THAYS PEÑALVER| EL UNIVERSAL
jueves 20 de junio de 2013 12:00 AM
Maduro a los ojos de muchos de la oposición es un hombre que no sabe hablar, dando pie a los idiotas -en el sentido griego de la palabra- que creen a pies juntillas que no se bajó nunca del autobús que conducía en su juventud. No voy a caer en esa descalificación, porque Maduro está allí porque supo estar políticamente en el lugar correcto y el momento preciso, así porque los que creen eso, son los mismos que atacaban a Lula porque era un obrero metalúrgico y hablaba "menas laranjas" (habla vulgar del barrio) y le decían que era una "anarfa" (analfabeta).
Debo admitir que Maduro no ayudó tampoco con el cuento del pajarito, pero por lo pueril del comentario porque en Macondo, donde todo se olvida, vale la pena recordar que el anterior un día se poseyó con el espíritu de Maisanta y Arias Cárdenas tuvo que implorarle que le dijera a los suyos que todo había sido una mentira o que dejaba una silla en sus reuniones para que pudiera escuchar el fantasma de Simón Bolívar, a quien veía a la hora de tomar una decisión (Barrera 2006 Págs. 146, 148), que una de sus parejas se autoproclamó "tu manuelita" y admitió públicamente que recurría a la brujería, las pócimas y los ensalmes ante millones de televidentes, por lo que les puedo jurar que lo del pajarito, a mi modo de ver es un "upgrade" o como diría mi hijo, una versión 2.0 de la Presidencia.
Muchos de los que descalifican a Maduro lo que pasa es que parecen sufrir de "Síndrome de Estocolmo". En un país acostumbrado al odio perfectamente hilado de su antecesor se olvidan que en cadena nacional y luego de escuchar "a continuación la red de radio y televisión de Macondo" el presidente informó a la nación que: "...tenía diarreaaaa...", "yo me monto en la máquina y empiezo a sudá frío... compae" y "empiezo a darle con esa máquina... y apretaba aquí abajo, sudaaando". Ante eso, el "Pajarito de Maduro" sencillamente para los que sufren el Síndrome de Estocolmo, es poco menos que humillante.
Pero las cosas buenas hay que reconocerlas, Maduro da todas las señales de ser un reformista. El gobierno del "hombre orquesta" ha dado paso a un gobierno de transición, negociación y acuerdos. Digo de transición no en los términos en los que la oposición desearía, sino de un modelo distinto al del "gomecismo del siglo XXI". El acercamiento con los empresarios, con Estados Unidos, con la Iglesia católica (no solo con el Papa), el desmantelamiento del aparato represivo-mediático, la excarcelación de presos "especiales" sin que medie la iniciativa opositora, el "ahora van a tener que pagar porque el petróleo no se regala", el rescate de los hoteles y la construcción de un modelo de desarrollo turístico son señales inequívocas de ese cambio y sería de un fanatismo inadmisible no reconocerlo.
Salvo los que necesitaran de asistencia psicológica para salir del "Síndrome de Estocolmo" que no entienden porque han bajado los decibelios y los insultos no son a la hora prefijada, debemos reconocer también que hay otros cambios mucho más importantes, como el aislamiento de sectores suicidas y radicales del chavismo. Hablándole duro a su propia gente Maduro les dijo, "¡bueno, vale, vamos a debatir pues! ¿Qué hacemos? Lo que permite entender que el movimiento se está desprendiendo del pensamiento atávico de sus radicales más atrasados, que no tienen más remedio que debatir o inmolarse. La grabación de Mario Silva es una prueba fehaciente de ese cambio, que incluso permite ver que el chavismo está dispuesto a sentarlos a negociar, hasta por la vía de "los fusiles".
Antes de que algunos lectores que no conocen mi trayectoria, de hablarle duro al régimen de Chávez cuando estaba vivo y tenía todo su poder, arriesgando mi pellejo, digan "a ésta también la compraron", permítanme explicarles que reconocer los cambios no significa bajar la guardia al extremo de darle la espalda a la pelea, simplemente se trata de reconocerlos esperando que todo mejore para bien, porque Venezuela se lo merece. Porque se trata de nuestro país, el único que tenemos, porque continuar opinando con el epigástrico y no correr ese tupido velo que nos impide ver que Chávez se fue, es insensato.
Debemos celebrar que están ocurriendo cambios, aunque parezcan poco, aunque luzcan tímidos, pero que son inmensos pasos hacia delante en comparación a la locura anterior. Fácil no es desmontar 14 años de desmesura, de locura colectiva y siembra de odio. Mientras el gobierno se acerca a las posturas menos radicales, la oposición ha sabido jugar extraordinariamente sus cartas no presionando al sistema al extremo de romperlo, ahora enfocados en las municipales que es donde está el verdadero poder político, puede anotarse una segunda gran victoria política, llevándose una buena cantidad de alcaldías. Porque si en las elecciones presidenciales dio el tortazo en la cara, en las municipales puede romperle la columna vertebral al pasado.
¿Es Maduro un Deng Xiaoping? Algo bueno parece estar pasando en Macondo.... Por ahora...
Debo admitir que Maduro no ayudó tampoco con el cuento del pajarito, pero por lo pueril del comentario porque en Macondo, donde todo se olvida, vale la pena recordar que el anterior un día se poseyó con el espíritu de Maisanta y Arias Cárdenas tuvo que implorarle que le dijera a los suyos que todo había sido una mentira o que dejaba una silla en sus reuniones para que pudiera escuchar el fantasma de Simón Bolívar, a quien veía a la hora de tomar una decisión (Barrera 2006 Págs. 146, 148), que una de sus parejas se autoproclamó "tu manuelita" y admitió públicamente que recurría a la brujería, las pócimas y los ensalmes ante millones de televidentes, por lo que les puedo jurar que lo del pajarito, a mi modo de ver es un "upgrade" o como diría mi hijo, una versión 2.0 de la Presidencia.
Muchos de los que descalifican a Maduro lo que pasa es que parecen sufrir de "Síndrome de Estocolmo". En un país acostumbrado al odio perfectamente hilado de su antecesor se olvidan que en cadena nacional y luego de escuchar "a continuación la red de radio y televisión de Macondo" el presidente informó a la nación que: "...tenía diarreaaaa...", "yo me monto en la máquina y empiezo a sudá frío... compae" y "empiezo a darle con esa máquina... y apretaba aquí abajo, sudaaando". Ante eso, el "Pajarito de Maduro" sencillamente para los que sufren el Síndrome de Estocolmo, es poco menos que humillante.
Pero las cosas buenas hay que reconocerlas, Maduro da todas las señales de ser un reformista. El gobierno del "hombre orquesta" ha dado paso a un gobierno de transición, negociación y acuerdos. Digo de transición no en los términos en los que la oposición desearía, sino de un modelo distinto al del "gomecismo del siglo XXI". El acercamiento con los empresarios, con Estados Unidos, con la Iglesia católica (no solo con el Papa), el desmantelamiento del aparato represivo-mediático, la excarcelación de presos "especiales" sin que medie la iniciativa opositora, el "ahora van a tener que pagar porque el petróleo no se regala", el rescate de los hoteles y la construcción de un modelo de desarrollo turístico son señales inequívocas de ese cambio y sería de un fanatismo inadmisible no reconocerlo.
Salvo los que necesitaran de asistencia psicológica para salir del "Síndrome de Estocolmo" que no entienden porque han bajado los decibelios y los insultos no son a la hora prefijada, debemos reconocer también que hay otros cambios mucho más importantes, como el aislamiento de sectores suicidas y radicales del chavismo. Hablándole duro a su propia gente Maduro les dijo, "¡bueno, vale, vamos a debatir pues! ¿Qué hacemos? Lo que permite entender que el movimiento se está desprendiendo del pensamiento atávico de sus radicales más atrasados, que no tienen más remedio que debatir o inmolarse. La grabación de Mario Silva es una prueba fehaciente de ese cambio, que incluso permite ver que el chavismo está dispuesto a sentarlos a negociar, hasta por la vía de "los fusiles".
Antes de que algunos lectores que no conocen mi trayectoria, de hablarle duro al régimen de Chávez cuando estaba vivo y tenía todo su poder, arriesgando mi pellejo, digan "a ésta también la compraron", permítanme explicarles que reconocer los cambios no significa bajar la guardia al extremo de darle la espalda a la pelea, simplemente se trata de reconocerlos esperando que todo mejore para bien, porque Venezuela se lo merece. Porque se trata de nuestro país, el único que tenemos, porque continuar opinando con el epigástrico y no correr ese tupido velo que nos impide ver que Chávez se fue, es insensato.
Debemos celebrar que están ocurriendo cambios, aunque parezcan poco, aunque luzcan tímidos, pero que son inmensos pasos hacia delante en comparación a la locura anterior. Fácil no es desmontar 14 años de desmesura, de locura colectiva y siembra de odio. Mientras el gobierno se acerca a las posturas menos radicales, la oposición ha sabido jugar extraordinariamente sus cartas no presionando al sistema al extremo de romperlo, ahora enfocados en las municipales que es donde está el verdadero poder político, puede anotarse una segunda gran victoria política, llevándose una buena cantidad de alcaldías. Porque si en las elecciones presidenciales dio el tortazo en la cara, en las municipales puede romperle la columna vertebral al pasado.
¿Es Maduro un Deng Xiaoping? Algo bueno parece estar pasando en Macondo.... Por ahora...
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