Enrique Viloria Vera
Al calor del encendido y abrasador discurso del Híper Líder, el proceso ha incubado y procreado una nueva especie de termita. Recordemos, DRAE de por medio, que la termita, conocida por el diccionario de marras más como termes, es un “insecto del orden de los isópteros, que, por su vida social, se ha llamado también, erróneamente, hormiga blanca. Roen madera, de la que se alimentan, por lo que pueden ser peligrosos para ciertas construcciones”.
Bien esta nueva versión de la termita, el termes bolivarienense se ha desarrollado en Venezuela de manera intensa en la última década.. Nuestro nuevo comején revolucionario, a diferencia de las termitas tradicionales, se alimenta, sin embargo, de materiales distintos a la madera: le fascinan las instituciones: la democracia representativa, la separación de poderes, los derechos humanos, la libertad de expresión, para írselos comiendo poco a poco, a la vista de todos, muy indudablemente.
Más que la madera a las termitas bolivarianas les encanta el concreto, sobre todo si son plantas industriales, bancos, aseguradoras, centros comerciales, edificios del centro histórico, depósitos de alimentos, en fin, cualquier edificación que se le atraviese en el camino a la Termita Suprema ; la engullen prontamente, la convierten en polvo, en carcoma, en tamo, en ceniza: la pulverizan sin piedad pues como si fuera un escuálido opositor.
Estas termitas bolivarianas se reproducen con sorprendente facilidad en otros países del continente. Las nuestras, armadas de petróleo, gasolina o gas natural son capaces de llegar volando en AIRBUS a países hermanos para imponer su ya conocida manera de engullir y destruir; proclaman una constituyente contra los demás insectos y prontamente - con la ayuda de las nuevas termitas bolivarianas locales - se almuerzan leyes y por sendos decretos se alzan con la comida, la manducatoria, la pitanza institucional que les da vida legal pero no legítima.
Estas termitas bolivarianas son cada vez más estudiadas no por entomólogos que la consideran más peligrosa que el caracol africano, sino por politólogos, economistas, internacionalistas, por gobiernos extranjeros y organismos internacionales interesados en exterminar prontamente esta novedosa plaga del Siglo XXI.
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