GUSTAVO BRICEÑO VIVAS| EL UNIVERSAL
martes 27 de mayo de 2014 12:00 AM
En estos días hemos observado con preocupación, cierta discusión acerca de si en nuestro país existe o no un régimen dictatorial. En efecto, todo dependerá de la noción o de la idea de lo que significa la dictadura y su manifestación en una sociedad determinada, y dentro de ello, la circunstancia social e histórica en donde se den los hechos para configurarla en un país y en unas condiciones precisas.
Las dictaduras han cambiado a través de la historia, digamos, se han modernizado. Ciertamente hoy día, no existen paredones como en Cuba o sicariatos de la muerte como en los países del Cono Sur del pasado, ni existe una limitación infinita y abierta de la libre expresión del pensamiento o no se prohíbe la existencia formal de partidos políticos, etc. Sin embargo, las actuaciones autocráticas en las dictaduras modernas se manifiestan de una manera sofisticada y extraña que trasluce una apariencia de formal democracia, cuando en el fondo no lo es. Por ejemplo, con relación a los medios, se compran o se cierran, y con relación a los partidos políticos se les impide financiamiento, tanto interno como externo, hasta lograr su completa desaparición en los medios de comunicación social, o se les imponen mecanismos burocráticos excesivos con la finalidad de limitarlos de modo que al irritarse sean conminados a los tribunales y éstos, en nombre del Poder Judicial dicten sentencias complacientes, en actitud hostil contra el Estado de Derecho por cuanto la revolución necesita el apoyo irrestricto de los tribunales. ¿Existe en Venezuela un gobierno dictatorial? De acuerdo a la primera noción de dictadura tradicional o clásica, indudablemente que no, pero si nos acogemos a la noción de dictadura moderna, en Venezuela sí existe una dictadura como gobierno, manifestado sobre todo en los aspectos funcionales y programáticos. Más, el hecho de que los gobiernos sean elegidos por votación popular, como el presente, no impide que luego se transformen en dictaduras. La legitimidad de origen no necesariamente hace que ese gobierno sea un régimen democrático. A juicio, de quien esto escribe, de los elementos democráticos indicados en las cartas democráticas -OEA y CDI- el más autocráticos de todos, es la separación de los poderes públicos, porque de allí se derivan las otras ausencias democráticas, como los son la violación consecuente de los derechos humanos y la autonomía del Poder Judicial. Ya, en definitiva, existe dictadura cuando no hay diferenciación de poderes públicos; no hay autonomía del Poder Judicial; no existe autonomía del Poder Electoral; está seriamente limitada la libertad de expresión; se violan constantemente los derechos de los ciudadanos cuando pretenden reclamar sus inquietudes y sugerencias; y existe una concentración presidencial en la práctica en detrimento de los demás poderes del Estado. Y lo más grave, se constituye por parte de los personeros del Poder Ejecutivo una actitud no democrática en la aceptación de las críticas por parte de los sectores disidentes, lo cual ejemplifica la negación de la política como forma normal de expresión en una sociedad moderna, ¿qué más contrariedad que la antipolítica en una democracia? Digo esto, porque desafortunadamente lo percibo en el país donde habito, más que si lo estuviera simplemente leyéndolo en una doctrina tradicional de Derecho Constitucional. Así lo creo.
Las dictaduras han cambiado a través de la historia, digamos, se han modernizado. Ciertamente hoy día, no existen paredones como en Cuba o sicariatos de la muerte como en los países del Cono Sur del pasado, ni existe una limitación infinita y abierta de la libre expresión del pensamiento o no se prohíbe la existencia formal de partidos políticos, etc. Sin embargo, las actuaciones autocráticas en las dictaduras modernas se manifiestan de una manera sofisticada y extraña que trasluce una apariencia de formal democracia, cuando en el fondo no lo es. Por ejemplo, con relación a los medios, se compran o se cierran, y con relación a los partidos políticos se les impide financiamiento, tanto interno como externo, hasta lograr su completa desaparición en los medios de comunicación social, o se les imponen mecanismos burocráticos excesivos con la finalidad de limitarlos de modo que al irritarse sean conminados a los tribunales y éstos, en nombre del Poder Judicial dicten sentencias complacientes, en actitud hostil contra el Estado de Derecho por cuanto la revolución necesita el apoyo irrestricto de los tribunales. ¿Existe en Venezuela un gobierno dictatorial? De acuerdo a la primera noción de dictadura tradicional o clásica, indudablemente que no, pero si nos acogemos a la noción de dictadura moderna, en Venezuela sí existe una dictadura como gobierno, manifestado sobre todo en los aspectos funcionales y programáticos. Más, el hecho de que los gobiernos sean elegidos por votación popular, como el presente, no impide que luego se transformen en dictaduras. La legitimidad de origen no necesariamente hace que ese gobierno sea un régimen democrático. A juicio, de quien esto escribe, de los elementos democráticos indicados en las cartas democráticas -OEA y CDI- el más autocráticos de todos, es la separación de los poderes públicos, porque de allí se derivan las otras ausencias democráticas, como los son la violación consecuente de los derechos humanos y la autonomía del Poder Judicial. Ya, en definitiva, existe dictadura cuando no hay diferenciación de poderes públicos; no hay autonomía del Poder Judicial; no existe autonomía del Poder Electoral; está seriamente limitada la libertad de expresión; se violan constantemente los derechos de los ciudadanos cuando pretenden reclamar sus inquietudes y sugerencias; y existe una concentración presidencial en la práctica en detrimento de los demás poderes del Estado. Y lo más grave, se constituye por parte de los personeros del Poder Ejecutivo una actitud no democrática en la aceptación de las críticas por parte de los sectores disidentes, lo cual ejemplifica la negación de la política como forma normal de expresión en una sociedad moderna, ¿qué más contrariedad que la antipolítica en una democracia? Digo esto, porque desafortunadamente lo percibo en el país donde habito, más que si lo estuviera simplemente leyéndolo en una doctrina tradicional de Derecho Constitucional. Así lo creo.
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