ANGEL OROPEZA | EL UNIVERSAL
miércoles 21 de noviembre de 2012 12:00 AM
Uno de los objetivos más deseados y buscados por cualquier modalidad de dominación autoritaria y más si ésta tiene una clara vocación totalitaria, como es el caso de la nuestra en Venezuela es convencer a la población de su casi nula eficacia política. Por "eficacia política" se entiende el grado de influencia de la persona sobre lo que sucede en su entorno, esto es, la capacidad de incidencia del ciudadano sobre la política y sobre los hechos políticos que le afectan e interesan. En este sentido, una percepción de "baja eficacia política" equivale a que la persona sienta que lo que le sobreviene en política es inevitable e impermeable a su acción personal y colectiva.
La percepción de baja o casi nula eficacia política está relacionada con otro concepto tomado de la literatura psicológica, como lo es de la "desesperanza aprendida". La "indefensión aprendida" como también se le llama es el estado psicológico que resulta del auto-convencimiento de la persona de que los acontecimientos que suceden a su alrededor son incontrolables e independientes de su propia acción voluntaria. En otras palabras, el individuo termina creyéndose un ser pasivo, política y socialmente inerme, a quien no le queda más remedio que resignarse a lo que le sucede, pues está convencido o le convencieron que no puede hacer nada para evitarlo.
Al buscar y reforzar inteligentemente las percepciones de baja eficacia política y de indefensión aprendida entre la población (especialmente aquellas que les son indómitas y se resisten a la sumisión), los regímenes de orientación totalizante persiguen la creación de un piso actitudinal-psicológico de resignación y aceptación pasiva sobre el cual profundizar las raíces de su modelo de dominación, sin necesidad de recurrir ni a la represión física ni al uso masivo de la fuerza.
Uno de los síntomas o consecuencias de estos estados psicológicos es la aparición de déficit cognitivos y motivacionales, en los que la persona empieza a preguntarse si vale la pena hacer las cosas, o es mejor simplemente conformarse y dejar que las cosas pasen. Una vez que estas percepciones y sentimientos se apoderan de la población, cualquier intento de organización popular, de lucha política y de resistencia ciudadana tiene un inmenso plomo en el ala que obstaculiza su viabilidad.
Como comentábamos en un artículo anterior, las pasadas elecciones presidenciales no le dieron a la oligarquía gobernante ni la fuerza ni la ventaja que necesitaba para poder avanzar como quiere en la radicalización y profundización de su modelo de dominación. Es por ello que necesita con urgencia crear una realidad político-electoral distinta a la que obtuvo hace poco más de un mes. Porque es muy difícil y complicado la implantación de formas hegemónicas y totalitarias de dominio (como, por ejemplo, las derivadas para el gobierno del llamado "sistema comunal"), si la mitad del país que se le opone se vuelve a manifestar electoralmente, y esta manifestación produce la construcción de unos auténticos muros de contención geográficos, políticos, económicos y jurídicos como son las gobernaciones de estado, con los cuales hacer eficaz contrapeso a las pretensiones imperiales de la administración chavecista.
El gobierno seguirá intentando como lo ha hecho hasta ahora reforzar en el país opositor la creencia de que no hay nada que hacer. Cada vez que oigo en algunos la sumisa expresión de que "esto no se resuelve con votos" o la todavía más genuflexa de que "frente a este gobierno no se puede hacer nada", reconozco que o bien Chávez tiene su público seguidor en la filas de la oposición (aunque éstos no se den cuenta), o que su estrategia de sembrar desesperanza aprendida y percepción de baja eficacia política ciertamente ha logrado sus objetivos en algunos sectores, aunque sean minoritarios. Esos que, con todo el respeto que se merecen como personas y como venezolanos, no terminan de entender que la abstención y la desmovilización popular de cara al próximo 16 de diciembre es todo lo que la actual clase política necesita para ahora sí, y dependiendo de los resultados de esas cruciales elecciones intentar en serio la "comunalización" del país y hacer más irreversible su modelo absolutista de sujeción cuartelaria.
La percepción de baja o casi nula eficacia política está relacionada con otro concepto tomado de la literatura psicológica, como lo es de la "desesperanza aprendida". La "indefensión aprendida" como también se le llama es el estado psicológico que resulta del auto-convencimiento de la persona de que los acontecimientos que suceden a su alrededor son incontrolables e independientes de su propia acción voluntaria. En otras palabras, el individuo termina creyéndose un ser pasivo, política y socialmente inerme, a quien no le queda más remedio que resignarse a lo que le sucede, pues está convencido o le convencieron que no puede hacer nada para evitarlo.
Al buscar y reforzar inteligentemente las percepciones de baja eficacia política y de indefensión aprendida entre la población (especialmente aquellas que les son indómitas y se resisten a la sumisión), los regímenes de orientación totalizante persiguen la creación de un piso actitudinal-psicológico de resignación y aceptación pasiva sobre el cual profundizar las raíces de su modelo de dominación, sin necesidad de recurrir ni a la represión física ni al uso masivo de la fuerza.
Uno de los síntomas o consecuencias de estos estados psicológicos es la aparición de déficit cognitivos y motivacionales, en los que la persona empieza a preguntarse si vale la pena hacer las cosas, o es mejor simplemente conformarse y dejar que las cosas pasen. Una vez que estas percepciones y sentimientos se apoderan de la población, cualquier intento de organización popular, de lucha política y de resistencia ciudadana tiene un inmenso plomo en el ala que obstaculiza su viabilidad.
Como comentábamos en un artículo anterior, las pasadas elecciones presidenciales no le dieron a la oligarquía gobernante ni la fuerza ni la ventaja que necesitaba para poder avanzar como quiere en la radicalización y profundización de su modelo de dominación. Es por ello que necesita con urgencia crear una realidad político-electoral distinta a la que obtuvo hace poco más de un mes. Porque es muy difícil y complicado la implantación de formas hegemónicas y totalitarias de dominio (como, por ejemplo, las derivadas para el gobierno del llamado "sistema comunal"), si la mitad del país que se le opone se vuelve a manifestar electoralmente, y esta manifestación produce la construcción de unos auténticos muros de contención geográficos, políticos, económicos y jurídicos como son las gobernaciones de estado, con los cuales hacer eficaz contrapeso a las pretensiones imperiales de la administración chavecista.
El gobierno seguirá intentando como lo ha hecho hasta ahora reforzar en el país opositor la creencia de que no hay nada que hacer. Cada vez que oigo en algunos la sumisa expresión de que "esto no se resuelve con votos" o la todavía más genuflexa de que "frente a este gobierno no se puede hacer nada", reconozco que o bien Chávez tiene su público seguidor en la filas de la oposición (aunque éstos no se den cuenta), o que su estrategia de sembrar desesperanza aprendida y percepción de baja eficacia política ciertamente ha logrado sus objetivos en algunos sectores, aunque sean minoritarios. Esos que, con todo el respeto que se merecen como personas y como venezolanos, no terminan de entender que la abstención y la desmovilización popular de cara al próximo 16 de diciembre es todo lo que la actual clase política necesita para ahora sí, y dependiendo de los resultados de esas cruciales elecciones intentar en serio la "comunalización" del país y hacer más irreversible su modelo absolutista de sujeción cuartelaria.
No comments:
Post a Comment