LINDA D´AMBROSIO| EL UNIVERSAL
martes 11 de junio de 2013 12:00 AM
El azar, y esa gran empresaria que es Elisabeth Michot, han querido concederme el privilegio de acceder a una de las experiencias musicales más importantes que he tenido ocasión de vivir: un concierto del Cuarteto Kopelman, que reúne cuatro grandes músicos egresados del Conservatorio de Moscú en los años setenta: Mikhail Kopelman, Mikhail Milman, Igor Sulyga y Boris Kuschnir. Este último, por cierto, suele ejecutar sobre un Stradivarius, "La Rouse Boughton", elaborado en 1703 y cedido por el Banco Nacional de Austria, que ha querido reconocer así la valía del violinista.
Sin duda, el hecho de haber compartido escuela explica la compenetración de que hacen gala estos virtuosos en su ejecución, habiendo coincidido unos y otros en diversas actividades: o formaron parte en algún momento del legendario Cuarteto Borodin, o fueron discípulos de Valentín Berlinski, o actuaron con la Orquesta de Cámara Virtuosos de Moscú.
Para interpretar la última obra del programa, un Quinteto de Alfred Schnittke, el Kopelman contó además con una invitada de excepción: Elisabeth Leónskaja, la brillante pianista rusa radicada en Viena desde 1978.
Al final del entreacto, entablé conversación con la persona sentada a mi derecha: otra notable pianista rusa. Cuando mencioné que yo tenía una amiga, venezolana, formada en la Unión Soviética, que tocaba el arpa, la persona en cuestión se giró hacia mí y aseveró con la mayor naturalidad: "¡Ah! Es de las mejores del mundo...".
No necesité decir el nombre.
Me sentí conmovida. Para mí, es sencillamente Zora, mi vecina. La que está en las buenas y en las malas. Una persona con una irrefrenable capacidad de generar ideas y de embarcarse en proyectos quijotescos que rebasan mi capacidad de imaginar y que ella consigue llevar a cabo a la postre, pese a las vicisitudes que pueda encontrar en el camino.
Seguramente será esa capacidad de plantearse objetivos ambiciosos la que la ha llevado a tomar decisiones que resultaron cruciales en su vida, a costa de poner en riesgo muchos logros obtenidos en favor de nuevas y más exigentes metas. Así sucedió cuando renunció a la carrera de periodismo para proseguir su formación musical en Moscú, o cuando decidió renunciar al piano en favor del arpa.
Zoraida Ávila es, sin duda, uno de los más destacados talentos venezolanos en el campo de la música, e innegablemente una de las intérpretes del arpa más relevantes a nivel mundial.
Egresada del Conservatorio Tchakovsky de Moscú, obtuvo el master en 1983 y el PhD en 1985. Así mismo, es miembro asociado del Royal College of Music de Londres desde 1989. Ha recibido varios premios, entre los que destacan el del Concurso Nacional de Arpistas de la URSS (1984) y el premio "Andrés Segovia" de Música Española.
Vive en Madrid desde 1987. Su trabajo como transcriptora y arreglista de música iberoamericana ha merecido elogios de la crítica internacional, y en múltiples oportunidades ha sido miembro de tribunales en diferentes certámenes alrededor del mundo.
Como presidente de la Asociación Cultural Isolda, ha venido organizando el Concurso Ibérico de Música de Cámara con Arpa, que verá la luz en su cuarta edición en febrero 2014 y, en paralelo, se desempeña como profesora de arpa celta y de pedales en el prestigioso Centro Superior Katarina Gurska, único centro privado que emite titulaciones oficiales en el campo de la música, y que cuenta con más de 700 alumnos y casi 100 profesores, además de una impresionante dotación instrumental.
De Zoraida Ávila puede afirmarse que ha dejado muy en alto el nombre de Venezuela por donde ha pasado. No sólo ha representado con éxito el talento nacional, sino que va forjando un legado que reside en sus investigaciones, en sus transcripciones para arpa y, sobre todo, en la huella que va dejando en sus alumnos, tanto a nivel técnico como a nivel humano. Es seguramente, una de esas personas que sin recibir en el país el reconocimiento que se merece, va proyectando brillantemente el gentilicio, sin alardes y lejos de una Venezuela que desconoce su envergadura como artista.
Sin duda, el hecho de haber compartido escuela explica la compenetración de que hacen gala estos virtuosos en su ejecución, habiendo coincidido unos y otros en diversas actividades: o formaron parte en algún momento del legendario Cuarteto Borodin, o fueron discípulos de Valentín Berlinski, o actuaron con la Orquesta de Cámara Virtuosos de Moscú.
Para interpretar la última obra del programa, un Quinteto de Alfred Schnittke, el Kopelman contó además con una invitada de excepción: Elisabeth Leónskaja, la brillante pianista rusa radicada en Viena desde 1978.
Al final del entreacto, entablé conversación con la persona sentada a mi derecha: otra notable pianista rusa. Cuando mencioné que yo tenía una amiga, venezolana, formada en la Unión Soviética, que tocaba el arpa, la persona en cuestión se giró hacia mí y aseveró con la mayor naturalidad: "¡Ah! Es de las mejores del mundo...".
No necesité decir el nombre.
Me sentí conmovida. Para mí, es sencillamente Zora, mi vecina. La que está en las buenas y en las malas. Una persona con una irrefrenable capacidad de generar ideas y de embarcarse en proyectos quijotescos que rebasan mi capacidad de imaginar y que ella consigue llevar a cabo a la postre, pese a las vicisitudes que pueda encontrar en el camino.
Seguramente será esa capacidad de plantearse objetivos ambiciosos la que la ha llevado a tomar decisiones que resultaron cruciales en su vida, a costa de poner en riesgo muchos logros obtenidos en favor de nuevas y más exigentes metas. Así sucedió cuando renunció a la carrera de periodismo para proseguir su formación musical en Moscú, o cuando decidió renunciar al piano en favor del arpa.
Zoraida Ávila es, sin duda, uno de los más destacados talentos venezolanos en el campo de la música, e innegablemente una de las intérpretes del arpa más relevantes a nivel mundial.
Egresada del Conservatorio Tchakovsky de Moscú, obtuvo el master en 1983 y el PhD en 1985. Así mismo, es miembro asociado del Royal College of Music de Londres desde 1989. Ha recibido varios premios, entre los que destacan el del Concurso Nacional de Arpistas de la URSS (1984) y el premio "Andrés Segovia" de Música Española.
Vive en Madrid desde 1987. Su trabajo como transcriptora y arreglista de música iberoamericana ha merecido elogios de la crítica internacional, y en múltiples oportunidades ha sido miembro de tribunales en diferentes certámenes alrededor del mundo.
Como presidente de la Asociación Cultural Isolda, ha venido organizando el Concurso Ibérico de Música de Cámara con Arpa, que verá la luz en su cuarta edición en febrero 2014 y, en paralelo, se desempeña como profesora de arpa celta y de pedales en el prestigioso Centro Superior Katarina Gurska, único centro privado que emite titulaciones oficiales en el campo de la música, y que cuenta con más de 700 alumnos y casi 100 profesores, además de una impresionante dotación instrumental.
De Zoraida Ávila puede afirmarse que ha dejado muy en alto el nombre de Venezuela por donde ha pasado. No sólo ha representado con éxito el talento nacional, sino que va forjando un legado que reside en sus investigaciones, en sus transcripciones para arpa y, sobre todo, en la huella que va dejando en sus alumnos, tanto a nivel técnico como a nivel humano. Es seguramente, una de esas personas que sin recibir en el país el reconocimiento que se merece, va proyectando brillantemente el gentilicio, sin alardes y lejos de una Venezuela que desconoce su envergadura como artista.
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