CARLOS A. ROMERO.| EL UNIVERSAL
domingo 30 de junio de 2013 12:00 AM
El conflicto nacional que tanto ha dividido a los venezolanos en estos últimos años llevó a que nuestra Universidad Central y otras casas de estudio se convirtieran en el foco principal de la perfidia gubernamental. No se trata solamente de observar con espanto y dolor la bien planificada tarea de reducir el presupuesto a las universidades autónomas a través de un torniquete financiero, sino también de crear paralelamente y de prisa otras instituciones de muy bajo nivel.
En este contexto, se ha pretendido reducir las actividades del saber de dos maneras. Por una parte, hostigando a profesores, empleados, obreros y estudiantes con la permanente amenaza de allanamiento, de control, de subordinación y desaparición del status docente y de investigación. Y por la otra, introduciendo la violencia en el campus universitario, desafiando, las buenas maneras, el diálogo, el patrimonio y el compromiso docente y autonómico que son propios de la cultura académica.
Desde luego que estos hechos y otros que pueden ocurrir en el futuro son manifestaciones típicas de los procesos políticos antidemocráticos. Porque detrás de los culpables de la "angustia salarial" y del acoso político está la pretensión autoritaria de quienes han tratado de uniformar al país y de promover el pensamiento único. De ahí se desprende la idea de que la lucha por una universidad autónoma no es tan sólo un tema "economicista" sino básicamente un asunto vital desde las ópticas política y ética.
A fin de cuentas, lo que está en juego es el derecho que tiene la comunidad universitaria a fomentar la pluralidad de ideas y la convivencia democrática, valores que son fundamentales en la vida de los venezolanos y que se plasman día a día en la promesa del estudiante, en la pulcritud de la cátedra universitaria, en la prestación de servicio de los trabajadores y en la confianza depositada por la sociedad en la institución, en su legado y en sus símbolos.
En este contexto, se ha pretendido reducir las actividades del saber de dos maneras. Por una parte, hostigando a profesores, empleados, obreros y estudiantes con la permanente amenaza de allanamiento, de control, de subordinación y desaparición del status docente y de investigación. Y por la otra, introduciendo la violencia en el campus universitario, desafiando, las buenas maneras, el diálogo, el patrimonio y el compromiso docente y autonómico que son propios de la cultura académica.
Desde luego que estos hechos y otros que pueden ocurrir en el futuro son manifestaciones típicas de los procesos políticos antidemocráticos. Porque detrás de los culpables de la "angustia salarial" y del acoso político está la pretensión autoritaria de quienes han tratado de uniformar al país y de promover el pensamiento único. De ahí se desprende la idea de que la lucha por una universidad autónoma no es tan sólo un tema "economicista" sino básicamente un asunto vital desde las ópticas política y ética.
A fin de cuentas, lo que está en juego es el derecho que tiene la comunidad universitaria a fomentar la pluralidad de ideas y la convivencia democrática, valores que son fundamentales en la vida de los venezolanos y que se plasman día a día en la promesa del estudiante, en la pulcritud de la cátedra universitaria, en la prestación de servicio de los trabajadores y en la confianza depositada por la sociedad en la institución, en su legado y en sus símbolos.
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