En: Recibido por email. Publicado en El Nacional
Alberto Barrera Tystka
Lo primero que uno se pregunta es ¿qué puede saber Ana María Abreu que sea tan endemoniadamente peligroso y letal? ¿Qué puede haber visto, qué puede haber oído, qué puede haber descubierto una doctora que trabaja en la atención médica de refugiados en el Palacio Blanco? Llevo días manoseando estas interrogantes, tratando de sacar a flote alguna respuesta más o menos sensata, pero nada. Nada de nada. Lo único que se me ocurre son argumentos para películas retro; historias de espías en países con nieve, cuando todavía los secretos venían dentro de tubitos de plástico y las fotografías se revelaban en cuartos oscuros. O historias terribles y funestas, ambientadas en los tiempos de las dictaduras militares del continente. Relatos de personas sacadas a la fuerza de sus casas y desaparecidas por días en los sótanos del Estado. Eso también puede definir a un país: ¿cómo y por qué, de pronto, un ciudadano común puede convertirse en una amenaza para la patria? Según la denuncia, 14 funcionarios del Servicio de Inteligencia Bolivariana Nacional se presentaron "fuertemente armados" en la residencia de la doctora, realizaron un allanamiento y se la llevaron detenida. Después de esto, Ana María Abreu pasó más de 24 horas aislada, sin que sus familiares o abogados supieran dónde se encontraba y qué estaba ocurriendo. La defensa señala que, luego, el mismo tribunal que dictó la orden de allanamiento y aprehensión se declaró, sin embargo, incompetente ante el caso. Las irregularidades continúan con una audiencia en la que la detenida no fue escuchada y, finalmente, a cuenta de la solicitud de una fiscal auxiliar contra el terrorismo, se ordenó la privación de libertad de Ana María Abreu por haber violado el artículo 134 del Código Penal.
Todo este proceso, violento y oscuro, se sostiene gracias a la posibilidad de que la doctora Abreu "indebidamente y con perjuicio de la República, haya revelado los secretos políticos o militares concernientes a la seguridad de Venezuela". Lo que sigue es la lógica: ¿qué secreto político o militar, que afecte la seguridad del país, puede conocer o difundir una ciudadana civil que trabaja como médico pediatra? Por supuesto que hay miles de especulaciones. No es eso lo que más importa. Lo que en verdad importa son los métodos, el ejercicio de poder que con cualquier asidero legal le permite a un Estado actuar arbitrariamente y delinquir en contra de cualquier ciudadano. Lo que importa es cómo se ejerce la autoridad y la justicia en el país: la simple sospecha del poder basta para encerrarte.
La lista es larga y complicada. Más allá de la gran tragedia del sistema, que tiene en la situación carcelaria su espacio más visible y doloroso, el Gobierno ha ido coleccionando un terrible expediente en su particular forma de intervenir en la impartición de justicia. Desde las irregularidades denunciadas por el caso del golpe de abril del 2002, hasta ese universo delirante que se dio tras el asesinato de Danilo Anderson. Desde la detención como una orden personal y expresa del Presidente de la jueza Afiuni, hasta el caso de los cuatro directivos de Econoinvest, detenidos sin juicio y ahora, como lo declara incluso hasta la ONU, retenidos de manera arbitraria e ilegal... No se trata de situaciones aisladas, de asuntos particulares. Es ya una ceremonia del poder, una dinámica pública. Forma parte de la nueva hegemonía que desea imponerse. La legalidad tiene un color.
Hay quienes hacen chistes cuando algunos sectores del país hablan del "régimen" o se refieren al gobierno de Chávez como una "dictadura". Sin embargo, después, ante hechos como estos, tampoco dicen nada. No hay cuestionamientos. No hay debate sobre el abuso o sobre los derechos humanos. Prefieren tratar de pasar agachaditos por debajo de la historia. Justo esta semana, se reunió en Caracas el Foro de Sao Paulo. Ninguno de los participantes dijo nada sobre Ana María Abreu, sobre ese Guantánamo privado que tiene el Gobierno en El Helicoide.
Estaban distraídos. El jet set de la supuesta izquierda latinoamericana estaba demasiado ocupado hablando de la crisis mundial del capitalismo, apoyando la candidatura oficial del partido que financiaba el encuentro.
Este 5 de julio fue un disfraz.
El Gobierno que se promociona con la independencia tiene sometida a la justicia. Las preguntas sobre la doctora Abreu siguen sin respuestas. La falta de transparencia es una forma de terror. Promueve un miedo colectivo, una paranoia que es muy difícil de administrar.
¡Cuidado! Tú también puedes ser detenido. Incluso sin saber por qué. Tú también puedes atentar contra la patria sin darte cuenta.
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