Sunday, June 30, 2013

Por qué Estambul sí, Río también y Caracas (todavía) no?

En: Recibido por email. Publicado en Prodavinci.com

Por Fernando Mires | 25 de Junio, 2013

Poco después de haber dado a conocer en POLIS un artículo en el que intentaba analizar los estallidos sociales ocurridos en Turquía y Brasil, recibí un e-mail de una gentil lectora preguntando mi opinión acerca de por qué en Caracas no ha ocurrido algo parecido. ¿No será que a los venezolanos nos faltan ganas? agregaba, incitándome a una rápida respuesta.
Tentado estuve de responder que por lo general mantengo una línea; y es la de nunca referirme a hechos cuando no han ocurrido, limitándome a enfocar lo que aparece sobre la superficie pues ese es el lugar de la política —lo que la diferencia de la filosofía y el arte, cuyos lugares suelen ser insondables—. No obstante, la pregunta de mi lectora no deja de ser interesante. Y además, muy lógica. Es por eso que en contra de mis convenciones, hice una excepción y decidí responder.
¿Por qué en Venezuela, después de catorce años de corrupción, nepotismo, despotismo, militarismo, abusos, y pare usted de contar, no surge una manifestación social parecida a las que tiene lugar en las grandes ciudades turcas y brasileñas?
Un teórico chavista —suponiendo que en el chavismo exista algún teórico— podría responder aduciendo que esa es precisamente una prueba de que en la población hay conformidad con la gestión de gobierno. Alguno más fanático agregará que el gobierno es del pueblo y el pueblo no protesta en contra del pueblo. Afirmaciones que se contrarrestan con el hecho de que Venezuela es el país donde, de acuerdo a estadísticas, las luchas reivindicativas son las más numerosas del continente.
No hay día en que no amanezcan carreteras trancadas, guarimbas cada noche, tomas de recintos de trabajo, ocupaciones de terrenos, cacerolazos al por mayor, huelgas, incluyendo las de hambre, agregándose algunos detalles tortuosos como esos estudiantes que se cosen los labios en inútiles actos de narcisista heroísmo.
Caminando a lo largo de una sola calle tú puedes encontrar varias manifestaciones populares. También es posible observar —y por ahí va el problema— que ninguna de ellas toma noticias de la otra. Todas se ignoran entre sí. Parlando el dialecto de los sociólogos podría decirse que en Venezuela no existe articulación social ni intercomunicación discursiva. Eso no quiere decir por supuesto que alguna vez no pueda emerger una protesta descomunal, como las que inunda las calles de Turquía y Brasil. Pero el hecho concreto es que todavía eso no sucede.
Hay una razón obvia: La desintegración social que experimenta Venezuela es un fenómeno inducido. Para nadie es un misterio que la nación vive hace años bajo el imperio de un régimen radicalmente estatista. Y ahí donde crece el estado no nace la sociedad. En ese sentido podría afirmarse que bajo el chavismo —el mismo Chávez jamás lo ocultó— ha tenido lugar un proceso de toma del poder, pero no por una clase social externa al estado, sino por un partido identificado cien por ciento con el estado. O en otras palabras: se trata de un proceso de doble toma de poder. Por una parte, la toma del estado por el gobierno. Por otra, la toma de la sociedad por el estado.
El ideal —todavía incumplido— del chavismo ha sido integrista: identificar lo social, lo político y lo estatal en una sola unidad articulada por la presencia de un líder carismático.
Ahora bien, para alcanzar ese ideal, las organizaciones populares, incluyendo sindicatos estratégicos como los del petróleo, fueron estatizados. Fue así naciendo un orden corporativo muy similar al modelo mussoliniano. Los grotescos “batallones obreros” propuestos por Maduro serían, desde esa perspectiva, la culminación de ese ideal integrista: la militarización de una clase social ya estatizada. Afortunadamente a Maduro —a diferencias de Mussolini— nadie lo toma muy en serio
Las organizaciones de representación popular nacidas bajo el chavismo fueron construidas desde arriba hacia abajo. Tanto Misiones como Concejos son prolongaciones del estado al interior del universo popular. De modo paralelo el chavismo tomó posesión de gran parte del aparato productivo, principalmente del segmento más vinculado al consumo popular. Todo esto exigía, por supuesto, la existencia de una eficiente burocracia. Dicha burocracia, por cierto, existe; es gigantesca, pero a la vez, es absolutamente ineficiente, más aún, es corrupta y parasitaria.
No obstante, las demandas populares no tienen otro interlocutor que no sea el estado, pero —este es el punto— de un estado que ha sido secuestrado por el gobierno. De este modo, cuando los trabajadores van a huelgas, no tienen a nadie a quien reclamar sino al propio gobierno-estado. Tampoco pueden esperar solidaridad de otros sectores sociales pues estos se encuentran de igual modo conectados verticalmente al estado. Chávez y el chavismo han logrado así quebrar la columna vertebral de la sociedad venezolana, hasta el punto de que una comunicación de tipo horizontal entre diversas organizaciones sociales —como la que se ha dado recientemente en Brasil y en Turquía— resultaría, si no imposible, muy difícil.
O para expresarnos en términos comparativos. Mientras en Brasil y Turquía tuvo lugar un proceso de evolución económica, siendo respetadas las instituciones públicas y la autonomía ciudadana, en Venezuela, bajo la égida de uno de los estados más corruptos de los cuales se tiene noticia, tuvo lugar un proceso de “destrucción de la producción”, siendo las instituciones públicas convertidas en meros apéndices de un partido de gobierno nacido al interior del estado.
De la estatización de lo social solo escapan algunas universidades (ya minoritarias frente a la creación de esos antros ideológicos que son las universidades chavistas), las iglesias, uno que otro medio comunicacional, diversas redes sociales y, sobre todo, los tan denigrados partidos políticos de la oposición democrática.
Para concluir: Si hubiera tenido que responder de modo más escueto a mi estimada lectora la pregunta de por qué en Venezuela no asoma (todavía) un movimiento social como el turco o el brasileño, habría postulado la siguiente tesis: Mientras en países democráticos como Turquía y Brasil lo político es construido a partir de lo social, en países no democráticos, o deficientemente democráticos como Venezuela, lo social debe ser construido a partir de lo político.
Al nivel de lo político y no de lo social pertenecen también las elecciones periódicas. Pero ¿no están controladas las elecciones, y de modo fraudulento, por el propio partido-gobierno-estado?
Este es ya otro tema. En cierto modo es el tema del tema. Lo abordaré en mi próximo artículo.


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