Rubén Monasterios
22 Julio, 2012
Este año se cumple el bicentenario de la publicación prima de Blancanieves y los siete enanitos, en el libro Cuentos para la infancia y el hogar (1812) de Jacob y Wilhelm Grimm, y el relato sigue tan seductor como siempre; el cine, persistentemente atento a la sensibilidad del público, responde a su sortilegio con la producción de tres películas.
La lectura transtextual de los cuentos de hadas es impresionante; particularmente en Blancanieves; hay un toque de genialidad en sus creadores, capaces de captar y hacer una síntesis coherente de de las pulsiones arquetípicas ancestrales subyacentes en los más oscuros recovecos de la mente humana; esas tensiones que han angustiado al hombre por debajo del nivel de su pensamiento plenamente consciente, quizá desde el mismo momento de cobrar forma la hominización.
En ese relato de apariencia pueril, hallamos maldad y bondad, conflictos emocionales, magia y brujería (dominio de fuerzas sobrenaturales), transformismo, celos y perversidad vesánica; venganza, o justo castigo de la maldad; componentes de narcisismo (la vanidad de la Reina, sus diálogos con el espejo mágico), sadomasoquismo canibalístico y el ansia de introyectar sustantivamente las virtudes de una niña muerta (la Reina exige a su servidor, el Montero, traerle las vísceras de la doncella una vez asesinada, con el propósito de devorarlas), competencia sexual entre la protagonista y su madrastra, sexualidad en su forma de erotismo tierno y redentor (intervención del Príncipe), anhelo intenso de ser desflorada manifestado por Blancanievesen el acto de acostarse en las camas de los enanos, y lo que ha sido interpretado como un coito reiterado simbólico de la muchacha y los siete enanos, representado por la cotidiana penetración de estos en la tierra debida a su oficio de mineros; lo que aporta un elemento ninfofílico al cuento.
Blancanieveses odiada por su madre sustituta y amada por su padre, individuo ambivalente y débil, sumiso a la madrastra, quien tiene toda la apariencia de una bella dominatrix (otros contenidos sadomasoquistas); además, es un padre físicamente ausente la mayor parte del tiempo narrativo; el perfil expone un cuestionamiento a esta clase de figura paternal; se repite en la figura paterna sustituta del Montero, encargado de matarla; el personaje entra en conflicto entre su lealtad a la Reina y la compasión que le inspira la niña; prevalece en su ánimo el último sentimiento y le perdona la vida, con lo que arriesga la suya, pero la abandona en medio de los peligros de un bosque tenebroso.
La manzana parcialmente envenenada que la Reina, bajo la apariencia de una anciana, le obsequia a la doncella, es un símbolo sexual femenino y relaciona al cuento con los mitos griegos y con la tradición popular judeocristiana, que supone una manzana el fruto del bien y del mal.
Algunos de los contenidos más violentos se han perdido con el correr del tiempo, debido a las adaptaciones hechas para ajustar el cuento a lo políticamente correcto de cada época; ha ocurrido lo mismo con otros relatos del género, la mayoría de ellos originados en el contexto folk de la cultura medieval, regida por valores más crudos y sangrientos. En Blancanieves, el Príncipe reconquista para ella el reino usurpado por la madrastra y la castiga obligándola a calzar unos zapatos de hierro calentado al rojo vivo, con los que debe bailar hasta morir; los victorianos descartaron ese contenido por parecerles en exceso cruel.
Otra singularidad del cuento radica en que ningún indicio sugiere que Blancanievesexistiera en la tradición literaria oral germana antes de su escritura, aunque si se registran acontecimientos verídicos que con mucha probabilidad sirvieron de fuente para su creación por los Grimm, de acuerdo a la investigación de Karlheiz Bartels.
La protagonista existió bajo la forma de María Sofía von Erthal, niña de una familia noble de la localidad de Lohr, a orillas del rio Meno en la Franconia Alemana; vivió en la primera mitad del s. XVIII y fue, en efecto, hija de un padre ausente sometida a un trato áspero por una madrastra que no la quería; los “enanos” también: eran niños mineros de la propiedad familiar, desnutridos y prematuramente envejecidos por el brutal trabajo, con quienes María Sofía gustaba jugar. El “espejo mágico parlante” todavía se conserva en el museo de Spessart; se trata de una pieza a cuerpo completo, ricamente decorada, construida según una tecnología propia del país, que le daba la propiedad acústica sorprendente de hacerlo resonar cuando alguien hablaba cerca de su superficie. Bosques y monteros hay de sobra en la región, así como leyendas de hechicería.
He ahí las claves del argumento; el material con el que construyeron su cuento no es otro que el único a disposición de un escritor: la lengua; el tratamiento de esas dos cosas, la variable interviniente que le dio forma al relato inmortal, fue el talento de los hermanos Grimm.
:
No comments:
Post a Comment