Enrique Viloria Vera
Nuestra inconmensurable e indetenible mezcla de indios, blancos y negros dio origen a veintidós castas diferentes, embriones de nuevas e infinitas mixturas, de acuerdo con uno de los cronistas del Nuevo Mundo, revísela amigo chavista o escuálido a ver cuál es su condición racial, no muy distinta a la mestiza tan cacareada del Libertador.
De español e india, mestizo.
De mestizo y español, castizo.
De castiza y español, español.
De española y negro, mulato.
De español y mulato, morisco.
De español y morisca, albino.
De español y albino, torna atrás.
De indio y torna atrás, lobo.
De lobo e india, zambayo.
De zambayo e india, cambujo.
De cambujo y mulata, albarazado.
De albarazado y mulata, barcino.
De barcino y mulata, coyote.
De coyote e india, chamizo.
De chamizo y mestiza, coyote mestizo.
De coyote y mestizo, allí te estás.
De lobo y china, jíbaro.
De cambujo e india, zambayo.
De zambayo y loba, calpamulato.
De calpamulato y cambuja, tente en el aire.
De tente en el aire y mulata, no te entiendo.
De no te entiendo e india, torna atrás.
En referencia a las voces o denominaciones de esta prolija y particular diferenciación étnica que se derivó del entrevero racial en la América Española , Juan Bautista Olaechea señala algunas características que merecen ser tomadas en consideración:
· Son voces derivadas y adaptadas en sentido traslaticio de raíces hispanas y en algunos casos de raíces indígenas, a veces de procedencia del reino animal.
· Son denominaciones surgidas de un origen popular, no científico. Nadie pensó en raíces griegas o latinas para expresar las diferentes categorías de mezclas y precisamente por ello se advierte la falta de coincidencia morfológica confusionismo semántico.
· La tercera característica es la copiosidad. Las posibilidades de mezcla conjugando las tres razas, india, europea y africana, son realmente amplias, y aún sin agotar del todo dichas posibilidades, se llegó a una minuciosidad analítica sorprendente.
Para continuar abundando en voces y diferenciaciones, José Gumilla, por su parte, identifica, en su momento, las cuatro generaciones principales de mestizos: «de europeo e india sale mestiza (dos cuartos de cada parte), de europeo y mestiza sale cuarterona (cuarta parte de india), de cuarterona y europeo sale ochavona (octava parte de india) y de europeo y ochavona sale puchuela (enteramente blanca)…si la mestiza se casa con mestizo, la prole se llama vulgarmente “tente en el aire”, porque no es ni más ni menos que sus padres, y si la mestiza se casa con indio la prole se llama “salto atrás” porque en lugar de adelantar algo, se atrasa o vuelve atrás. »
Igualmente, el historiador sueco Magnus Morner da cuenta del mestizaje sanguíneo americano, traduciéndolo en castas y diferenciando: españoles, criollos, mestizos legitimados, indios, mestizos no legitimados, mulatos, negros liberados, negros esclavos, y un sinnúmero de grupos étnicos abigarrados, difíciles de ubicar en una jerarquía social que en la etapa colonial se rigidizó, contrariando la natural inclinación al encuentro y al entrevero racial que la conquista española desde sus inicios, había generado.
Para 1567, es tan significativo el mestizaje, la indetenible miscegenación, en estas tierras de menos de un siglo de descubiertas, que el Licenciado Castro, desde Las Indias, le dirige una Carta al Rey, en la que expresa el temor que le invade por este hecho racial que desbordó voluntades, prejuicios y preceptos: “Hay tantos mestizos en estos reinos, y nacen cada hora, que es menester que Vuestra Majestad mande enviar cédula que ningún mestizo ni mulato pueda traer arma alguna ni tener arcabuz en su poder, so pena de muerte, porque ésta es una gente que andando el tiempo ha de ser muy peligrosa y muy perniciosa en esta tierra…”
¡Así… Así…Así…es que somos todos!
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