DÁMASO JIMÉNEZ | EL UNIVERSAL
martes 17 de julio de 2012 03:33 PM
Ahora resulta que no hay un venezolano que se queje más de tamaña gestión incompetente, ineficaz y mediocre para el combate de la inseguridad, el desempleo, el alto costo de la vida y los pésimos servicios que el propio presidente Chávez. ¿Entonces, quién gobierna?
La verdad es que alguien está metiendo la pata en el país cuando asesinan 52 venezolanos a diario, también hay una mano "pelúa" cuando millones de litros de gasolina son sacados de contrabando hacia Colombia ante la contemplación de efectivos militares silenciados por la corrupción, o cuando algunos chupamedias ilustres pero desconocidos por el Presidente intentan enriquecerse colocando un chip a cada vehículo del parque automotor nacional.
Alguien miente descaradamente cuando en un país productor de gasolina obligan a sus ciudadanos a racionar el combustible mientras salen despachos enormes a países con regímenes dictatoriales como Cuba, Irán y Siria.
"Si yo viviera en un barrio de Anzoátegui seguramente me quejaría del estado de las calles", dijo el funcionario que más manda en el país -supuestamente-, endosando tanta incapacidad propia a un gobernadorcito colocado en esa entidad para limpiarle el sucio de sus zapatos.
Y si las leyes impuestas por tanta lluvia terminaron siendo un mecanismo de abusos contra el país, ¿a quién habría que culpar? ¿A los que le dieron el garrote de la habilitante por mentirosos aberrantes?
Una mentira gigantesca es que Chávez no es responsable de nada. El colmo de tanta mentira es clamar a sus descontentos y decepcionados seguidores que perdonen tanta mentira, que se quejen junto a él por este Gobierno tan malo, pero que no voten por el flaquito porque eso sería traición a la revolución.
Hay mentiras de mentiras, como aquellas mentiras de candidato desconocido en las que juró que jamás se perpetuaría en el poder, o que no nacionalizaría nunca nada, o mentiras históricas como esa en la que denigró la dictadura que ha mantenido por casi 50 años a los Castro en el poder en Cuba, o que no se metería en la política de otros países, o que los poderes de Estado son independientes y pare usted de contar.
Pero hay otras mentiras que siguen dando buenos resultados como la mentira de la misteriosa enfermedad sin nombre y sin récipe médico, que ha jugado con los sentimientos de la gente, o mentiras esperanzadoras como aquella en la que se prometió construir cien millones de casitas tan sólo para este electoral año.
Hay mentiras que se han esfumado de la memoria de la gente, como la que aseguraba que nunca atentaría contra ningún medio de comunicación, o que sólo le interesaba gobernar 5 años, que no estatizarían empresas, que se quitaría el nombre si seguía un niño en la calle en su gobierno.
La mentira más creíble fue una en la que juró meter preso de inmediato a aquel funcionario que hiciera corrupción, La más dramática, la de Colombia enviando un batallón de paramilitares para matarlo, cuando todos supimos que resultaron siendo unos adolescentes jugadores de fútbol de 14 a 16 años.
Hay mentiras de ciencia-ficción como aquella en la que enviaron un avión no tripulado para matarlo, o en la que la Pdvsa opositora había dejado unos robots para destruir la industria después que se fueran, y la más Spilberg de todas aquella en la que la crisis económica mundial jamás alcanzaría a Venezuela.
Tenemos las mentiras que jamás olvidaremos en el Zulia, la autopista Maracaibo-Guajira anunciada en el 2005, El complejo palafítico prometido en el 2010, El puente Nigale vendido como megaproyecto en el 2005, el puerto de aguas profundas y el sistema ferroviario promesas incumplidas desde el 2006, planta norte, y hasta un sistema metro que llegaría a transportar a los marabinos desde Sabaneta hasta La Curva de Molina, pasando por el centro y el sector Indio Mara.
La mentira parece ser la única promesa real de este socialismo del siglo XXI
La verdad es que alguien está metiendo la pata en el país cuando asesinan 52 venezolanos a diario, también hay una mano "pelúa" cuando millones de litros de gasolina son sacados de contrabando hacia Colombia ante la contemplación de efectivos militares silenciados por la corrupción, o cuando algunos chupamedias ilustres pero desconocidos por el Presidente intentan enriquecerse colocando un chip a cada vehículo del parque automotor nacional.
Alguien miente descaradamente cuando en un país productor de gasolina obligan a sus ciudadanos a racionar el combustible mientras salen despachos enormes a países con regímenes dictatoriales como Cuba, Irán y Siria.
"Si yo viviera en un barrio de Anzoátegui seguramente me quejaría del estado de las calles", dijo el funcionario que más manda en el país -supuestamente-, endosando tanta incapacidad propia a un gobernadorcito colocado en esa entidad para limpiarle el sucio de sus zapatos.
Y si las leyes impuestas por tanta lluvia terminaron siendo un mecanismo de abusos contra el país, ¿a quién habría que culpar? ¿A los que le dieron el garrote de la habilitante por mentirosos aberrantes?
Una mentira gigantesca es que Chávez no es responsable de nada. El colmo de tanta mentira es clamar a sus descontentos y decepcionados seguidores que perdonen tanta mentira, que se quejen junto a él por este Gobierno tan malo, pero que no voten por el flaquito porque eso sería traición a la revolución.
Hay mentiras de mentiras, como aquellas mentiras de candidato desconocido en las que juró que jamás se perpetuaría en el poder, o que no nacionalizaría nunca nada, o mentiras históricas como esa en la que denigró la dictadura que ha mantenido por casi 50 años a los Castro en el poder en Cuba, o que no se metería en la política de otros países, o que los poderes de Estado son independientes y pare usted de contar.
Pero hay otras mentiras que siguen dando buenos resultados como la mentira de la misteriosa enfermedad sin nombre y sin récipe médico, que ha jugado con los sentimientos de la gente, o mentiras esperanzadoras como aquella en la que se prometió construir cien millones de casitas tan sólo para este electoral año.
Hay mentiras que se han esfumado de la memoria de la gente, como la que aseguraba que nunca atentaría contra ningún medio de comunicación, o que sólo le interesaba gobernar 5 años, que no estatizarían empresas, que se quitaría el nombre si seguía un niño en la calle en su gobierno.
La mentira más creíble fue una en la que juró meter preso de inmediato a aquel funcionario que hiciera corrupción, La más dramática, la de Colombia enviando un batallón de paramilitares para matarlo, cuando todos supimos que resultaron siendo unos adolescentes jugadores de fútbol de 14 a 16 años.
Hay mentiras de ciencia-ficción como aquella en la que enviaron un avión no tripulado para matarlo, o en la que la Pdvsa opositora había dejado unos robots para destruir la industria después que se fueran, y la más Spilberg de todas aquella en la que la crisis económica mundial jamás alcanzaría a Venezuela.
Tenemos las mentiras que jamás olvidaremos en el Zulia, la autopista Maracaibo-Guajira anunciada en el 2005, El complejo palafítico prometido en el 2010, El puente Nigale vendido como megaproyecto en el 2005, el puerto de aguas profundas y el sistema ferroviario promesas incumplidas desde el 2006, planta norte, y hasta un sistema metro que llegaría a transportar a los marabinos desde Sabaneta hasta La Curva de Molina, pasando por el centro y el sector Indio Mara.
La mentira parece ser la única promesa real de este socialismo del siglo XXI
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