ELIDES J. ROJAS L.| EL UNIVERSAL
miércoles 28 de mayo de 2014 12:00 AM
Desde que comenzó este cuento populista, tanto para el comandante muerto como para su clan sucesor, la clave de todo ha sido el discurso. El finado también devaluó, tuvo sus desmadres inflacionarios, endeudó el país y casi termina con Pdvsa; pero siempre mantuvo el falso discurso a favor de los pobres como bandera. Solo el discurso, pues la realidad cuando estaba vivo y, ahora, cuando está al frente su hijo a juro, los números y la realidad dicen otra cosa.
Es verdad que el comandante fallecido durante su mandato y con el mismo equipo de bates quebrados que está ahora logró mejorar las cifras de pobreza y de pobreza extrema. También es verdad que alcanzó buenos resultados en el empeño de cerrar las brechas de la desigualdad. Todo a punta de realazos, todo a punta de billete. Fue una forma de repartir las migas que quedaban de los altos ingresos petroleros, luego de separar la parte que corresponde a corrupción, a Cuba, a Petrocaribe, al ALBA, a los colectivos criminales, a los grupos desestabilizadores en el exterior, a las FARC, a los vendedores de armas. El grueso de la millonada de dólares que ha interesado al país se fue en cualquier cosa, menos en atender a los pobres. A estos les repartieron una limosna mientras hubo plata. Por eso ahora mismo los pobres pobres están más pobres que nunca y una buena parte de los que se habían alejado de la pobreza por algún tiempo, ahí están otra vez. Metidos en la sobrevivencia, con unas becas que no alcanzan, destruidas por la inflación y las devaluaciones y sin que el discurso de Chávez o de Maduro les haya dejado algo más que gamelote a la hora de hacer sustentable sus vidas más allá de los números de Merentes o las cifras de Giordani.
Derrotar la pobreza fue la médula de la promesa básica del chavismo. Y sigue siendo, pero cada vez más lejos de convertirse en una realidad dada la falta de profundidad del proyecto y la altísima carga de demagogia que se transmite vía el aparataje propagandístico del gobierno castrocomunista. Pero después de tanto derroche y tanto discurso gritón, alzado y soberbio, aparece Maduro con Merentes, Ramírez y Giordani y, en ejecución de los programas del comandante muerto, terminan de destrozar al país en un año. La realidad se los machuca en la cara. La pobreza general va en aumento, la pobreza crítica crece, la inflación puede terminar el año sobre 80%, el bolívar es el cartón de todas las monedas del mundo, hay hambre pareja en las calles, el desempleo está maquillado y el gobiernito castrista apenas se sostiene a punta de dinero inorgánico imprimiendo billetes, sacando bonos de deuda y pidiendo prestado. Esas es la producción del socialismo que dejó Chávez. Pura deuda. Puro discurso. Pura realidad.
Es verdad que el comandante fallecido durante su mandato y con el mismo equipo de bates quebrados que está ahora logró mejorar las cifras de pobreza y de pobreza extrema. También es verdad que alcanzó buenos resultados en el empeño de cerrar las brechas de la desigualdad. Todo a punta de realazos, todo a punta de billete. Fue una forma de repartir las migas que quedaban de los altos ingresos petroleros, luego de separar la parte que corresponde a corrupción, a Cuba, a Petrocaribe, al ALBA, a los colectivos criminales, a los grupos desestabilizadores en el exterior, a las FARC, a los vendedores de armas. El grueso de la millonada de dólares que ha interesado al país se fue en cualquier cosa, menos en atender a los pobres. A estos les repartieron una limosna mientras hubo plata. Por eso ahora mismo los pobres pobres están más pobres que nunca y una buena parte de los que se habían alejado de la pobreza por algún tiempo, ahí están otra vez. Metidos en la sobrevivencia, con unas becas que no alcanzan, destruidas por la inflación y las devaluaciones y sin que el discurso de Chávez o de Maduro les haya dejado algo más que gamelote a la hora de hacer sustentable sus vidas más allá de los números de Merentes o las cifras de Giordani.
Derrotar la pobreza fue la médula de la promesa básica del chavismo. Y sigue siendo, pero cada vez más lejos de convertirse en una realidad dada la falta de profundidad del proyecto y la altísima carga de demagogia que se transmite vía el aparataje propagandístico del gobierno castrocomunista. Pero después de tanto derroche y tanto discurso gritón, alzado y soberbio, aparece Maduro con Merentes, Ramírez y Giordani y, en ejecución de los programas del comandante muerto, terminan de destrozar al país en un año. La realidad se los machuca en la cara. La pobreza general va en aumento, la pobreza crítica crece, la inflación puede terminar el año sobre 80%, el bolívar es el cartón de todas las monedas del mundo, hay hambre pareja en las calles, el desempleo está maquillado y el gobiernito castrista apenas se sostiene a punta de dinero inorgánico imprimiendo billetes, sacando bonos de deuda y pidiendo prestado. Esas es la producción del socialismo que dejó Chávez. Pura deuda. Puro discurso. Pura realidad.
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