Editorial El Nacional
A los chinos debemos la invención de los fuegos artificiales (ojalá fuese nuestra única deuda con el imperialismo oriental y no el súper mono que, para regocijo de contratistas, gestores y corruptos, ha acumulado el incompetente gobierno de Maduro) que, en las grandes metrópolis, explosionan en fiestas navideñas e iluminan los cielos para recibir el Año Nuevo y que, en nuestras disminuidas ciudades, para tranquilidad de perros y gatos, han brillado por su ausencia (el precio de los artilugios pirotécnicos es tal que jugar con ellos demandaría acompañarles con orquestas interpretando la Música para los reales fuegos de artificio de Händel).
No se ha producido un vacío acústico, no del todo; el estruendo de cohetones y tumbaranchos ha sido sustituido por las detonaciones de intimidantes y letales armas de fuego y explosivos de guerra que este año agonizante se tradujeron en cifras sin precedentes en la cada vez más aterradora historia del país.
El hampa le ha ganado al gobierno la guerra de la inseguridad.
Nadie parece estar a salvo en este infierno rojo, y ya es rutina que los medios informen, incluso, sobre homicidios de policías y funcionarios de los cuerpos de seguridad.
El martes, por ejemplo, "cinco funcionarios de Poliaragua fueron atacados con armas largas cuando detuvieron un mini bus sin placa en San Casimiro; 3 de ellos murieron y 2 resultaron heridos". Las páginas de sucesos de ese día también reportaron que "un motín en la cárcel 26 de Julio, ubicada en las inmediaciones de la Penitenciaría General de Venezuela, en San Juan de Los Morros, estado Guárico, finalizó con el estallido de una granada que dejó 3 personas fallecidas y 21 heridos".
Por si no fuese material suficiente para el asombro, se supo el día en cuestión que el "Observatorio Venezolano de Violencia, en su informe anual, calcula que el país cerrará el año con 27.875 muertes violentas, cerca de 3.000 más que en 2014 cuando se ubicó como la segunda nación más violenta con 24.980 fallecidos... lo que nos convierte en el país más violento de la región".
Noticias como esas son moneda de curso corriente en el país, y cuando lo extraordinario se vuelve cotidiano... ¡hay revolución! Lo dijo el Che Guevara y lo repiten como loros y como si las pamplinas de ese aventurero fuesen santas palabras los que a duras penas han memorizado dos o tres consignas relativas a la pretendida superioridad del socialismo para acallar sus malas conciencias y, de paso, justificar su devoción por una causa a la que se adhirieron con la vista puesta en las arcas públicas porque creían que nunca tendrían que rendir cuentas.
Ahora, para eludir el poder contralor de la nueva Asamblea Nacional, al gobierno no le basta con acorralar al ciudadano entre la espada del hampa y el muro de la corrupción, sino que pone otro solemne petardo al quemar sus últimos cartuchos judiciales con el fin de consumar un arrebatón electoral. Esto no es pirotecnia de Año Nuevo, es jugar con fuego. Cuidado y se queman.
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