MARÍA TERESA ROMERO| EL UNIVERSAL
miércoles 28 de mayo de 2014 12:00 AM
Pues la respuesta a la pregunta del título para mí es simple: a ninguna parte. Y será así porque ese organismo que en la práctica ha adquirido más peso político que el ALBA, el Mercosur, y hasta la recién creada Celac que aún no termina de arrancar, ha decidido alinearse hacia la izquierda política y, al igual que otros -como la OEA que por ello necesita reformarse urgentemente-, defender sólo los intereses de los gobiernos de turno.
Ningún organismo multilateral puede realmente tener real permanencia y poder si no protege, defiende y promueve sus principios y normas de forma neutral y objetiva, no politizada, y no sólo tomando en cuenta las peticiones e intereses de sus Estados miembros, sino también las de los diversos sectores de las poblaciones civiles de una comunidad que dice representar, en este caso la suramericana.
Y la Unasur nació y continúa politizada, por más que traten de hacerse ver neutrales y equilibrados. Su actitud favorable hacia el gobierno de Nicolás Maduro en los últimos meses, así lo demuestra aunque la misión de tres países que "acompaña" el diálogo entre el gobierno y la oposición venezolana haya tenido gestos propicios, como el de abogar por la inclusión y participación de los diversos sectores de la oposición en las conversaciones de paz.
Pero su más reciente decisión grupal de condenar, a pedido del gobierno de Maduro, la iniciativa legislativa de Estados Unidos para sancionar a Venezuela, por supuestamente vulnerar el principio de no intervención en los asuntos internos de un Estado. Esto es una aberración. Quien verdaderamente está interviniendo en los asuntos internos de un país, es la Unasur al condenar una decisión soberana e independiente del Congreso estadounidense. Es más, si el Ejecutivo de ese país aplicara sanciones, está en su soberano derecho. Lo que pasa es que esos países miembros del bloque, además de politizados, ya hasta irrespetan el propio principio de no intervención y ni saben lo que significa una política exterior de Estado.
Ningún organismo multilateral puede realmente tener real permanencia y poder si no protege, defiende y promueve sus principios y normas de forma neutral y objetiva, no politizada, y no sólo tomando en cuenta las peticiones e intereses de sus Estados miembros, sino también las de los diversos sectores de las poblaciones civiles de una comunidad que dice representar, en este caso la suramericana.
Y la Unasur nació y continúa politizada, por más que traten de hacerse ver neutrales y equilibrados. Su actitud favorable hacia el gobierno de Nicolás Maduro en los últimos meses, así lo demuestra aunque la misión de tres países que "acompaña" el diálogo entre el gobierno y la oposición venezolana haya tenido gestos propicios, como el de abogar por la inclusión y participación de los diversos sectores de la oposición en las conversaciones de paz.
Pero su más reciente decisión grupal de condenar, a pedido del gobierno de Maduro, la iniciativa legislativa de Estados Unidos para sancionar a Venezuela, por supuestamente vulnerar el principio de no intervención en los asuntos internos de un Estado. Esto es una aberración. Quien verdaderamente está interviniendo en los asuntos internos de un país, es la Unasur al condenar una decisión soberana e independiente del Congreso estadounidense. Es más, si el Ejecutivo de ese país aplicara sanciones, está en su soberano derecho. Lo que pasa es que esos países miembros del bloque, además de politizados, ya hasta irrespetan el propio principio de no intervención y ni saben lo que significa una política exterior de Estado.
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