LUIS JOSÉ SEMPRUM| EL UNIVERSAL
miércoles 28 de mayo de 2014 12:00 AM
El diálogo se planteó en el momento de mayor debilidad del Gobierno. Las protestas estaban en su punto máximo. Las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos en Venezuela acaparaban las primeras planas internacionales. Comenzaba a hablarse de sanciones contra los funcionarios gubernamentales. Hasta los artistas de Hollywood se pronunciaban contra Maduro.
La presencia de la MUD en Miraflores envió una falsa señal a la comunidad internacional, respecto a que era posible solucionar la crisis venezolana a través del diálogo. La Unión Europea, que estaba alarmada por los asesinatos, torturas y detenciones ilegales, decidió esperar los resultados de las conversaciones. El Departamento de Estado frenó las sanciones contra los violadores de los derechos humanos. Y lo que es más importante, las protestas en la calle perdieron fuerza.
El diálogo no frenó la represión; por el contrario, desde que comenzaron las conversaciones se incrementaron las detenciones ilegales, como registra la página del Foro Penal Venezolano. Y, como era de esperarse, después de que el Gobierno ganó el tiempo y el oxígeno que necesitaba, entonces rompió sus promesas respecto a la liberación de Simonovis y a promover una Ley de Amnistía.
El diálogo también benefició a la MUD, porque le dio un protagonismo mediático que había perdido. Además, se adjudicó indebidamente la representación de la oposición, porque la MUD no tuvo nada que ver con las protestas, y más bien las condenó desde un principio.
En resumen, el diálogo sí funcionó, para favorecer los intereses del Gobierno y de la MUD, pero no para beneficiar a los venezolanos. Sin embargo, los dialogantes pagaron un costo político muy alto, porque el oficialismo mostró ante el mundo su verdadera cara dictatorial y la MUD quedó al descubierto como cómplice del Gobierno.
El diálogo postergó la crisis, pero no la solucionó. El colapso económico y el descontento social siguen su curso inexorable, y el desenlace final igualmente vendrá.
La presencia de la MUD en Miraflores envió una falsa señal a la comunidad internacional, respecto a que era posible solucionar la crisis venezolana a través del diálogo. La Unión Europea, que estaba alarmada por los asesinatos, torturas y detenciones ilegales, decidió esperar los resultados de las conversaciones. El Departamento de Estado frenó las sanciones contra los violadores de los derechos humanos. Y lo que es más importante, las protestas en la calle perdieron fuerza.
El diálogo no frenó la represión; por el contrario, desde que comenzaron las conversaciones se incrementaron las detenciones ilegales, como registra la página del Foro Penal Venezolano. Y, como era de esperarse, después de que el Gobierno ganó el tiempo y el oxígeno que necesitaba, entonces rompió sus promesas respecto a la liberación de Simonovis y a promover una Ley de Amnistía.
El diálogo también benefició a la MUD, porque le dio un protagonismo mediático que había perdido. Además, se adjudicó indebidamente la representación de la oposición, porque la MUD no tuvo nada que ver con las protestas, y más bien las condenó desde un principio.
En resumen, el diálogo sí funcionó, para favorecer los intereses del Gobierno y de la MUD, pero no para beneficiar a los venezolanos. Sin embargo, los dialogantes pagaron un costo político muy alto, porque el oficialismo mostró ante el mundo su verdadera cara dictatorial y la MUD quedó al descubierto como cómplice del Gobierno.
El diálogo postergó la crisis, pero no la solucionó. El colapso económico y el descontento social siguen su curso inexorable, y el desenlace final igualmente vendrá.
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