamiento del régimen chavista por la comunidad internacional. Importantes organizaciones como la OEA y la ONU se han pronunciado en relación a las violaciones a la Constitución y el carácter anti-democrático del gobierno. Sin embargo, es necesario exigir mucho más. La conducta cómplice, por acción u omisión, de muchos gobiernos debe ser denunciada y debe apelarse cada vez con más fuerza a los pueblos de otros países para que se entienda la tragedia que vive Venezuela. Aquí podrían jugar un papel importante los venezolanos fuera de nuestras fronteras que deben convertirse cada vez más en la voz de quienes no tienen voz en nuestro país.
El esfuerzo opositor conjunto en los cuatro frentes: la MUD, la AN, la calle y el mundo internacional deberían finalmente converger para que se produzca la fractura del chavismo y los militares de modo que la voz de quienes están comprometidos con la defensa de la Constitución finalmente se escuche con fuerza. No se trata de ninguna manera de llamar a pronunciamientos o golpes militares, un mal que siempre resulta peor que la enfermedad que trata de corregir, sino a asumir una conducta patriótica y de defensa de la soberanía popular en un momento en que Venezuela requiere urgentemente de rescatar su viabilidad como nación. Lo mismo se puede decir acerca de los sectores democráticos del chavismo, que existen y que están llamados a jugar un papel determinante en la reparación de la convivencia nacional y a asumir la defensa de su proyecto político, severamente vulnerado por la cúpula en el poder, en un escenario democrático.
Nos estamos deslizando peligrosamente hacia un punto de quiebre de la República. Cualquier posibilidad de seguir construyendo una salida democrática y pacífica a este desastre requiere que la oposición supere sus limitaciones y que el chavismo y los militares comprometidos con la defensa de la Constitución y el respeto a la voluntad popular dejen escuchar su voz. Eso generaría probablemente el único espacio realista para el diálogo y la paz
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