22 DE JUNIO 2016 - 12:01 AM
No es verdad que frente al diálogo de Zapatero solo hay como alternativa el conflicto. Falso.
Frente a ese diálogo tramposo puede haber una concepción honrada y eficiente del diálogo.
En 2003 se firmó el acuerdo entre el régimen y la Coordinadora Democrática que decía cosas tan bonitas como esta: “Coincidimos en que resulta indispensable contar a la brevedad posible con un árbitro electoral confiable, transparente e imparcial, a ser designado en la forma prevista en la Constitución”. Acuerdo violado, como todos los demás, por el régimen de Chávez.
En 2014, en medio de las luchas de la juventud venezolana por la salida de Maduro, este convocó al diálogo. Un sector de la oposición atendió al llamado. Henrique Capriles entonces llamó a “dejar atrás el país dividido, porque es insostenible”. “O esto cambia o esto revienta”. Y aseguró que la oposición no buscaba un golpe de Estado ni un estallido social. Henri Falcón mirando a Aristóbulo: “O dialogamos o nos matamos, hermano”. Ramón Guillermo Aveledo, secretario ejecutivo de la MUD, dijo: “Algo anda muy mal para que un encuentro entre el gobierno y la oposición sea raro”. Julio Borges denunció que la Asamblea Nacional “se transformó en un campo de concentración”. “Al final del encuentro, ya en la madrugada, Maduro manifestó que creía ‘en la buena voluntad de cada uno’ de los asistentes”. Salvo el impacto televisivo ocasionado por algunas intervenciones, de allí no quedó nada… O mejor, sí. Ese diálogo fue factor esencial para quitarle fuelle a la protesta, aislarla, reprimirla y finalmente desmontarla.
El régimen, ahogado como anda, vuelve a las andadas del diálogo con sus emisarios E. Samper y J. L. Rodríguez Zapatero. Con el mismo formato: promesas impúdicas; mareos y tente-allá. Ahora con más avilantez, como es el caso de Zapatero en su intento de desmontar la presión para la realización del referéndum revocatorio este año y con el claro propósito de sabotear el Consejo Permanente de la OEA de mañana.
No funcionará jamás un diálogo sin agenda, con la obvia pretensión de dividir a la oposición (a unos los aceptan y a otros no), con inaceptable secretismo y con espontáneos no autorizados.
Aunque parezca paradójico, lo que parece ser el único escenario de diálogo posible es la OEA, con todos los gobiernos americanos representados y donde hay para todos los gustos. Es un espacio institucional, internacional, en el cual la bellaquería de Maduro tendría límites.
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