RAFAEL DÍAZ CASANOVA| EL UNIVERSAL
viernes 6 de septiembre de 2013 12:00 AM
Coincide la información que recibimos por vías diferentes: Simultáneamente, con escasas horas de diferencia, escuchamos en "Radio a la carta" a la estupenda exploradora, fotógrafa y arriesgada joven Arianna Arteaga, cuando nos narró su experiencia en las playas Querepare y Cipara, muy cerca de San Juan de las Galdonas en la península de Paria, estado Sucre, de esta Tierra de Gracia. Pocas horas más tarde, leímos en el periódico la crónica que firma Daniel González Cappa sobre los riesgos de los huevos de las tortugas.
Las narraciones de Arianna son fascinantes, constructivas, promotoras de la Venezuela mejor. El trabajo de Daniel es un llamado de atención ante los riesgos que se ciernen sobre la especie, por parte de personas que no la cuidan.
¡Tratemos de comunicarles lo que aprehendimos!
En primer lugar debemos resaltar que Dios colocó a Cristóbal Colón y a sus amigos, en la ruta de la Tierra de Gracia donde llegaron el 3 de agosto de 1498. Pisaron tierra ese día, por vez primera en tierra continental. En sus dos viajes precedentes solo habían visitado islas.
Destaquemos que la zona de la península de Paria tiene características maravillosas y se mantiene en un estado que permite a los visitantes, disfrutar de formas de vida que son difíciles de encontrar pues todavía se acercan al primitivismo y a la naturaleza.
Eso lo saben las tortugas y escogen las playas mencionadas como sitio óptimo para cumplir con una etapa fundamental del ciclo de vida, el desove.
Anualmente, en la temporada que comienza en el mes de marzo y se extiende hasta el mes que llamamos agosto, las tortugas marinas hacen escala en Tierra de Gracia para construir sus nidos y colocar sus huevos a buen recaudo.
Aprendimos que el ciclo de incubación de las tortugas se extiende por un lapso de sesenta días y que al eclosionar los tortuguillos, su instinto los dirige al mar a comenzar y enfrentar los azares de sus vidas. También aprendimos que se conocen cinco especies de tortugas marinas en Venezuela: Cardón, Carey, Cabezona, Verde y Guaraguá son los nombres que el pueblo les ha asignado. Solo las cuatro primeras desovan en nuestras playas.
Aprendimos que en Venezuela también hay personas y grupos que se dedican a la construcción y protección del país. Y que en esas actividades nos acompañan de manera importante, organizaciones de otras naciones. Entre ellos, queremos resaltar las actividades de Cictmar (Centro de Investigación para la Conservación de las Tortugas Marinas), quienes en equipo con AECID (Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo), y la concurrencia de sectores y personas muy importantes para la comunidad, desarrollan actividades espectaculares.
No queremos ser excluyentes, solo somos ignorantes. Intuimos y encontramos varios otros grupos y personas que contribuyen en la misma dirección de cuidar a las tortugas marinas y a Venezuela.
Identificamos que los principales enemigos de la especie tienen dos piernas y dos brazos. Desde tiempo inmemorial existen quienes violan la intimidad de los nidos que contienen los huevos de las tortugas, interrumpen el período de incubación y toman los huevos para venderlos. Constituyen un bocado muy apreciado y apetecible, quizás, también, por las dificultades de recolección y esto, les asignan precios altamente remunerativos, pero también leímos el terrible riesgo de la circulación de vehículos que transitan indiscriminada y salvajemente por las playas y espachurran los huevos por ignorar la existencia de los nidos.
También aprendimos que personas, monjes, que cuidan el nacimiento de los tortuguillos, los protegen especialmente en el primer día de vida, asignando las horas donde comienza la noche para que los recién nacidos se dirijan a su hábitat natural, el mar, pues mientras hay sol, los pájaros pueden hacer estragos entre los párvulos quelonios.
Escuchamos que solo uno de cada mil tortuguillos llega a la adultez y que las tortugas tardan cuarenta años para regresar a las mismas playas para repetir el ciclo, para desovar.
Proteger las especies es una obligación y apoyar las actividades de quienes se dedican a la protección de los animales en general y a las especies en riesgo de extinción es, como mínimo, lo que tiene que hacer cada ciudadano que se precie de tal.
Las narraciones de Arianna son fascinantes, constructivas, promotoras de la Venezuela mejor. El trabajo de Daniel es un llamado de atención ante los riesgos que se ciernen sobre la especie, por parte de personas que no la cuidan.
¡Tratemos de comunicarles lo que aprehendimos!
En primer lugar debemos resaltar que Dios colocó a Cristóbal Colón y a sus amigos, en la ruta de la Tierra de Gracia donde llegaron el 3 de agosto de 1498. Pisaron tierra ese día, por vez primera en tierra continental. En sus dos viajes precedentes solo habían visitado islas.
Destaquemos que la zona de la península de Paria tiene características maravillosas y se mantiene en un estado que permite a los visitantes, disfrutar de formas de vida que son difíciles de encontrar pues todavía se acercan al primitivismo y a la naturaleza.
Eso lo saben las tortugas y escogen las playas mencionadas como sitio óptimo para cumplir con una etapa fundamental del ciclo de vida, el desove.
Anualmente, en la temporada que comienza en el mes de marzo y se extiende hasta el mes que llamamos agosto, las tortugas marinas hacen escala en Tierra de Gracia para construir sus nidos y colocar sus huevos a buen recaudo.
Aprendimos que el ciclo de incubación de las tortugas se extiende por un lapso de sesenta días y que al eclosionar los tortuguillos, su instinto los dirige al mar a comenzar y enfrentar los azares de sus vidas. También aprendimos que se conocen cinco especies de tortugas marinas en Venezuela: Cardón, Carey, Cabezona, Verde y Guaraguá son los nombres que el pueblo les ha asignado. Solo las cuatro primeras desovan en nuestras playas.
Aprendimos que en Venezuela también hay personas y grupos que se dedican a la construcción y protección del país. Y que en esas actividades nos acompañan de manera importante, organizaciones de otras naciones. Entre ellos, queremos resaltar las actividades de Cictmar (Centro de Investigación para la Conservación de las Tortugas Marinas), quienes en equipo con AECID (Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo), y la concurrencia de sectores y personas muy importantes para la comunidad, desarrollan actividades espectaculares.
No queremos ser excluyentes, solo somos ignorantes. Intuimos y encontramos varios otros grupos y personas que contribuyen en la misma dirección de cuidar a las tortugas marinas y a Venezuela.
Identificamos que los principales enemigos de la especie tienen dos piernas y dos brazos. Desde tiempo inmemorial existen quienes violan la intimidad de los nidos que contienen los huevos de las tortugas, interrumpen el período de incubación y toman los huevos para venderlos. Constituyen un bocado muy apreciado y apetecible, quizás, también, por las dificultades de recolección y esto, les asignan precios altamente remunerativos, pero también leímos el terrible riesgo de la circulación de vehículos que transitan indiscriminada y salvajemente por las playas y espachurran los huevos por ignorar la existencia de los nidos.
También aprendimos que personas, monjes, que cuidan el nacimiento de los tortuguillos, los protegen especialmente en el primer día de vida, asignando las horas donde comienza la noche para que los recién nacidos se dirijan a su hábitat natural, el mar, pues mientras hay sol, los pájaros pueden hacer estragos entre los párvulos quelonios.
Escuchamos que solo uno de cada mil tortuguillos llega a la adultez y que las tortugas tardan cuarenta años para regresar a las mismas playas para repetir el ciclo, para desovar.
Proteger las especies es una obligación y apoyar las actividades de quienes se dedican a la protección de los animales en general y a las especies en riesgo de extinción es, como mínimo, lo que tiene que hacer cada ciudadano que se precie de tal.
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