Sunday, November 8, 2015

El verdadero secreto de Washington

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¿En que se parecen Donald Trump y el embajador de Francia en Estados Unidos? Ambos detestan a “Washington”. Entre otras razones porque está llena de gente parecida a Frank Underwood, un ambicioso político magistralmente interpretado por Kevin Spacey en House of Cards (Castillo de Naipes), la popular serie de televisión ambientada en Washington. Cuando una joven periodista descubre sus fechorías, Underwood la asesina empujándola bajo un tren. Y esta es tan solo una de las barbaridades que comete en aras de lograr el objetivo que todo lo justifica: ser presidente de Estados Unidos, objetivo que Underwood, por supuesto, logra.
Las historias basadas en la premisa de que en Washington todo se vale y todo se hace con tal de obtener y retener el poder están de moda. Y esta imagen no solo la nutre Hollywood. Todos los políticos estadounidenses rutinariamente denuncian a “Washington” por su disfuncionalidad y venalidad. Aun los candidatos más profundamente arraigados en esta capital se declaran “anti Washington” y prometen “limpiarla” si son electos. Y hay más: es normal que los diplomáticos extranjeros sean discretos al referirse al lugar adonde son enviados. A menos que se trate de Washington. Gerard Araud, el embajador de Francia en Estados Unidos, por ejemplo, recientemente declaró que “Washington es principalmente relaciones públicas”. Y añadió: “El problema con Washington DC es que es solamente la capital política… Así que uno aquí está atrapado o prisionero. Por lo tanto hay que viajar mucho”. ¿Qué pasaría si el embajador de Estados Unidos en Francia dice en una entrevista que París es una ciudad frívola y ensimismada? Es fácil imaginar el titular de Le Monde y la reacción del gobierno. En cambio el desdén público del embajador francés no tuvo repercusión alguna. Después de todo, hablar mal de Washington es lo normal.
Es obvio que al embajador Araud lo asfixian los aires de la ciudad donde se siente prisionero. Su asfixia es sorprendente ya que Washington es la ciudad con más parques de Estados Unidos y una de las cinco mejores para ciclistas, por ejemplo. Pero si la asfixia es intelectual, entonces el embajador podría darse una rápida escapadita a la biblioteca del Congreso, que es la más grande del mundo o a uno de los 225 museos de la ciudad. Washington tiene el mayor complejo museístico del planeta (al cual anualmente visitan el doble de las personas que van al Louvre). Y para aplacar su sed de ideas y debates puede asistir a una de las centenares reuniones que diariamente hay en los 396 think tanks que están a minutos de su embajada (ninguna otra ciudad tiene tantos). O podría hablar con algún experto del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o de algún otro de los muchos organismos internacionales que tienen su sede en la capital estadounidense.
El verdadero gran secreto de Washington es que es una ciudad extraordinaria. Las caricaturas con las cuales sus críticos la describen no tienen mucho que ver con la realidad. Por supuesto que la capital de Estados Unidos es una ciudad donde la política, con sus intrigas, vanidades, manipulaciones, miserias y grandezas es muy importante y visible. Pero Washington es mucho más que eso.
En Washington, por ejemplo, radica el mayor centro de investigaciones médicas del mundo, el Instituto Nacional de Salud. Alberga a 6.000 científicos y 148 de sus actuales o pasados investigadores han ganado el premio Nobel. El presupuesto anual del INS excede los 30.000 millones de dólares. Washington es la capital mundial de la medicina genética y lidera la búsqueda de curas contra el cáncer. Es también el lugar con la población más educada de Estados Unidos: 22% tiene un diploma de posgrado y casi la mitad un título universitario. En parte, como consecuencia de los altos niveles educativos, esta es la ciudad más rica del país. La media del ingreso per cápita de los habitantes del área metropolitana de Washington (que incluye los suburbios del norte de Virginia y Maryland) es la más alta de Estados Unidos. Sorprendentemente, supera en 20% al ingreso medio de la segunda área más próspera: el famoso Silicón Valley, la sede de Google, Apple, Facebook, etc. También supera los ingresos medios de ciudades como Nueva York (finanzas), Los Ángeles (entretenimiento) o Houston (petróleo). El otro factor que contribuye a la prosperidad del área metropolitana de Washington es que su economía ha venido creciendo a un ritmo chino: 7,6% al año desde 2006. Ninguna otra área de Estados Unidos ha crecido más rápido.
Finalmente, otra interesante sorpresa de Washington es su diversidad. 35% de los residentes nacidos fuera de Estados Unidos proviene de Asia, 13% de África y 9% de Europa. Y por supuesto la gran mayoría (48%) viene de las Américas.
Esto no quiere decir que el gobierno federal, el Congreso y los miles de lobistas que los tratan de influir y los medios de comunicación que los cubren hasta la saciedad no forman parte importante de Washington. Pero no la definen.
De hecho, los atributos menos conocidos de Washington producen la “Fiebre del Potomac”, el contagioso virus que afecta a muchos de quienes llegan con el plan de quedarse por poco tiempo pero nunca se van. Como le pasó a Frank Underwood.
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