José Guerra
14 Noviembre, 2012
Ha adquirido notoriedad en los medios de comunicación dos discursos del almirante Molero Bellavia, ex comandante general de la Armada y actualmente ministro de la Defensa. El primero como jefe de la Armada y el segundo al asumir como ministro. Por ser actos públicos, toda opinión de un alto funcionario es objeto de comentarios. Llama la atención sin embargo, lo elocuente de lo dicho por el hoy ministro en relación con el socialismo. Se percibe un hombre más adelantado que los anteriores jefes castrenses.
Para tratar de ser lo más ponderado posible se transcriben textualmente las palabras del almirante. En realidad ambos discursos son similares en contenido. Dice el almirante Molero Bellavia: “(…) porque sin revolución, sin socialismo, no hay libertad. El capitalismo es esclavitud, el socialismo es libertad”.
Lo primero que puede cuestionarse es que él iguala dos términos que no necesariamente son sinónimos: el socialismo y la revolución. Ello es así porque en la historia de la humanidad un conjunto de revoluciones, que crearon hitos fundamentales, no tuvieron que ver con el socialismo. Más aún, fueron de naturaleza burguesa para liquidar en algunos casos a gobiernos absolutistas, como por ejemplo la revolución americana de 1776 donde las colonia que poblaron parte del territorio actual de los Estados Unidos se insurreccionaron contra el imperio británico y lo derrotaron en una cruenta guerra. Luego la revolución francesa que se inició en 1789, inspirada en buena medida por la americana, y que estableció los principios básicos de un orden liberal. Lo segundo tiene que ver con la libertad.
Contrariamente a lo afirmado por el almirante, el socialismo, según la experiencia histórica, es la negación de la libertad. Ni en lo político, lo ideológico o personal el socialismo ha significado liberar al hombre. Solamente basta revisar el caso de la antigua Unión Soviética, China, Cuba o Corea del Norte. Todos fueron, han sido y son gobiernos tiránicos y tres sus características esenciales. En primer lugar, la concentración del poder en manos de un buró y en el jefe de ese buró, segundo la centralización de los medios de producción a favor del Estado y la burocracia que lo dirige y tercero, la adopción del marxismo-leninismo-estalinismo como una especie de religión de Estado.
El socialismo marxista-leninista es una ideología fallida. Por un lado, parte de una concepción materialista de la historia que más bien es un determinismo histórico que simplifica absurdamente la complejidad de la historia al verla como una secuencia inevitable de etapas que acabarían en el comunismo. Esta tesis historicista fue destruida conceptualmente por Karl Popper, un pensador austríaco, quien fue profesor en la London School of Economics, en su fenomenal libro La sociedad abierta y sus enemigos. Por otro lado, el fundamento del socialismo, la teoría del valor, según lo cual lo que crea el valor de las mercancías es el trabajo, ha sido refutada consecutivamente hasta el punto que hoy nadie con solvencia intelectual defiende esa tesis. En realidad, Marx tuvo una confusión extraordinaria porque en el tomo I de El Capital habla del valor y luego en el tomo III, al darse cuenta de que su explicación del valor llevaba a un callejón sin salida, se propuso demostrar sin logarlo, cómo el valor de una mercancía se transforma en precio, que es lo visible en el mercado.
Pero más allá estas disquisiciones conceptuales, al parecer el almirante Molero Bellavia no se ha percatado todavía de que en 1990, los llamados países socialistas de derrumbaron solitos como castillos de arena y muchos regresaron a formas primitivas de capitalismo como Rusia, un país dominado por mafias, algo impensado por la teoría marxista-leninista de las etapas. O revísese el caso de la amada Cuba quien mantuvo un régimen cuasi colonial con la antigua Unión Soviética y hasta su territorio le fue facilitado para instalar misiles nucleares en la llamada guerra de los cohetes cuando la posición del presidente Kennedy hizo retroceder Nikita Kruschev.
También afirma el almirante: “Todo miembro de la Armada Bolivariana debe ser un verdadero revolucionario, aquellos que no sientan esta vocación de servicio al Pueblo y a la Patria, deben hacer un esfuerzo por leer y estudiar para que no les sigan engañando por desconocimiento. Si esto último no prosperara, los invito a buscar otro camino que no sean los senderos de esta Armada netamente Revolucionaria, Socialista y Antimperialista”. Es decir, quienes no asuman el socialismo deben ser execrados o echado de la Armada. ¿En que lugar de la Constitución está escrito que un componente de la Fuerza Armada Nacional tiene que ser socialista? Por otra parte, si los adecos y los copeyanos hubiesen adoptado la tesis del almirante Molero Bellavia, cinco años los oficiales y tropas debían ser social demócratas y los cinco años siguientes transformarse en social cristianos, según cambiara la ideología del partido de gobierno. Además esto tiene una complicación extraordinaria. ¿Cuál tipo de socialismo hay que profesar para ser integrante de la Armada? ¿El socialismo socialdemócrata de Suecia o el retrógrado de Cuba?
Finalmente, no podía faltar un factor común en todas las experiencias del marxismo-leninismo: el culto a la personalidad, que en realidad comenzó con fuerza con Stalin, quien a su vez lo copió de Musolini. Plantea el almirante: “Nuestra lealtad y compromiso con la Revolución Bolivariana y nuestro Presidente Comandante en Jefe HUGO CHÁVEZ FRÍAS, no admite condiciones”. Uno pensó que el compromiso era con el país, con la patria, no con un hombre. En cualquier caso, está abierto el debate ideológico y sería fructífero que el almirante Molero Bellavia se animara a escribir sobre este tema en este u otro diario. Tiene con qué.
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