CLAUDIO J. SANDOVAL | EL UNIVERSAL
jueves 1 de noviembre de 2012 12:00 AM
A lo interno de la oposición, uno de los principales logros que se atribuyen tanto la MUD como Capriles Radonski fue el de haber derrotado a la "vieja política" con un nuevo liderazgo que fijó la hoja de ruta para ese sector.
Sin embargo, no estoy muy seguro de la longevidad del anunciado triunfo intersectorial. Un primer indicio lo extraigo de la carta del secretario general de Copei, Roberto Enríquez, publicada parcialmente por nuestro vecino Nelson Bocaranda en sus Runrunes del 18 de octubre pasado. Allí quedó reflejado un cálculo entre líneas: Chávez otorgará preponderancia a estos dos partidos sobrevivientes de la cuarta república, en detrimento del llamado caprilismo.
Las cartas están echadas
Actualmente la oposición se compone de dos grandes corrientes claramente diferentes; la primera representada por AD y Copei, mientras que la segunda está conformada por el caprilismo. Sin duda, este último grupo demostró que contaba con un discurso político más adaptado a la realidad, un gigantesco poder económico y dinamismo generacional. Frente a la amenaza nacida a partir de estos tres elementos (discurso remozado, recursos financieros y energía física), el actual mandatario lució desgastado, primordialmente en lo discursivo y también físicamente.
No obstante, la verdad de los hechos impone que estamos en presencia de "El mismo musiú con diferente cachimba", aspecto que documenté en mi artículo del 13 de abril de 2010. Me explico, cuando uno reduce en su propia salsa al chavismo, al puntofijismo y al caprilismo, obtenemos casi el mismo sabor, pues, tienen patrones similares de comportamiento en relación con temas como la alternancia en el poder y la contradicción entre lo abstracto del discurso y lo tangible de sus acciones (denuncian del adversario los defectos que ellos también encarnan y abanderan con la frente en alto).
Ahora bien, frente a ambas facciones opositoras, Chávez prefiere competir con la que tiene menos músculo, es decir, con la comandada por los adeco-copeyanos.
De manera que el mapa político que el oficialismo está dibujando para los tiempos venideros puede describirse así: Chávez es presidente y prácticamente arrasará en las elecciones regionales. Ello significa que otorgará algunas gobernaciones y alcaldías a la oposición (en su mayoría gobernantes adecos y copeyanos) y derrotará a Capriles en Miranda, con lo cual neutraliza su movimiento y permite que AD (más que Copei) vuelva a fijar la agenda política de la oposición.
Si quieres ver claramente el mundo holográfico que Chávez ha diseñado para el 2013, entonces debes colocarte los lentes de la imparcialidad y observar el país con ellos. Resulta más cómodo patrocinar a un interlocutor tradicional que genere una percepción vinculada al pasado y relegitime el discurso chavista, en lugar de potenciar políticamente a una figura joven que, si bien representa a la aristocracia, no puede ser asociado fácilmente a la cuarta república.
Si sigues con los lentes puestos, lograrás notar que estructuralmente aquí no ha habido cambio político desde el 2006 (Estamos atrapados en el tiempo). Y el 16 de diciembre se reafirmará el status quo: Dos elites políticas subsistiendo en el poder mientras polarizan y arruinan la nación con la excepción de uno que otro líder chavista y/u opositor que descollará desde su cargo, comprobando que sí se pueden hacer las cosas bien.
Quizás sea necesario que el sistema colapse por cuenta propia para que aflore una Venezuela distinta. El primer capítulo de la nueva historia venezolana aún no ha comenzado.
Sin embargo, no estoy muy seguro de la longevidad del anunciado triunfo intersectorial. Un primer indicio lo extraigo de la carta del secretario general de Copei, Roberto Enríquez, publicada parcialmente por nuestro vecino Nelson Bocaranda en sus Runrunes del 18 de octubre pasado. Allí quedó reflejado un cálculo entre líneas: Chávez otorgará preponderancia a estos dos partidos sobrevivientes de la cuarta república, en detrimento del llamado caprilismo.
Las cartas están echadas
Actualmente la oposición se compone de dos grandes corrientes claramente diferentes; la primera representada por AD y Copei, mientras que la segunda está conformada por el caprilismo. Sin duda, este último grupo demostró que contaba con un discurso político más adaptado a la realidad, un gigantesco poder económico y dinamismo generacional. Frente a la amenaza nacida a partir de estos tres elementos (discurso remozado, recursos financieros y energía física), el actual mandatario lució desgastado, primordialmente en lo discursivo y también físicamente.
No obstante, la verdad de los hechos impone que estamos en presencia de "El mismo musiú con diferente cachimba", aspecto que documenté en mi artículo del 13 de abril de 2010. Me explico, cuando uno reduce en su propia salsa al chavismo, al puntofijismo y al caprilismo, obtenemos casi el mismo sabor, pues, tienen patrones similares de comportamiento en relación con temas como la alternancia en el poder y la contradicción entre lo abstracto del discurso y lo tangible de sus acciones (denuncian del adversario los defectos que ellos también encarnan y abanderan con la frente en alto).
Ahora bien, frente a ambas facciones opositoras, Chávez prefiere competir con la que tiene menos músculo, es decir, con la comandada por los adeco-copeyanos.
De manera que el mapa político que el oficialismo está dibujando para los tiempos venideros puede describirse así: Chávez es presidente y prácticamente arrasará en las elecciones regionales. Ello significa que otorgará algunas gobernaciones y alcaldías a la oposición (en su mayoría gobernantes adecos y copeyanos) y derrotará a Capriles en Miranda, con lo cual neutraliza su movimiento y permite que AD (más que Copei) vuelva a fijar la agenda política de la oposición.
Si quieres ver claramente el mundo holográfico que Chávez ha diseñado para el 2013, entonces debes colocarte los lentes de la imparcialidad y observar el país con ellos. Resulta más cómodo patrocinar a un interlocutor tradicional que genere una percepción vinculada al pasado y relegitime el discurso chavista, en lugar de potenciar políticamente a una figura joven que, si bien representa a la aristocracia, no puede ser asociado fácilmente a la cuarta república.
Si sigues con los lentes puestos, lograrás notar que estructuralmente aquí no ha habido cambio político desde el 2006 (Estamos atrapados en el tiempo). Y el 16 de diciembre se reafirmará el status quo: Dos elites políticas subsistiendo en el poder mientras polarizan y arruinan la nación con la excepción de uno que otro líder chavista y/u opositor que descollará desde su cargo, comprobando que sí se pueden hacer las cosas bien.
Quizás sea necesario que el sistema colapse por cuenta propia para que aflore una Venezuela distinta. El primer capítulo de la nueva historia venezolana aún no ha comenzado.
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