LUIS JOSÉ SEMPRUM| EL UNIVERSAL
miércoles 12 de junio de 2013 12:00 AM
"Ser o no ser, he ahí el dilema". Es la célebre frase de Hamlet, el personaje principal de la tragedia de Shakespeare. Hamlet no se atrevió a asumir la cruda realidad, y enfrentar al asesino de su padre, y como consecuencia de su indecisión todo se vino abajo.
Capriles se encuentra en la misma situación. Ser o no ser. A veces es, pero a veces no es. Dice con valentía que nos robaron las elecciones, que aquí gobiernan los cubanos, y que los "enchufados" se roban los dineros públicos.
Pero simultáneamente Capriles no quiere afirmar que esto es una dictadura, se opone a que los militares cumplan con su deber constitucional de restablecer la democracia, y dice que hay que participar en las municipales con el mismo CNE que nos robó las elecciones. Además, pretende degradar su condición de Presidente, para convertirse en jefe de campaña de los candidatos opositores.
Cuando Jaime Bayly entrevista a Capriles descubre sus contradicciones, y al día siguiente se lo comenta a su nuevo entrevistado, Diego Arria. Bayly llama a Capriles "Presidente", pero éste se siente incómodo. Le pregunta si Maduro es un dictador y Capriles responde ambiguamente. Quiere saber cómo Capriles va a cobrar su triunfo, pero la contestación es vaga. Ser o no ser.
La tragedia de nuestro nuevo Hamlet consiste en eludir el conflicto a toda costa. Tiene una concepción errada del pacifismo. Se proclama seguidor de Gandhi, pero no lo entiende. Se niega a convocar acciones de calle para evitar la represión. Prefiere ceder antes que enfrentar.
Capriles no pareciera interpretar la urgencia del momento. No comprende que el país no puede darle largas a esta crisis. Que con cada día que pasa, la nación se destruye más y más. Que los cubanos aprovechan cada minuto para apoderarse de nuestros recursos. Que la morgue de Bello Monte no puede seguir llenándose de cadáveres, ni las cárceles de presos inocentes, ni los bolsillos de los corruptos de dinero mal habido.
Capriles debe internalizar que él ganó; no sólo afirmarlo, sino creerlo de corazón. Debe asumir que él es el Presidente, y que Maduro es realmente un usurpador. Debe pararse firme y encabezar acciones de calle. Debe pedirle abiertamente a las Fuerzas Armadas que cumplan con su deber constitucional de expulsar a los invasores cubanos y de restablecer la democracia. Debe entender que este gobierno está más débil que nunca y que basta un empujón para que se termine de caer.
La indecisión y la ambigüedad de Hamlet no sólo le causaron su propia destrucción, sino la de todos los personajes de la obra. Esperemos que Capriles no cometa el mismo error. El tiempo apremia.
Capriles se encuentra en la misma situación. Ser o no ser. A veces es, pero a veces no es. Dice con valentía que nos robaron las elecciones, que aquí gobiernan los cubanos, y que los "enchufados" se roban los dineros públicos.
Pero simultáneamente Capriles no quiere afirmar que esto es una dictadura, se opone a que los militares cumplan con su deber constitucional de restablecer la democracia, y dice que hay que participar en las municipales con el mismo CNE que nos robó las elecciones. Además, pretende degradar su condición de Presidente, para convertirse en jefe de campaña de los candidatos opositores.
Cuando Jaime Bayly entrevista a Capriles descubre sus contradicciones, y al día siguiente se lo comenta a su nuevo entrevistado, Diego Arria. Bayly llama a Capriles "Presidente", pero éste se siente incómodo. Le pregunta si Maduro es un dictador y Capriles responde ambiguamente. Quiere saber cómo Capriles va a cobrar su triunfo, pero la contestación es vaga. Ser o no ser.
La tragedia de nuestro nuevo Hamlet consiste en eludir el conflicto a toda costa. Tiene una concepción errada del pacifismo. Se proclama seguidor de Gandhi, pero no lo entiende. Se niega a convocar acciones de calle para evitar la represión. Prefiere ceder antes que enfrentar.
Capriles no pareciera interpretar la urgencia del momento. No comprende que el país no puede darle largas a esta crisis. Que con cada día que pasa, la nación se destruye más y más. Que los cubanos aprovechan cada minuto para apoderarse de nuestros recursos. Que la morgue de Bello Monte no puede seguir llenándose de cadáveres, ni las cárceles de presos inocentes, ni los bolsillos de los corruptos de dinero mal habido.
Capriles debe internalizar que él ganó; no sólo afirmarlo, sino creerlo de corazón. Debe asumir que él es el Presidente, y que Maduro es realmente un usurpador. Debe pararse firme y encabezar acciones de calle. Debe pedirle abiertamente a las Fuerzas Armadas que cumplan con su deber constitucional de expulsar a los invasores cubanos y de restablecer la democracia. Debe entender que este gobierno está más débil que nunca y que basta un empujón para que se termine de caer.
La indecisión y la ambigüedad de Hamlet no sólo le causaron su propia destrucción, sino la de todos los personajes de la obra. Esperemos que Capriles no cometa el mismo error. El tiempo apremia.
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