Luis Ugalde, S.J.
No nos sorprende, pero sí duele e indigna, el cerco del gobierno a la Universidad Autónoma para someterla e imponer el estatismo “socialista”. Parece incomprensible a primera vista que un profesor cualificado gane tres o cuatro veces menos en Venezuela que en Colombia. Esto antes no era así, pero lo ha impuesto el gobierno en la década de la mayor bonanza en los precios petroleros. En consecuencia, con salarios iniciales cercanos al mínimo, la universidad autónoma venezolana no puede retener y menos conseguir nuevos académicos docentes e investigadores bien preparados.
Este empobrecimiento de la Universidad no se resuelve con el actual aumento, que sólo parcialmente repone el deterioro salarial de los últimos cinco años: todavía se le debe a toda la comunidad y se mantiene el cerco en espera de su rendición total. El objetivo del asedio es la sustitución de la actual universidad autónoma por otra sometida a la imposición “socialista“ del Gobierno-Estado-Partido. Algún ingenuo podrá pensar que esto no es así, pues la autonomía está garantizada por la Constitución vigente en su artículo 109 que luego de reconocerla precisa: “Las universidades autónomas se darán normas de gobierno, funcionamiento y la administración eficiente de su patrimonio bajo el control y vigilancia que a tales efectos establezca la ley”. Este párrafo de la autonomía universitaria es válido, o debe serlo, para todo tipo de universidad, también para las “experimentales” y las “privadas”. Pero desde hace unos años el Régimen para controlar a las universidades no aplica la vigente Constitución, sino la “revolucionaria” y “socialista” derrotada en el Referéndum de 2007.
Es absurdo creer que en Cuba pueda haber universidades que piensen y enseñen algo distinto de lo que dice Castro. Esto no es una calumnia nuestra, sino un orgullo y sello de identidad del régimen comunista y también del “socialismo del siglo XXI”. Desde esa perspectiva los “revolucionarios” de un plumazo convierten las universidades autónomas en agentes del imperialismo y formadores de la “derecha fascista”, que bien merecen unas bombas y hogueras. Absurdo sería utilizar los dineros del pueblo para formar universitarios golpistas o respetar su autonomía y pluralismo de pensamiento, pues “cría cuervos y te sacarán los ojos”.
La Constitución cubanoide derrotada es la que efectivamente guía al gobierno actual. Por eso se hizo una Ley de Universidades escandalosamente anticonstitucional y anti autonómica, hasta que el presidente Chávez vislumbró las protestas y no se atrevió a firmarla. Si el castillo no se puede tomar por asalto se le pone asedio, y se cerca con paciencia para que caiga por hambre. La estrategia tiene principalmente dos piezas, el cerco presupuestario y el bloqueo al procedimiento de elección democrática autónoma de las autoridades y representantes.
La propuesta “revolucionaria” de voto universal igualitario para la elección de autoridades académicas es tan absurda que los egresados de la UCV tendrían cinco veces más votos que los profesores actuales, los estudiantes diez veces más y los empleados y obreros también los superarían. Fórmula tan genial no se usa en Cuba, ni en las universidades venezolanas controladas por el gobierno, pues donde hay dedo presidencial revolucionario que se quite el voto. Como por vía electoral no pueden tomar las universidades autónomas (los resultados les desfavorecen al menos 3 a 1), se impiden las elecciones, se bloquea la renovación de las autoridades y se siembra violencia.
Pero la soga principal para ahorcar a la universidad es el presupuesto: les quitamos el pan y el agua y tendrán que rendirse. Con inflaciones anuales por arriba de 20 puntos bastan 4 o 5 años para que el sueldo se reduzca a menos de la mitad. Ahora, por miedo a que la presión de calle de los universitarios prenda la mecha nacional ceden parte del dinero debido, pero sin reconocer a las autoridades ni a los gremios legítimamente elegidos, ni negociar con ellos.
Lamentablemente la guerra sigue. La miopía gobiernera y el fanatismo les impide ver que por este camino “revolucionario” de estatizar y quebrar empresas, importar alimentos, despreciar la productividad, envilecer la educación reduciéndola a control e indoctrinación y eliminar la autonomía universitaria… al final su ceguera se vuelve contra ellos, pues el malestar invade a la sociedad y ésta le pasa factura al gobierno que colapsa. ¿Patria o muerte? Más auto-muerte que patria.
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