CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ| EL UNIVERSAL
domingo 30 de junio de 2013 12:00 AM
La mentira llevada a la abyección, la inhumanidad extrema para acabar adversarios políticos o un grupo social, etnia o religión, la ruindad sin medida ni contemplaciones en el verbo y la acción, son propios de las revoluciones de izquierda y de derecha desde Robespierre. Los jacobinos acusaron a María Antonieta de pedofilia con su hijo, lo que la derrumbó espiritualmente y la hizo una anciana en pocos meses. Un policía honorable Simonovis, muere encarcelado por una acusación diabólica, sin pruebas, tramada entre el desaparecido presidente, el Tribunal y la Fiscal General. Ahora proceden a una razzia contra líderes de la oposición democrática.
Simbólicamente "el incorruptible" Robespierre se dio el mismo un tiro en la jeta, tal vez para matar su lengua criminal que ocasionó tantas atrocidades. Mandíbula en trizas tuvo que esperar la eternidad de su ejecución y el verdugo no hizo ningún esfuerzo para no lastimarlo. El totalitarismo moderno entendió con Goebbels que la calumnia puede ser efectiva, sobre todo cuando se usa desde el poder. Inventar el delito y "sancionarlo". Por eso la necesidad imperiosa de controlar medios de comunicación, tribunales y Ministerio Público. Hitler acusaba a los judíos de la quiebra de Alemania, de las epidemias y de la eterna "conspiración" para que perdiera la Primera Guerra, y de destruir la economía.
Stalin es culpable de 50 millones de muertes, pero sus señalamientos sistemáticos convirtieron a Trotsky en el símbolo del mal. La maquinaria soviética y sus seguidores en el mundo hicieron el milagro de que un hombre acorralado, solitario, perseguido, al que apenas dos países accedieron darle asilo, fuera para muchos demiurgo de todas las perversidades en cualquier lugar. Muchos intelectuales, demócratas, "progresistas" no ocultarán su satisfacción cuando la mano de Stalin le astilló el cráneo en México con el piolet de Ramón Mercader. El ganso intento de Zapatero de paletear el pasado para recontar los crímenes de 1936, sólo desenterró el rencor de las tumbas.
El incendio de Amuay
Hizo evidente que republicanos y franquistas, es decir, la mayoría los españoles, actuaron como forajidos que no vacilaban en emborracharse con la sangre de sus vecinos de calle. Los totalitarismos modernos imitaron lo ocurrido en la Antigüedad, la Edad Media y comienzos de la Edad Moderna. Sucesivamente a los Cristianos en Roma, las "brujas" y los judíos los incriminaron de "envenenar las aguas" para contagiar la peste, reunirse alrededor de un burro, el Demonio, y hacerle fellacio, volar y comer niños vivos en el sabatt. Juan Bodino uno de los pensadores políticos más importantes, era al mismo tiempo inquisidor, declaraba ver "con sus ojos" mujeres que tenían relaciones carnales con el demonio y volaban en escobas, para mandar a quemarlas vivas.
El gobierno venezolano acusó a los opositores del incendio de la Refinería de Amuay en el estado Falcón. Dicen los expertos que una deflagración de esa planta equivaldría a varias bombas atómicas y haría desaparecer Paraguaná ¿Podrían Humala, Santos, Mujica, Rousseff, Rajoy, Obama, Merkel, o cualquier otro mandatario civilizado, señalar un partido político institucional de provocar algo así? No porque cuando un líder dice semejante cosa, lo hace con las pruebas en mano. Si el Presidente sabe quiénes son los responsables de tan estremecedora atrocidad, ya debería haberlos llevado a la justicia, en desmedro de ser cómplice de algo tan espeluznante.
El presidente de Pdvsa tendría que explicar cómo en 14 años de hermético control revolucionario, de despedir 23 mil trabajadores, la empresa que era modelo mundial de eficiencia se convirtió en un nido de terroristas. Igual acusar al país vecino de una locura tal como que hay una conspiración "desde Bogotá" con la oposición venezolana para derrocar al gobierno.
Terrorismo de Estado
Es Terrorismo de Estado. Cuando diputados o ministros incriminan empresarios por el desabastecimiento y hablan de una "guerra económica", aplican fielmente las tácticas propagandísticas nazis. Quién sabe por qué medios lograron apoyo de FAO para hacer universal la mentira de reducción de la pobreza cuando la ciudadanía está cada vez más en la miseria. Pero eso o cualquiera de los disparates, demencias, ruindades con las que el finado inició un estilo para degradarlo todo y, con solo relativo éxito, disolver las resistencias sicológicas del país, nunca se oirá en boca de mandatarios decentes, porque significa bajar al subsuelo de la escala ética que la política democrática no permite.
Y no porque los políticos sean buenos a o malos, sino porque quien lo hiciera quedaría calcinado electoralmente, a menos que contara con el control de las comunicaciones y agentes al frente de la Justicia y el organismo electoral. En las narices del país, sin el más leve pudor, la Fiscal General y la Comisión de Contraloría construyen delitos a Falcón y Mardo para arrebatar el estado Lara a la alternativa democrática e impedir que el segundo sea alcalde de Maracay. Mantendrán la inhabilitación de Leopoldo López. Quieren ganar a fuerza de terrorismo de Estado lo que la sociedad les niega por el voto, según les enseñó Goebbels. Como hicieron con la presidencia de la República.
Simbólicamente "el incorruptible" Robespierre se dio el mismo un tiro en la jeta, tal vez para matar su lengua criminal que ocasionó tantas atrocidades. Mandíbula en trizas tuvo que esperar la eternidad de su ejecución y el verdugo no hizo ningún esfuerzo para no lastimarlo. El totalitarismo moderno entendió con Goebbels que la calumnia puede ser efectiva, sobre todo cuando se usa desde el poder. Inventar el delito y "sancionarlo". Por eso la necesidad imperiosa de controlar medios de comunicación, tribunales y Ministerio Público. Hitler acusaba a los judíos de la quiebra de Alemania, de las epidemias y de la eterna "conspiración" para que perdiera la Primera Guerra, y de destruir la economía.
Stalin es culpable de 50 millones de muertes, pero sus señalamientos sistemáticos convirtieron a Trotsky en el símbolo del mal. La maquinaria soviética y sus seguidores en el mundo hicieron el milagro de que un hombre acorralado, solitario, perseguido, al que apenas dos países accedieron darle asilo, fuera para muchos demiurgo de todas las perversidades en cualquier lugar. Muchos intelectuales, demócratas, "progresistas" no ocultarán su satisfacción cuando la mano de Stalin le astilló el cráneo en México con el piolet de Ramón Mercader. El ganso intento de Zapatero de paletear el pasado para recontar los crímenes de 1936, sólo desenterró el rencor de las tumbas.
El incendio de Amuay
Hizo evidente que republicanos y franquistas, es decir, la mayoría los españoles, actuaron como forajidos que no vacilaban en emborracharse con la sangre de sus vecinos de calle. Los totalitarismos modernos imitaron lo ocurrido en la Antigüedad, la Edad Media y comienzos de la Edad Moderna. Sucesivamente a los Cristianos en Roma, las "brujas" y los judíos los incriminaron de "envenenar las aguas" para contagiar la peste, reunirse alrededor de un burro, el Demonio, y hacerle fellacio, volar y comer niños vivos en el sabatt. Juan Bodino uno de los pensadores políticos más importantes, era al mismo tiempo inquisidor, declaraba ver "con sus ojos" mujeres que tenían relaciones carnales con el demonio y volaban en escobas, para mandar a quemarlas vivas.
El gobierno venezolano acusó a los opositores del incendio de la Refinería de Amuay en el estado Falcón. Dicen los expertos que una deflagración de esa planta equivaldría a varias bombas atómicas y haría desaparecer Paraguaná ¿Podrían Humala, Santos, Mujica, Rousseff, Rajoy, Obama, Merkel, o cualquier otro mandatario civilizado, señalar un partido político institucional de provocar algo así? No porque cuando un líder dice semejante cosa, lo hace con las pruebas en mano. Si el Presidente sabe quiénes son los responsables de tan estremecedora atrocidad, ya debería haberlos llevado a la justicia, en desmedro de ser cómplice de algo tan espeluznante.
El presidente de Pdvsa tendría que explicar cómo en 14 años de hermético control revolucionario, de despedir 23 mil trabajadores, la empresa que era modelo mundial de eficiencia se convirtió en un nido de terroristas. Igual acusar al país vecino de una locura tal como que hay una conspiración "desde Bogotá" con la oposición venezolana para derrocar al gobierno.
Terrorismo de Estado
Es Terrorismo de Estado. Cuando diputados o ministros incriminan empresarios por el desabastecimiento y hablan de una "guerra económica", aplican fielmente las tácticas propagandísticas nazis. Quién sabe por qué medios lograron apoyo de FAO para hacer universal la mentira de reducción de la pobreza cuando la ciudadanía está cada vez más en la miseria. Pero eso o cualquiera de los disparates, demencias, ruindades con las que el finado inició un estilo para degradarlo todo y, con solo relativo éxito, disolver las resistencias sicológicas del país, nunca se oirá en boca de mandatarios decentes, porque significa bajar al subsuelo de la escala ética que la política democrática no permite.
Y no porque los políticos sean buenos a o malos, sino porque quien lo hiciera quedaría calcinado electoralmente, a menos que contara con el control de las comunicaciones y agentes al frente de la Justicia y el organismo electoral. En las narices del país, sin el más leve pudor, la Fiscal General y la Comisión de Contraloría construyen delitos a Falcón y Mardo para arrebatar el estado Lara a la alternativa democrática e impedir que el segundo sea alcalde de Maracay. Mantendrán la inhabilitación de Leopoldo López. Quieren ganar a fuerza de terrorismo de Estado lo que la sociedad les niega por el voto, según les enseñó Goebbels. Como hicieron con la presidencia de la República.
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