Fernando Luis Egaña
30 Mayo, 2014
A primera vista, pudiera parecer una mera comedia el que el desgobierno de Maduro haya denunciado 13 intentos de magnicidio en los 13 meses que lleva en Miraflores. Una comedia, desde luego, no inventada en este tiempo sino continuada desde los tiempos del predecesor.Y un régimen que es capaz de despreciarlo todo con tal de continuar imperando, es mucho más que una mera comedia, es una verdadera tragedia. Tal cual lo que viene aconteciendo en Venezuela a lo largo del siglo XXI, aunque a estas alturas todavía haya mucha gente que se empeñe en negarlo o en disimularlo.
Volviendo a las denuncias de magnicidio, la trigésima tercera, en pleno tapete público, formaría parte de un golpe de estado que estaría siendo orquestado por María Corina Machado y un pequeño grupo de civiles –sobre todo analistas de opinión y académicos–, algunos de los cuales viven fuera del país. Una genuina primicia nacional y mundial, porque los golpes de estado los dan los militares, y al menos en la presente denuncia, estos no figuran.
De allí que la tentación a la burla o al escarnio sea lo primero que se produzca. Pero si se atiende el asunto con más cuidado, entonces se podrá observar no sólo la reiteración del tema del desprecio por la verdad, sino también que la referida denuncia es una maniobra para seguir persiguiendo a factores políticos de oposición, e incluso tenerlos de rehenes ante la cercana probabilidad de sanciones a funcionarios específicos de la hegemonía, por parte de Estados Unidos.
Una técnica muy utilizada por el castrismo, como bien lo está recordando el periodista y luchador social Jesús (Chúo) Torrealba. Y eso no es comedia política, como tampoco lo es la barbárica represión contra las protestas, con cerca de 50 asesinados, centenares de lesionados, más de 2 mil detenciones arbitrarias y más de 100 casos documentados de tortura, siendo que gran parte de las víctimas son estudiantes o jóvenes trabajadores y profesionales.
Cierto que la gastada hegemonía roja ha transmutado su retórica en caricatura. Cierto que muchos de sus jerarcas parecen figurones de un sainete. Cierto que sus truculentas explicaciones y pomposos anuncios tienen el crédito de un folletín de tercera. Todo eso es cierto. Pero nada de eso significa que esa hegemonía roja sea una mera comedia.
Esa hegemonía tiene a Venezuela es una espiral de violencia que se acelera cada día. Tiene a la economía en ruinas y con el barril de petróleo en 100 dólares. Tiene al conjunto de la población sufriendo carestía, escasez y penuria. Tiene a la nación enjaulada por un despotismo, o por una neo-dictadura, que es una dictadura disfrazada de democracia. Y eso no es comedia, es tragedia.
Las ruidosas denuncias de los 13 magnicidios en 13 meses son parte de esta tragedia. Que parece comedia, que incluso podría ser tragicomedia, pero que en realidad es tragedia.
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