ROBERTO GIUSTI| EL UNIVERSAL
martes 27 de mayo de 2014 12:00 AM
Lo dice un viejo amigo del Táchira: el domingo no resultó un día muy católico para Nicolás Maduro, a quien le fue definitivamente mal, pero que muy mal, con el santoral: en cuestión de horas y en diferentes espacios perdió Santos (Colombia), perdió San Cristóbal y para rematar perdió San Diego. Triple derrota y un golpe electoral que lo remece a él y a su camarilla, tanto en el plano externo como en el interno, cuando el Gobierno requería, urgentemente, un logro, así fuera minúsculo, que le permitiera disimular la precariedad de un gobierno maltrecho y quebrado en todos los sentidos.
Al contrario, las victorias apabullantes de Patricia Gutiérrez de Ceballos y de Rosa de Scarano, ratifican que dos de los municipios más golpeados por la represión militar-policial y el vandalismo de los paramilitares, no se arredran y crecen, tanto en número como en coraje, para ratificar, con cifras contundentes, que el espíritu rebelde sigue allí (ahora legitimado), que la gente perdió el miedo, que rechaza la barbarie y que si la ponen a votar (por muy injusto e ilegal que haya sido la destitución de los alcaldes actualmente presos) antes que arrodillarse hará resplandecer la verdad verdadera.
Si bien es cierto que ambos municipios han sido expresión de un antichavismo consecuente y por tanto no se pueden asimilar matemáticamente a todo la población del país, el incremento de las votaciones de ambas alcaldesas electas, en relación con los resultados del 8 de diciembre pasado, reflejan, en buena medida, el talante nacional frente al Gobierno, tal y como lo están mostrando todas las encuestas. De manera que esos resultados también deben agregarse a la larga lista de señales, cada vez más claras y nítidas, de que el régimen debe rectificar pronto porque de no hacerlo y de empecinarse en gobernar como si aún tuviera la mayoría, nos conduce al escenario de las opciones indeseadas, cada una peor que la otra.
En cuanto a la derrota inicial del presidente Juan Manuel Santos, quien no solo no ganó en la primera vuelta, sino que llegó de segundo, demuestra que la minoría más grande de los colombianos sí aboga por la paz, aunque no por la forma en que Juan Manuel Santos la está buscando y se inclina, más bien, por la estrategia de Álvaro Uribe, cuyo gobierno, con Juan Manuel Santos de ministro de la Defensa, puso a las FARC (aliadas del gobierno venezolano) al borde la extinción. Lo que va a pasar el 15 de junio, día de la segunda vuelta, es algo que se decidirá en las próximas semanas. Lo único seguro es que, si se consolida la victoria de Oscar Iván Zuluaga, Maduro tendrá en el Palacio de Nariño, por interpuesta persona, a un viejo peor enemigo.
Al contrario, las victorias apabullantes de Patricia Gutiérrez de Ceballos y de Rosa de Scarano, ratifican que dos de los municipios más golpeados por la represión militar-policial y el vandalismo de los paramilitares, no se arredran y crecen, tanto en número como en coraje, para ratificar, con cifras contundentes, que el espíritu rebelde sigue allí (ahora legitimado), que la gente perdió el miedo, que rechaza la barbarie y que si la ponen a votar (por muy injusto e ilegal que haya sido la destitución de los alcaldes actualmente presos) antes que arrodillarse hará resplandecer la verdad verdadera.
Si bien es cierto que ambos municipios han sido expresión de un antichavismo consecuente y por tanto no se pueden asimilar matemáticamente a todo la población del país, el incremento de las votaciones de ambas alcaldesas electas, en relación con los resultados del 8 de diciembre pasado, reflejan, en buena medida, el talante nacional frente al Gobierno, tal y como lo están mostrando todas las encuestas. De manera que esos resultados también deben agregarse a la larga lista de señales, cada vez más claras y nítidas, de que el régimen debe rectificar pronto porque de no hacerlo y de empecinarse en gobernar como si aún tuviera la mayoría, nos conduce al escenario de las opciones indeseadas, cada una peor que la otra.
En cuanto a la derrota inicial del presidente Juan Manuel Santos, quien no solo no ganó en la primera vuelta, sino que llegó de segundo, demuestra que la minoría más grande de los colombianos sí aboga por la paz, aunque no por la forma en que Juan Manuel Santos la está buscando y se inclina, más bien, por la estrategia de Álvaro Uribe, cuyo gobierno, con Juan Manuel Santos de ministro de la Defensa, puso a las FARC (aliadas del gobierno venezolano) al borde la extinción. Lo que va a pasar el 15 de junio, día de la segunda vuelta, es algo que se decidirá en las próximas semanas. Lo único seguro es que, si se consolida la victoria de Oscar Iván Zuluaga, Maduro tendrá en el Palacio de Nariño, por interpuesta persona, a un viejo peor enemigo.
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