Rubén Monasterios
19 Julio, 2012
La semana pasada apareció en este mismo espacio un artículo mío (Elección a la mexicana, 14-07) en el que me hacía eco del riesgo señalado por expertos de un posible fraude tecnológico en la elección presidencial que se avecina; textualmente, decía:“En toda elección… están latentes los dos riesgos reseñados… el soborno del elector pícaro, necesitado o ingenuo, hecho evidente, llevado a cabo impúdicamente por el gobierno, y la bien fundada sospecha de manipulación tramposa de los resultados por una agencia electoral sumisa a dicho gobierno…
Y al decir trampa no me refiero a bolserías como desconectar una máquina, apagar la luz o botar unas boletas; aludo a recursos de alta tecnología: algoritmos, ecuaciones, modelos matemáticos y quién sabe qué otra vaina ignorada por el común de los mortales, mediante los cuales pueden alterarse procesos informáticos. El gobierno tiene dinero de sobra para bajarse de la mula con expertos, porque los dispuestos a morder no son sólo los electores ignaros. Más de un científico de la oposición ha señalado esta posibilidad; estamos debidamente avisados.”
Como queda suficientemente claro en la cita, no es una opinión fundamentada en mis experiencias o indagaciones, por cuanto no soy un conocedor de la materia informática, sino en las observaciones de otros, que por la naturaleza de su análisis y lenguaje de sus escritos, hacen evidente experticia en el asunto.
Destaco el punto debido a mi preocupación por lo que me parece escasa discusión de un tema obviamente esencial en la definición del proceso por venir; además, la probabilidad de ese tipo de fraude parece del todo lógica al ciudadano ignaro en esos asuntos; razona uno: Si un hacker es capaz de intervenir la informática de corporaciones transnacionales y de entidades de gobiernos, ¿acaso no es del todo posible hacerlo con el sistema de la elección presidencial venezolana?
Pero recibo un correo portador de un artículo titulado El cable a Cuba y el 7-Oct. (editor no mencionado), firmado por Pablo Maza C., quien declara ser Ingeniero de Sistemas UEXPO, Especialista en Telecomunicaciones Digitales; en ese texto el autor descarta de plano el fraude tecnológico; en sus propias palabras:
“La única forma de torcer la voluntad de la mayoría por los bandidos del régimen es que no tengamos testigos suficientes en las mesas, o se incumpla el reglamento electoral en las mismas (p.ej. descuidar la coincidencia entre el número de votantes en el cuaderno y las boletas contabilizadas en las auditorías es una de ellas). Y yo le aseguro que ahora estamos listos para atender eso en todas y cada una de las mesas, en cada centro de votación en todo el país.
Tecnológicamente NO es posible adulterar esos resultados en las urnas o mesas de votación. Es un rumor oficialista orientado a preocupar a los votantes sobre el destino de su decisión y a adormecer aún más –si cabe- a los abstencionistas, porque no tiene ningún basamento serio.”
Desde la perspectiva de Maza, los rumores: “vienen del oficialismo, otros de bienintencionados pero descaminados opositores”…
Tanto como la probabilidad antes señalada a partir de la destreza de los hacker sin escrúpulos, también es del todo factible lo afirmado por el ingeniero: que el asunto sea un rumor propagado por los agentes de contrainformación del gobierno; no tendría nada de raro, conociendo las tácticas sucias de la gente en poder y su uso sistemático de las estrategia nazifascista de terrorismo de Estado para confundir y amedrentar a los ciudadanos; y de admitir la última posibilidad, querría decir que quienes han escrito sobre el asunto corresponden a una de las dos categorías reconocidas por Maza: cómplices del gobierno o bienintencionados equivocados.
El quid del dilema radica en que esos comentaristas que aluden a la probabilidad de un fraude, también se identifican como especialistas en la materia, exponen sus credenciales académicas, firman sus artículos y los publican en medios confiables.
Creo que el problema del potencial fraude tecnológico amerita una discusión pública entre quienes apuntan esa posibilidad, y quienes la descartan. La posición del ingeniero Maza está en el tapete (aunque sería deseable que explicara por qué no puede ocurrir el fraude tecnológico); concierne a los de posición opuesta rebatirla.
A mi entender, es la única forma de resolver este crucial dilema.
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