Editorial El Nacional
Cuando se leen los resultados de la Encuesta de Calidad de Vida que realizan anualmente las universidades UCV, USB y UCAB junto con la Fundación Bengoa, no queda sino preguntarse, con dolor y amargura, qué están comiendo hoy en Miraflores, y cómo hicieron para obtener esos alimentos que ningún ciudadano logra conseguir. La conclusión obvia es que hay venezolanos de primera, que son los civiles y militares en altos cargos del gobierno, y los de segunda categoría constituida por el resto de la población.
Los resultados del sondeo de 2015 indican que 81% de la población presenta algún grado de pobreza. E incluso se introduce un nuevo estrato, pobreza reciente, cuya definición hará que más de uno de los lectores se sienta identificado: se refiere a las familias de clase media que tienen las necesidades básicas satisfechas pero su poder adquisitivo ha disminuido, es decir, viven una pobreza de ingresos. Esta población surgió en 2015, de acuerdo con los investigadores.
Más allá de las estadísticas, lo que estos números significan es que a la población que trabaja no le alcanza lo que gana para comprar comida, y menos para alimentarse debidamente. Marianella Herrera, de la Fundación Bengoa, informó que la dieta del venezolano es de sobrevivencia y se compone de harinas y grasas. “En el caso de las proteínas básicas que solían alimentar a nuestra gente menos favorecida, vemos con preocupación cómo el huevo y las caraotas han desaparecido de la mesa de los más necesitados”.
La única solución que propone este régimen rojito es regular los precios, lo que se traduce en un mercado negro infame por los elevados costos y hasta en la desaparición de los productos. Perdemos hasta nuestros símbolos de venezolanidad, ¿o cómo se llama un pabellón sin caraotas?
Las largas colas frente a los supermercados y abastos tienen entonces un origen: lo que consume el grueso de la población son harina de maíz, arroz, pasta, panes y grasas como la margarina y la mayonesa; los más afortunados compran mortadela, y en general la proteína de origen animal es un lujo, así como las frutas y los tubérculos.
Parece que los rojo rojitos, hartos como están de comer exquisiteces importadas, se niegan a aceptar que están imponiendo a los ciudadanos un castigo en extremo inhumano y cruel porque el arma que utilizan para someter a la población es el hambre.
Un observador internacional calificaría está política de crimen de lesa humanidad. A esto se le agrega que si el venezolano se alimenta mal, o no se alimenta, tampoco tiene tiempo de ser productivo o creativo porque se la pasa haciendo colas durante días enteros. La consecuencia directa es que tenemos un ciudadano agotado y sin fuerzas, y lo más probable es que termine enfermo.
Y supongamos que un adulto pueda sobrevivir a estas desgracias ¿se han preguntado acaso, cuando están delante de esa mesa bien servida en Miraflores, qué pasa con una jovencita embarazada en estas condiciones? ¿Qué será de ese pequeño venezolano que viene en camino?
No comments:
Post a Comment