José Guerra
7 Noviembre, 2012
El bolívar como moneda de curso legal prácticamente no tiene valor. Muy pocos venezolanos mantienen sus ahorros voluntariamente en bolívares y la mayoría prefiere resguardar su patrimonio en dólares o en euros y hacen de todo para tener esas divisas a pesar del control de cambios. Solamente debido al corralito cambiario que existe en Venezuela es que el ciudadano corriente y poco informado todavía conserva sus bolívares. Quien ahorra en bolívares lo arruina la inflación. Por esa razón es que actualmente el precio del dólar en el mercado negro o paralelo alcanza hasta Bs/US$ 13, casi el triple de la tasa de cambio oficial y con clara tendencia a seguir subiendo.Pero simultáneamente, a partir de 2008 ha atestiguado el país la mayor irresponsabilidad fiscal de su historia. Los superávits fiscales se trocaron en déficits al tiempo que el gobierno, con la anuencia de todas las autoridades del BCV, iniciaron una especie de conspiración para liquidar al nuevo bolívar como signo monetario. Las reservas internaciones del instituto emisor, las cuales constituyen el respaldo de los bolívares emitidos, fueron traspasadas al gobierno para que fuesen gastadas, quedando la moneda circulante sin una base sólida que le confiriera credibilidad. El bolívar pasó a ser, entonces, como las monedas del popular juego de monopolio, donde la casa imprime billetes y moneda sin respaldo. Todo ello se originó en 2005 con la reforma de la Ley de BCV denominada “la reforma León-Cabezas”, para recordar a sus dos más enardecidos propulsores, Armando León director del BCV y Rodrigo Cabezas, para entonces jefe de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional. Con el cuestionado argumento de propiciar un nuevo paradigma financiero, etiquetado de bolivariano, León y Cabezas han creado un serio problema de desestabilización monetaria en Venezuela. La fórmula León-Cabezas consiste en fijarle un techo bajo a las reservas internacionales en manos del BCV mientras que no se contiene la emisión de bolívares sino que más bien se potencia debido al financiamiento monetario del déficit fiscal. Para financiar el déficit del gobierno el BCV imprime más bolívares. El resultado no es muy difícil de imaginar: cada vez hay más bolívares y menos dólares, con lo cual la tasa de cambio se deprecia sostenidamente. Y al depreciarse la gente piensa que lo va a seguir haciendo.
Se ha generado de esta manera un proceso inflacionario que se ha tratado de detener mediante leyes restrictivas de la actividad económica que acumulan y encubren la inflación al tiempo que destruyen la capacidad de producción, en particular de la industria de alimentos. Ello ha forzado importaciones masivas que a su vez presionan hacia la baja el acervo de las pocas reservas en poder del BCV. Así, en términos acumulados entre enero de 2008 y septiembre de 2012, el bolívar ha perdido 65% de su valor, tal como se observa en el gráfico adjunto. La gente que va aprendiendo con los golpes que le ha dado la inflación y la devaluación, ya no quiere bolívares sino dólares o euro porque quienes han ahorrado en esas monedas han estado a salvo de la inflación y su patrimonio se ha preservado. Con todo y la crisis financiera internacional la demanda de los venezolanos por la divisa de los Estados Unidos es prácticamente infinita al punto que siendo la tasa de cambio oficial Bs/US$ 4,30, quien tenga suficientes bolívares paga el triple por adquirir un dólar. Al bolívar fuerte lo destruyeron sus creadores. Quienes han cohonestado la irresponsabilidad fiscal y quienes han hecho del BCV una especie de oficina de segunda categoría del Ministerio de Finanzas.
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