MARCOS CARRILLO| EL UNIVERSAL
viernes 21 de junio de 2013 12:00 AM
La tristemente célebre y deleznable frase del bárbaro franquista Millán Astray resume el lema de quienes han gobernado los últimos 15 años. Las cifras de homicidios y la arremetida sistemática y sostenida contra las universidades bastan para probarlo.
Todo ello es, sin duda, parte de una política diseñada (muy probablemente desde Cuba) para abolir las libertades, así como para someter a los ciudadanos y reducirlos a ser un puñado de menesterosos dependientes de las migajas que reparte el Estado.
La universidad se interpone en el camino de esa decadencia. El pluralismo, la autonomía, el acceso al conocimiento y la tecnología protegen a la comunidad universitaria de la infamia totalitaria. Pero no sólo la resguardan sino que se convierten en herramientas fundamentales para la lucha contra el sistema perverso que se ha tratado de imponer.
No se trata sólo de acallar a los medios de comunicación por la toma de sus directivas mediante artes mafiosas. Quienes hoy circunstancialmente gobiernan van más allá y tratan de silenciar definitivamente a los que producen conocimiento y generan opinión, así como a los que se forman para ello. El método de asfixiar a la academia presupuestariamente es un cruel agravante de esta política, dada su premeditación y alevosía.
Pero todo ello, lejos de atemorizar a estudiantes y profesores, les ha dado más fuerzas para el combate democrático. La dignidad siempre alimenta el espíritu y galvaniza al luchador.
Por su parte, un grupo importante de los verdugos de la universidad provienen de ella misma. Ese sólo hecho es suficiente para que, en lo más íntimo de su fuero, quienes ejecutan esta política se sepan ruines esclavos no de una ideología sino de los más oscuros intereses del dinero mal habido. Tal estado de vileza junto a la impunidad que les ha dado el poder les puede alimentar la arrogancia, pero nunca les dará la vitalidad de los que defienden rectamente su alma mater.
Por ello, profesores y estudiantes, herederos de Unamuno, se enfrentan a aquellos que apuestan a que "muera la vida", paradoja implícita en la frase de Millán Astray, y defienden la única manera de vivir: la de la lucha por la verdad y la justicia.
Todo ello es, sin duda, parte de una política diseñada (muy probablemente desde Cuba) para abolir las libertades, así como para someter a los ciudadanos y reducirlos a ser un puñado de menesterosos dependientes de las migajas que reparte el Estado.
La universidad se interpone en el camino de esa decadencia. El pluralismo, la autonomía, el acceso al conocimiento y la tecnología protegen a la comunidad universitaria de la infamia totalitaria. Pero no sólo la resguardan sino que se convierten en herramientas fundamentales para la lucha contra el sistema perverso que se ha tratado de imponer.
No se trata sólo de acallar a los medios de comunicación por la toma de sus directivas mediante artes mafiosas. Quienes hoy circunstancialmente gobiernan van más allá y tratan de silenciar definitivamente a los que producen conocimiento y generan opinión, así como a los que se forman para ello. El método de asfixiar a la academia presupuestariamente es un cruel agravante de esta política, dada su premeditación y alevosía.
Pero todo ello, lejos de atemorizar a estudiantes y profesores, les ha dado más fuerzas para el combate democrático. La dignidad siempre alimenta el espíritu y galvaniza al luchador.
Por su parte, un grupo importante de los verdugos de la universidad provienen de ella misma. Ese sólo hecho es suficiente para que, en lo más íntimo de su fuero, quienes ejecutan esta política se sepan ruines esclavos no de una ideología sino de los más oscuros intereses del dinero mal habido. Tal estado de vileza junto a la impunidad que les ha dado el poder les puede alimentar la arrogancia, pero nunca les dará la vitalidad de los que defienden rectamente su alma mater.
Por ello, profesores y estudiantes, herederos de Unamuno, se enfrentan a aquellos que apuestan a que "muera la vida", paradoja implícita en la frase de Millán Astray, y defienden la única manera de vivir: la de la lucha por la verdad y la justicia.
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